La Esposa Cruel

Capítulo 10

Capítulo 10

 

Sophia me esperaba al salir de la oficina del señor Morelli.

Pude ver su disgusto al verme salir contenta de allí, sus ojos echaban chispazos de enfado.

—Así que la señorita sale sonriendo de la oficina del jefe…vaya…vaya —dijo con sorna y mirándome con desprecio.

Le sostuve la mirada con determinación. Me chocaba que tuviera la audacia de estar provocándome.

—¿A ti que te importa cómo salgo? ¿Qué no tienes nada mejor que hacer que andar husmeando a tus compañeros de trabajo? ¿O será que te mueres de envidia? —ladré sin pensarlo demasiado.

Creo que no esperaba mi actitud ni mi respuesta, lo pude notar en su rostro. No le aparté la vista y por un momento nos quedamos fijas mirándonos la una a la otra. Yo ni siquiera parpadeaba, mi mirada era fuerte con un contacto visual que me fortalecía a mí y la subyugaba a ella.

Vincent venía caminando por el pasillo y notó de lejos el ambiente cargado de tensión.

—A ver…señoritas…¿todo bien por aquí? —preguntó a sabiendas de la clara fricción entre nosotras.

Sophia apartó la mirada y se retiró sin decir nada.

—Todo bien, Vincent. Ya me marcho a casa. Hasta mañana —respondí y me fui.

En el camino de regreso, deseché el mal sabor que me dejó el encontronazo y me enfoqué en lo bonito del día, en imaginarme como sería cuando fuera a la fiesta con él. Ese pensamiento era mucho mejor.

Al llegar a la casa me encontré tremenda sorpresa esperando junto a la puerta.

¡Marcus vino a visitarnos!

—Lo siento…no pude aguantarme. Tenía que venir a la ciudad de todos modos…para arreglar un asunto de los negocios de papá. Así que llamé a Rose y le pedí la dirección y bueno…aquí estoy. ¡Que gusto verte Antonella! —dijo en cuanto me vio y se lanzó a darme un fuerte abrazo.

Me causó mucha alegría verlo y le devolví el abrazo con igual efusividad. Era la única cara familiar que veía desde que nos mudamos. Rose todavía no llegaba de su primer día en la universidad así que lo invité a pasar y le ofrecí una limonada. Era un día caluroso y seguro nos vendría bien a ambos refrescarnos un poco.

—Pasa y siéntate —le dije mientras abría la puerta.

Le agradecí que siempre nos recordara y hubiera sacado tiempo para visitarnos.

—Más que eso, Antonella. He reservado unos días en un hotel cercano para pasar varios días con ustedes. Así podemos compartir más tiempo —expresó animado.

Comencé a explicarle sobre nuestros horarios e intentábamos buscar un momento para poder estar todos libres de compromisos cuando entró Rose como un torbellino.

Su alegría al verlo me conmovió. Es evidente la adoración que le profesa. Se lanzó disparada a abrazarlo y dejó caer sus libros nuevos al suelo sin importarle nada. Casi le derrumba la limonada.

—¡Marcus! ¡Llegaste! ¿Pudiste encontrar la dirección sin problemas? Estaba en clase y no estaba segura de haberla enviado bien…Bueno, no importa. ¡Ya estás aquí! —Rose hablaba sin parar, sobrecogida por la ansiedad de verlo.

Él la abrazó con ternura. Me parece que Rose es para él la hermanita que nunca tuvo y que el cariño entre ellos es mutuo y genuino. Casi puedo decir que Marcus es la única familia que tenemos.

—Le estaba contando a Antonella que me quedaré unos días. Me encantaría pudiéramos salir y además…quiero ayudarles con la búsqueda —expresó con entusiasmo.

Rose y yo nos miramos pero fue ella quien se animó a hablar.

—¿Te refieres a buscar a Agustina Lafayette? Si es así, creo que es mejor olvidarlo…

Marcus no pudo disimular su sorpresa.

—¿Por qué dices eso? —preguntó.

Rose me dirigió una mirada como pidiendo que fuera yo quien hablara.

—Por varias razones. En primera razón es porque ya visité las direcciones que teníamos y ninguna corresponde a ella. Han pasado muchos años y pareciera que nadie la recuerda…Hemos pasado horas recorriendo la ciudad y ha sido en vano —expliqué con sinceridad.

Rose no pudo aguantar en expresarse.

—En realidad, me parece lo mejor. Hicimos nuestra parte, cumplimos con intentarlo y además ya hemos agotado todas las pistas que teníamos…—subrayó.

Marcus lucía decepcionado.

—¿Y cuál es la segunda razón? —preguntó.

—Bueno…en realidad aquí hemos comenzado una nueva vida. Yo tengo la responsabilidad de un trabajo y Rose acaba de comenzar en la universidad. Eso no nos deja demasiado tiempo libre para jugar a los detectives…—respondí.

Marcus lucía incrédulo. Nos dijo que cuando salimos del pueblo buscar la historia Lafayette no nos parecía un juego de detectives sino una misión sagrada. Quedamos un poco incómodas pero tuvimos que admitir que tenía razón. Nuestras vidas habían cambiado muchísimo en poco tiempo.

—No lo hemos olvidado del todo, solo que es difícil…no es como en las películas —añadió Rose.

—Tal vez yo pueda ayudarte con la búsqueda. Fíjense, que he estado indagando y tengo razones para creer que la podemos conseguir porque…—comenzó a decirnos pero se quedó en medio de la oración al notar nuestro poco entusiasmo.

Decidimos cambiar a otros temas.

Marcus nos contó cómo iban las cosas por el pueblo. Nuestra antigua vivienda ya estaba ocupada por una nueva familia, la vida continuaba igual. La única novedad era que se había comenzado la construcción de una megatienda y eso tenía contenta a la gente del pueblo.  Sentí escalofríos cuando lo mencionó porque me trasladó el pensamiento a él, a su invitación, a que aún no se lo había contado a Rose y al razonamiento que tampoco se lo diría mientras Marcus estuviera en la ciudad con nosotras. Estaba segura que no lo aprobaría e intentaría disuadirme. Ya yo había dado mi palabra y, aunque no hubiera sido así, estaba contenta con la expectativa de ir con el señor Morelli a la fiesta y no quería que nada empañara esa ilusión.




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