El castillo de Findara despertó bajo un cielo gris, con el eco de pasos resonando en los pasillos. Elizabeth, encerrada en sus aposentos, miraba por la ventana con una mezcla de frustración y determinación. El recuerdo de la noche anterior, de la intensidad en la mirada de Henry y sus palabras posesivas, la mantenía en alerta. Sabía que su situación era peligrosa, pero también sabía que no podía permitir que él ganara completamente.
Por otro lado, Henry estaba en la sala del consejo, escuchando a sus generales y consejeros discutir los asuntos del Reino. Sin embargo, su mente estaba dividida. Cada vez que intentaba enfocarse en los problemas políticos, sus pensamientos volvían a Elizabeth y a la lucha que se había desatado entre ellos.
-Majestad, ¿quisiera que procedamos con el refuerzo de las fronteras en el norte?-Comento el General Damián con cautela.
Henry asintió mecánicamente, pero sus ojos denotaban una distracción que no pasó desapercibida para el Duque Archie
-Majestad, parece que hay algo que lo inquieta más allá de estos asuntos. Quizás debamos resolverlo antes de continuar.-Comento el Duque Archie con un tono medido.
Henry lo miró fijamente por un momento antes de levantarse abruptamente.
-El consejo está suspendido. Discutiremos esto más tarde.-Con voz fría
Se retiró del salón, ignorando las miradas perplejas de sus consejeros.
Sus pasos lo llevaron de regreso a la torre donde estaban los aposentos de Elizabeth. Aunque su orgullo lo empujaba a mantener su autoridad, no podía negar que algo en ella lo atraía irremediablemente, incluso en medio de su ira y frustración.
Al abrir la puerta, encontró a Elizabeth de pie junto a la ventana, su postura desafiante como siempre. Cuando sus miradas se encontraron, la tensión entre ellos llenó la habitación.
-¿Qué quieres ahora, Henry? ¿No has tenido suficiente con demostrar que controlas todo lo que tocas?-Sin girarse por completo
-Eres una mujer testaruda, Elizabeth. Pero precisamente por eso, no puedo dejarte ir. Tu resistencia me... intriga, aparte del asunto de esta guerra.
Elizabeth giró hacia él, sus ojos mostrando tanto furia como incredulidad.
-¿Intriga? ¿Es eso lo que llamas tratar de arrebatar mi libertad? Henry, no soy un juguete ni un peón en tus juegos de poder.
Henry avanzó lentamente hacia ella, cada paso cargado de una energía contenida. Se detuvo a poca distancia, su expresión cambiando entre el control y algo más primitivo.
-No eres un juguete, Elizabeth. Lo sé demasiado bien. Pero tampoco eres libre de ignorar quién eres... ni lo que representas para mí.-Con voz baja y grave
La cercanía entre ellos era sofocante, pero Elizabeth no se dejó intimidar. Aunque sentía el peso de su mirada, se mantuvo firme.
-Entonces demuéstralo, Henry. Si realmente me consideras algo más que una prisionera, respétame lo suficiente como para dejarme tomar mis propias decisiones.
-Pides demasiado-Dio vuelta incapaz de sostener la mirada-Sabes por que estas aquí.
-¡Estoy aquí por que eh confiado en alguien que pensaba que me amaba!¡Yo vine a ti sin dudarlo y tu solo me arrojas en cualquier oportunidad!
-¡Yo te advertí sobre esto!-Se excuso-¡Yo te dije las consecuencias de pisar mi Reino eres tu la ingenua en confiar en alguien como yo!
-¡Yo estaba huyendo, no sabes lo que pase en ese lugar!-Su mano tapo sus labios de golpe, Elizabeth estaba tan frustrada que no contaba que aquellas palabras salían de su boca.
-¿Huir?-Soltó el perplejo -¿Por que tu huirías del Rey Stefan?
Elizabeth temblaba, no porque tuviera miedo de Henry, sino por el peso de aquello que siempre había tratado de esconder, incluso de sí misma. Miró hacia la ventana como si pudiera encontrar alguna escapatoria en el horizonte, pero sabía que debía enfrentar esta conversación. Su voz salió temblorosa, llena de frustración y dolor.
-No importa, Henry. Eso es algo que nunca entenderías. Lo que ocurrió en ese lugar... es algo que llevo conmigo, algo que jamás debí confiar en ti para siquiera mencionar.-Tratando de mantenerse fuerte
Henry se acercó a ella, lento, deliberado, pero su cuerpo estaba tenso, cada movimiento revelaba la furia contenida que comenzaba a brotar.
Su mente estaba inundada de preguntas. Rey Stefan, el hombre que era como su familia, aquel que debería cuidarla como prometió es ahora el centro de como esta ella.
-Elizabeth, no juegues conmigo. Si huyes de Stefan, debe haber una razón. ¿Qué pudo haber pasado en ese Reino para que tú, su propia sobrina, escaparas? ¿Qué me estás ocultando?-Con voz dura, pero controlada
Elizabeth cerró los ojos, luchando contra la oleada de emociones que amenazaba con desbordarse. Había confiado en Henry, sí, pero ahora veía que esa confianza había sido un error. Sus propios secretos, sus propios miedos, estaban siendo arrancados de ella en una confrontación que nunca deseó.
-Henry, hay cosas en este mundo que son peores que el poder, peores que la ambición. Stefan no es el hombre que aparenta ser. Yo fui... fui una pieza en su juego de poder. Solo quería escapar de su sombra, empezar de nuevo, pero ahora estoy atrapada aquí, contigo.-Con voz quebrada
Henry, al escuchar esto, sintió una mezcla de emociones. Por un lado, la furia por la traición y los secretos ocultos de Stefan; por otro, un extraño instinto protector hacia Elizabeth, a pesar de sus propios conflictos con ella. Su mirada se endureció aún más, pero su tono comenzó a bajar de intensidad.
-Así que viniste aquí huyendo, Elizabeth. Pensando que conmigo encontrarías un refugio, pero en cambio te encontraste con algo que no puedes controlar... conmigo. Si Stefan te hizo algo... si él es la razón detrás de tu huida... entonces lo sabré. No puedes ocultarme esto, no cuando está afectando todo lo que somos.
Elizabeth levantó la mirada, sus ojos brillantes por las lágrimas que había tratado de contener. Por primera vez, Henry no parecía simplemente ser el hombre que la atormentaba con su orgullo y posesión, sino alguien que podía ser peligroso incluso para los enemigos más poderosos.