La Esposa Cruel

Capítulo 8

Capítulo 8

 

Estaba frente a mí con toda su elegancia desplazada por la oficina. Aun en aquel momento tan embarazoso por haber llegado tarde a mi primer día de trabajo, en lugar de pensar en la forma de excusar mi retraso, mis ojos se distraían con su sola presencia.

—Disculpe, es que…—me quedé atascada en medio de la oración.

—No digas nada…—pidió.

Caminó hacía mi sin acercarse demasiado. Me invitó a pasar y tomar asiento, luego dio la vuelta y se sentó en la butaca tras su escritorio. Era la primera vez que lo veía con anteojos y me pareció más seductor que nunca. Ya no me causaba miedo ni estaba aprensiva ante él. No lucía como el ave de rapiña que me pareció la primera vez que lo vi. Estaba calmado, incluso me parecía que demasiado leniente ante mi retraso.

—Bueno días, Antonella. No deseo que me des explicaciones por la tardanza. Solo espero que no vuelva a repetirse.

—Así será, señor. Le ruego me disculpe —respondí.

Eso fue todo lo que hablamos sobre la tardanza, no volvió a traer el tema y respiré aliviada. Rápidamente, se movió a otros temas. Me dio instrucciones detalladas sobre mis labores. Todo lo que me indicaba lo intentaba grabar en mi mente para que no tuviera que repetírmelo. Quería demostrarle que valió la pena haberme confiado el puesto. Aunque me moría de ganas de saber la razón de haberme elegido sin conocerme, me guardé la curiosidad para otra ocasión. Me daba miedo que fuera a arrepentirse.

Me llamaba la atención lo serio y profesional que lucía. Ya no era el hombre que me llamó guapa ni que se fue tras de mí, no era aquel que se quedó mirándome mientras me gritaba que al menos le dijera mi nombre. “Igualmente arrebatador” pensé y acto seguido me regañé por andar fantaseando. Regresé a concentrarme en todo lo que me decía: los informes diarios, preparar la agenda, citas pendientes, asegurarme que todo estuviera en orden…Estaba segura que lo podía hacer. Tenía muchas razones para querer quedarme en este empleo.

Pasamos luego a comenzar mi entrenamiento. Él se quedó en la oficina y Vincent sería el encargado de enseñarme lo asuntos básicos del negocio.

Me caía muy bien Vincent. Era muy amable y me hablaba con paciencia. Cuando le hice la primera pregunta, me respondió con cortesía aunque era algo que ya antes me había explicado. Me fui amoldando a la dinámica del lugar y mi experiencia atendiendo comensales en el restaurante me ayudaba a lidiar con los clientes que entraban y salían. Al señor Morelli no lo volví a ver en lo que restó de día.

Ya casi al concluir el día laboral, Vincent me dio las últimas instrucciones.

—De todo lo que te he dicho hoy podrías olvidar cualquier cosa pero lo más importante es lo que te voy a decir ahora y quiero que lo escuches bien:..—.

—Dígame, quiero cumplir con todo y hacerlo bien —respondí llena de interés.

Vicent me miró con detenimiento y se detuvo para hacer énfasis en sus palabras.

—Si quieres conservar este empleo, no te enamores del jefe —dijo con total seriedad.

Sentí los colores subirme al rostro. ¿Es que acaso había notado algo? ¿Me estaban traicionando las emociones?

—Descuide, eso no pasará —atiné a decir. No sé si lucí convincente.

Concluí aquel primer día mentalmente agotada porque quería absorberlo todo. Deseaba aprender todo rápido y que mi jefe no tuviera queja alguna de mi desempeño. Estaba en verdad entusiasmada y no solo por él, es que también aquel era un paso gigante para una persona recién llegada. Por otra parte, me sentía responsable de la educación de Rose y en especial me parecía que mamá estaría orgullosa de ver cómo nos desenvolvíamos en nuestra nueva vida.

Rose también estaba contenta.

—¡Tengo que contarte algo! —me dijo en cuanto me vio cruzar la puerta.

—Soy todo oídos —respondí.

 Le habían aprobado una beca para comenzar a estudiar. Aunque la ayuda era solo parcial, con mi nuevo ingreso creo no tendríamos inconveniente en pagar la diferencia.

—¡Todo ha salido de maravilla para las dos! —exclamó Rose con una gran sonrisa y los ojitos brillantes.

—Ya verás, hermanita…lo vamos a lograr —dije convencida que así iba a ser.

Margot bajó a regalarnos unos suculentos pastelillos. El aroma que despedían nos transportó a nuestro antiguo hogar. Fue inevitable recordar a mamá.

—Muchas gracias. Nuestra madre los hacia igual —le agradecimos y se marchó un tanto conmovida. Es una buena mujer, hemos tenido suerte de encontrarla.

 Este había sido uno de los mejores días desde que nos mudamos. Rose comenzaría a estudiar y yo me estaba forjando un destino. El futuro se dibujaba prometedor.

***

Llegué puntualísima la mañana siguiente. 

Comencé con entusiasmo a trabajar las tareas. Cuando me asaltaba alguna duda, le preguntaba a Vicent quien me ayudaba con paciencia. Cuando él no conocía la respuesta o estaba demasiado ocupado, me refería a una de las demás compañeras de trabajo. Por desgracia, no todas eran amables ni estaban dispuestas a entrenarme. En especial, Sophia era bastante desagradable. Me explicaba a regañadientes y con frecuencia la escuchaba decir por lo bajo que no debía tener aquel puesto sin tener preparación. La primera vez que lo escuché, ignoré el comentario porque no estaba segura de lo que había escuchado. Las siguientes veces, ya estaba segura pero hice oídos sordos a sus palabras necias.




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