La Elección

Capitulo 71

Henry, estaba en la majestuosa sala del trono, donde los altos vitrales proyectaban haces de luz teñida en el suelo de mármol. Con una sonrisa siniestra, giró lentamente hacia Harry y pronunció un simple y gélido:

-No.

El rostro de Harry, que hasta ese momento ostentaba una sonrisa triunfal, se deshizo al escuchar aquella respuesta tan precisa, tan implacable. Sus labios se entreabrieron, pero no logró articular palabra.

Harry avanzó un paso, su voz cargada de incredulidad y un matiz de desafío.

-¿Por qué no aceptas el intercambio? -preguntó, su mirada clavada en Henry-. ¿Acaso no te importa lo que Elizabeth pensaría de ti si dejas a la familia de alguien que ella aprecia en manos de su enemigo?

El silencio que siguió fue ensordecedor. Los ojos de Henry se oscurecieron, como si las palabras de Harry hubieran tocado un rincón profundamente enterrado dentro de él. Sin embargo, su expresión no mostraba más que la misma frialdad implacable que había llevado a incontables victorias y enemigos vencidos.

-Elizabeth siempre ha sabido quién soy y cuáles son mis prioridades, Harry -dijo Henry finalmente, su tono bajo y cortante como una hoja de acero-. No soy el tipo de hombre que se deja llevar por sentimentalismos, ni siquiera por ella.

Harry dio un paso más, su semblante endureciéndose mientras sus ojos brillaban con una mezcla de frustración y desafío.

-¿Entonces por qué no la dejas ir? -su voz se alzó ligeramente, temblando entre la ira contenida y la incredulidad-. Si ella no es importante para ti, ¿Qué sentido tiene mantenerla prisionera?

Henry se mantuvo inmóvil, su expresión tan impenetrable como una fortaleza, pero las palabras de Harry parecieron rozar una grieta en su fachada.

-No confundas mis prioridades con desinterés, Harry -respondió Henry, su tono frío como el hielo del norte-. Elizabeth no es un peón, pero eso no significa que cederé por debilidad. Todo tiene su lugar... incluso ella.

Las palabras de Henry eran calculadas, casi crueles en su indiferencia. Harry apretó los puños, sintiendo cómo la rabia burbujeaba dentro de él. No era solo lo que Henry decía, sino cómo lo decía: como si Elizabeth no fuera más que una pieza en un tablero que solo él controlaba.

-Hablas de ella como si fuera un objeto -dijo Harry con furia contenida-. Pero no es uno de tus estúpidos trofeos de guerra, Henry. Elizabeth es... -se detuvo, tragándose las palabras que amenazaban con dañar la imagen de ella en su Reino-. Ella es mucho más que eso.

Henry dejó caer el tema como una piedra en un río, negándose a alimentar las acusaciones de Harry sobre Elizabeth. Con una voz firme, sus palabras se dirigieron directamente a lo que realmente lo había traído a la sala del trono.

-Estoy aquí por el ataque descarado que perpetraste en el Reino del Sur -dijo, su mirada fija como hielo- Margaret estaba allí. ¿Acaso sabías que fue tomada como rehén? ¿O ese detalle era irrelevante para ti mientras cruzabas con esa insolencia mi territorio?

Harry se tensó, incapaz de ignorar el peso de la furia en cada sílaba de Henry. Por un momento, su confianza vaciló; sabía que había pisado peligrosamente cerca de los límites de lo permitido.

-No fue mi intención que Margaret se viera involucrada -contestó Harry, su tono más bajo, casi una disculpa-. Pero no me quedaré de brazos cruzados mientras tú sigues acumulando poder a expensas de todos los demás, aparte Stefan me ha dicho que lo hiciera.

-¿Acaso de Rey te has convertido en perro faldero?-Saco una carcajada mientras los presentes murmuraban en secreto de aquellas palabras.

Henry avanzó hacia él, su capa ondeando detrás como si la misma furia del Rey del Sur se materializara.

-Atreverse a tocar mi reino y poner en riesgo a una de las nuestras... -sus ojos se afilaron, su presencia abrumadora-. Esa fue tu primera y última advertencia, Harry. No olvides que no soy un hombre que perdone con facilidad.

Harry clavó los ojos en Henry, buscando cualquier señal de debilidad en su helada fachada, pero no encontró nada más que la implacable dureza que había llegado a definir al Rey del Sur. Con un temblor en la voz, aunque lleno de determinación, intentó romper ese muro de indiferencia.

-Eres un tirano, Henry -dijo, cada palabra cargada de veneno-. Hablas de reglas, de advertencias, pero no te importa a quién lastimas ni qué destruyes mientras consigas lo que quieres.

Henry, sin mover un músculo, dejó escapar una risa baja y despectiva. Sus ojos, tan fríos como el hielo que cubría su reino, chispearon con una mezcla de desdén y diversión.

-¿Y tú crees que eres distinto, Harry? -replicó, sus palabras cortantes como una hoja afilada-. Entraste en mi reino con la misma ambición que tanto criticas. No me hables de moralidad cuando estás dispuesto a arriesgar vidas por tus propios intereses.

Harry dio un paso adelante, acortando la distancia entre ambos. Su mandíbula estaba tensa, y su furia parecía casi palpable.

-Esto no es por mí -replicó, su voz elevándose con la fuerza de su convicción-. Esto es por Elizabeth, por Margaret, y por todos los que sufren bajo tu frío reinado.

Henry finalmente se movió, inclinándose ligeramente hacia adelante, hasta que sus rostros estaban peligrosamente cerca.

-¿Por Elizabeth? -murmuró, con una sonrisa apenas perceptible que hizo hervir la sangre de Harry -. ¿Crees que un gesto noble la impresionará? No la subestimes, Harry. Elizabeth sabe lo que hace falta para sobrevivir... mucho más de lo que tú pareces entender.

Harry avanzó con furia, su tono cargado de desprecio y desafío.

-No me compares con alguien como tú -espetó, su voz firme como un golpe de acero-. Yo jamás seré como tú.

Henry, observando cada movimiento de Harry con la precisión de un cazador, dejó escapar una risa llena de satisfacción. Había logrado empujarlo justo a donde quería, al borde de la indignación absoluta. Esa confesión de Harry era el arma perfecta para su contraataque.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.