La Elección

Capitulo 70

El día siguiente, los rayos del amanecer se filtraron a través de los gruesos cortinajes de los aposentos de Henry. El tenue resplandor dorado acarició su rostro, obligándolo a entreabrir los ojos. Por un momento, la quietud reinó a su alrededor. Giró la cabeza hacia su lado, y ahí estaba Elizabeth, su rostro sereno en el abrazo profundo del sueño.

Su mano se movió instintivamente, deseando enredarse en aquel cabello que tanto amaba. Pero se detuvo. Su mirada quedó fija en la cascada de mechones, ese color... exacto. El mismo tono que él recordaba haber visto bajo la luz mortecina de las velas aquella noche fatídica.

El pecho de Henry se tensó, y un escalofrío atravesó su columna. Cerró los ojos, pero el recuerdo lo asaltó con la crudeza de una daga: la figura de su madre, tambaleándose, su mano cubriendo un cuchillo enterrado en su vientre, y esa última mirada que le dirigió antes de desplomarse al suelo.

Respiró hondo, intentó arrancarse la imagen de la mente. Pero el dolor y la culpa se aferraron a su ser como una sombra. Al abrir nuevamente los ojos, la calma en el rostro de Elizabeth le resultó casi insoportable. ¿Qué haría si algún día aquella paz se desvaneciera por su culpa?.

El aire en la habitación parecía haberse vuelto más pesado mientras Henry se incorporaba lentamente, tratando de no despertar a Elizabeth. Su mente aún luchaba contra los ecos de aquel oscuro recuerdo, pero sabía que no podía permitirse sucumbir. No hoy.

Se deslizó fuera de la cama, el frío del mármol bajo sus pies le devolvió un tenue sentido de realidad. Caminó hacia la ventana y apartó levemente las cortinas. Afuera, el sol inundaba los jardines reales, iluminando las fuentes y las esculturas como si el mundo no tuviera sombras. Pero para Henry, el día apenas comenzaba a teñirse de oscuridad.

Un suave movimiento detrás de él lo sacó de sus pensamientos. Elizabeth murmuró algo mientras giraba entre las sábanas, ajena a la tormenta interna de Henry.

El corazón de Henry se detuvo por un instante.

Se acercó al lecho con paso cauteloso, su sombra proyectándose sobre el rostro de Elizabeth. Ella no parecía angustiada, sino tranquila, como si estuviera soñando con algo hermoso, o tal vez con alguien. Henry se detuvo, observándola.

Alguien golpeó a la puerta, interrumpiendo la quietud.

-Mi señor- anunció una voz temblorosa al otro lado. -El consejo está reunido... es urgente.

Henry inhaló profundamente. Urgente. Todo en su vida parecía estarlo últimamente.

-Voy en un momento- respondió, su voz más firme de lo que se sentía.

Miró a Elizabeth una última vez antes de apartarse.

Henry ajustó su capa mientras se dirigía al consejo, su mente dividida entre la urgencia de los asuntos reales y el nombre que Elizabeth había pronunciado en sueños. Las puertas del salón estaban abiertas de par en par, y la atmósfera ya era densa con murmullos y tensiones. Los rostros de los consejeros reflejaban preocupación; algo había ocurrido.

-Mi señor, gracias por venir tan pronto- dijo Lord Richmond, inclinándose ligeramente. -Ha habido... un incidente en la frontera norte.

Henry se detuvo frente a la mesa ovalada, observando los mapas extendidos y los documentos que los consejeros habían traído. La mención de la frontera norte encendió una chispa de alarma en su mente. Esa región había sido un punto estratégico durante generaciones, y cualquier perturbación allí podía alterar el equilibrio del reino.

-¿Qué tipo de incidente?- preguntó, su voz cortante pero controlada.

Richmond intercambió miradas con otros consejeros antes de responder.

-Un grupo de caballeros, presumiblemente bajo el estandarte de los Blackthorn, atacó una de nuestras fortalezas menores. Las bajas han sido considerables, pero más preocupante es que... se llevaron a un rehén.

Henry arqueó una ceja, su paciencia agotándose. -¿A quién?

Richmond tragó saliva antes de hablar. -A Lady Margaret, mi señor.

El nombre resonó en el aire, congelándolo por completo. Henry sintió que su mundo se detenía un instante, como si los engranajes del destino se hubieran alineado cruelmente. Margaret. Ese nombre de nuevo. ¿Qué clase de juego estaba comenzando?, ya lo había escuchado antes en los labios de Eleonor y Elizabeth.

Sin dejar que su sorpresa se mostrara, Henry apretó los puños.

-Quiero un informe detallado de lo sucedido y las tropas listas para una expedición. No podemos permitir que esto se convierta en una declaración de guerra..

Los consejeros asintieron, aunque algunos intercambiaron miradas de duda. Henry giró sobre sus talones y salió del salón con pasos firmes, pero su mente era un caos.

Entre el ataque y el misterioso nombre que ahora parecía perseguirle, sentía que estaba al borde de algo mucho más grande y peligroso.

Henry salió de la sala del consejo con pasos rápidos, aunque su mente estaba lejos de la estrategia militar y los planes inmediatos. Margaret. El nombre parecía murmurar en los rincones de su mente, evocando sombras desconocidas que no podía desentrañar. Había demasiadas piezas que encajaban demasiado bien para ser casualidad, y él sabía que la respuesta debía estar más cerca de lo que parecía.

Se dirigió hacia la armería, donde los capitanes de la guardia ya estaban preparándose para lo que parecía una misión de rescate. La sala estaba impregnada de movimiento y acero, pero Henry apenas prestaba atención a los preparativos. Su mirada se dirigió a Damián su mano derecha y el hombre de confianza que siempre le hablaba sin rodeos.

Damián- dijo Henry, deteniéndose frente a él. -Antes de que partamos hacia el norte, quiero que investigues algo. Discretamente.

Damián levantó una ceja, intrigado. -¿Algo relacionado con Lady Margaret, mi señor?

Henry asintió, pero no ofreció más detalles. -Elizabeth mencionó su nombre una vez mientras dormía. también eh escuchado a Eleonor Necesito saber más sobre esta conexión. Y sobre Margaret en sí misma.




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