La Esposa Cruel

Prólogo

LA ESPOSA CRUEL

 

Prólogo

 

El día que mi madre Consuelo sintió que la vida se le escapaba, nos llamó hasta su lecho de muerte para dejarnos una importante encomienda: Vengarnos de Augusta Lafayette.

Aunque no conocía a esa persona, su nombre me era muy familiar pues mamá siempre la culpó de las desgracias y la vida miserable que llevábamos. Había inculcado en el corazón de mi hermana Rose y el mío, un gran odio hacia aquella mujer desconocida. Según nos contaba, éramos una familia muy feliz junto a papá – a quien apenas recuerdo- hasta que esa mujer llamada Augusta se interpuso y con sus malas artes lo separó de nosotras. Desde ese día, nos vimos sumidas en el abandono y la eventual pobreza que ahora nos arropaba.

Aquellos últimos momentos de su vida los había pasado muy mal, enferma y sin los medios económicos para costear medicamentos o internarse en alguna clínica especializada. Una enfermedad que se encontraba muy avanzada cuando fue al fin diagnosticada, nos robaba poco a poco el único y verdadero tesoro que poseíamos: nuestra madre. Llorábamos de impotencia y de rabia. Sobrevivíamos gracias a un trabajo a tiempo parcial que logré conseguir en un restaurante y a los pocos ahorros que mamá logró reunir cuando todavía podía trabajar. No pasó un solo día que no maldijera a Augusta por todos nuestros pesares. 

Mi hermana Rose era una jovencita que a sus diecisiete años asistía a su último año de escuela y mi madre y yo hacíamos malabares para que no tuviera que interrumpir su educación. Siendo la mayor, me sentí en la obligación y con la carga moral de tomar las riendas del hogar cuando mamá enfermó. Así lo hice hasta que un día con aquel diagnóstico desolador mamá quedó postrada en una cama sin modo para sustentarnos.

Aquella mañana, a insistencias mías, Rose se fue a la escuela casi obligada. Mamá había pasado muy mala noche y temíamos lo peor pero yo deseaba librar a Rose de las imágenes de la agonía de mamá.

—No quiero ir a la escuela, quiero quedarme en casa con mamá…—imploraba Rose.

Pero no se lo permití pues honestamente tampoco esperaba aquel desenlace tan pronto. Se fue a la escuela con lágrimas en los ojos y regresó justo a tiempo para escuchar el mandato de nuestra sufrida madre.

—Deben buscar a Augusta y hacerla pagar —nos dijo casi con su aliento final y acto seguido, haciendo un esfuerzo sobrehumano con sus últimas fuerzas, nos entregó un papel con una dirección.

—Esa es su última dirección conocida. Tal vez la encuentren ahí…—dijo con voz trabajosa y cansada.

Abatida como estaba, sacó fuerzas para entregarnos también una pequeña caja que al abrir vimos que contenía un hermoso brazalete. Aunque no sabíamos mucho de joyas, aquello parecía ser diamantes y esmeraldas. Quedamos confusas al verlo.

“Las amo con todo el corazón, hijas. Aquí les dejo el único tesoro material que poseo. Quiero también que siempre recuerden que su padre jamás hubiera permitido que viviéramos así. Todo ha sido culpa de ella.”

No hubo tiempo para mayores explicaciones. Mi madre abandonó este mundo sin decirnos que pasó con nuestro padre, que nos había hecho Augusta o de donde salió aquella joya. Sus últimas palabras fueron de odio y venganza pero en su mirada vimos el amor que siempre nos tuvo.

¿Quién era Agustina Lafayette? ¿Qué le había hecho a nuestra familia? ¿Qué significaba aquel brazalete?

No lo sé todavía.

Pero lo averiguaré. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.