La Esposa Cruel

Capítulo 9

Capítulo 9

 

Aquel día no vino a trabajar.

Ni los siguientes tres días.

Llegaba cada mañana con la esperanza de verlo y me decepcionaba cuando el día transcurría sin que su figura atravesara la puerta. Vincent me felicitaba por lo rápido que estaba aprendiendo. Sentía unos deseos inmensos de preguntarle si sabía que día el jefe pasaría por allí pero me mordía la lengua. Me daba terror que mis palabras o mis gestos delataran la ansiedad que me causaba la espera de volverlo a ver. Al cuarto día no pude más. Fue una pequeña traición a mí misma pero el deseo de saber era inaguantable  y le pregunté.

—¿Tienes idea de cuando vendrá el señor Morelli? —solté con la mayor tranquilidad que pude, simulando una pregunta casual.

Vicent lo pensó antes de contestar.

—En honor a la verdad, el señor se aparece cuando uno menos lo espera. Por eso es importante estar siempre listo a su llegada. Pero hoy avisó que vendría  porque tiene un asunto importante que resolver —respondió con la mayor naturalidad, sin dar mucha importancia a mi interés. La noticia me causó emoción y nerviosismo.

“Hoy lo veré” era todo lo que tenía en el pensamiento.

La tarde avanzaba.

Continué trabajando echando un vistazo a la puerta de vez en cuando. Era ridícula la ilusión que me causaba verlo otra vez, teniendo en cuenta que era mi jefe y todo debía reducirse al trabajo.  Me habían asignado una pequeña oficina ubicada en anexo contiguo a la de él, una puerta siempre cerrada conectaba ambos lugares. En aquel pequeño espacio pasaba gran parte de mi tiempo aunque con frecuencia debía salir a verificar informes y entregas de proveedores.  Me gustaba encerrarme allí porque me libraba del alboroto del gentío pero en especial me evitaba tener que verle la cara a Sophia y escuchar sus comentarios malintencionados. Era mi pequeño remanso de paz y la guarida de mis sueños.

De repente, lo escuché llegar.

El tintineo de las llaves al entrar a la cerradura, me avisó su llegada. Quedé paralizada. Aun escondida en mi diminuto recoveco, lo tenía cerca. Es inexplicable las cosas que me hacían sentir el solo saberlo cerca. Estaba allí y tan solo una pared nos separaba. ¿Qué tiempo será prudente esperar para llegar a su oficina a ofrecerle los informes de trabajo, su agenda preparada y la mejor de mis sonrisas? Poco tiempo me parece demasiado.

Organicé con esmero todos mis informes, los papeles en estricto orden, la agenda en sincronía. Me iba a levantar para llevarle todo cuando sentí abrirse despacio la puerta olvidada que conectaba ambas oficinas. Fue como un ataque por retaguardia, me tomó desprevenida.

Volteé el rostro para verle y me puse de pie instintivamente.

Estaba allí frente a mí, su silueta imponente, su aroma que impregnó todo el lugar y su saludo en forma de sonrisa infranqueable.

—¡Antonella! ¡Que gustó encontrarte aquí! —soltó apenas llegar.

—El gusto es mío, señor —le respondí sin que él tuviera la mínima idea de lo real que eran mis palabras.

Se ubicó frente a mí y su mirada me redujo al hechizo.  Me enfoqué en el trabajo, era la única forma de romperlo.

—Debo mostrarle los informes, señor. Ya los tengo todos preparados. Fíjese que Vincent me ha ayudado mucho, creo que han quedado muy bien…ya los verá…mire, se los muestro…aquí los tiene…Cualquier duda que tenga, solo pregúnteme…también tengo un listado de las entregas…no ha fallado ninguna…y bueno…además, tengo  su agenda preparada…todo organizado a exactitud…aquí está todo…mírelo..

Debí parecer una locomotora con la rapidez de mis palabras, tal vez hasta dándole un toque de humor a una situación elemental de trabajo que insistía llevar al exceso con mi rapidez al hablar. Quedé con todos los papeles en mis manos, sin que él siquiera le dirigiera una breve mirada. Me sentí mortificada, pensado en mi lamentable manera de conducirme.

El simplemente sonrió.

—Ya va…ya va. Eso lo veré después. Estoy seguro que te has esforzado por aprender —contestó con tanta tranquilidad que sentí un gran alivio al escucharlo. Estaba comenzando a dudar de mis propias habilidades con tanto veneno de parte de Sophia. El, en cambio, lucía relajado, casi divertido con la presentación de la labor que le mostraba con tanto afán.

—Olvidemos eso por ahora…Tengo algo importante que pedirte, por eso he venido —dijo mientras tomaba asiento en una pequeña butaca situada en la esquina e indicándome a hacer lo propio.

Los informes quedaron sin tocar sobre la mesa y yo me preguntaba que podía ser más importante que aquello. Recordaba que Vincent ya me había dicho que el jefe vendría hoy porque tenía algo importante que hacer ¿Qué seria? ¿Por qué iba a pedírmelo a mí que a todas luces soy las más novata e inexperta de todos sus empleados?

La ansiedad me carcomía por dentro.

—¿Quieres acompañarme a una fiesta? —soltó sin más.

Me turbé.

—Disculpe…no sé si entendí bien…—respondí eso aunque había comprendido perfectamente la pregunta pero fueron las únicas palabras que logré decir.

El notó mi desconcierto y abundó sobre el tema.

—Lo que sucede es que me han invitado a una ceremonia de empresarios de la ciudad. Es una actividad que realiza cada año  la sociedad de industriales del comercio de la ciudad. Un poco aburrido…te advierto. Casi siempre trato de zafarme pero este año no he logrado librarme del compromiso y bueno…no deseo ir solo y me gustaría que me acompañaras…—explicó mientras  mi mente imaginaba la actividad.

—Es que no sé si seré la compañía adecuada…no sé…tal vez…—contesté titubeando.

—Vamos, estoy seguro que serás la compañía ideal. Además, te hará bien conocer la gente del mundo comercial. Será una gran experiencia, te lo prometo —dijo intentando convencerme.

¿Qué podía responder?

 ¿Qué estaría más que feliz de acompañarlo? Eso sería demasiado revelador.




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