La Esposa Cruel

Capítulo 12

Capítulo 12

 

El lugar era hermoso.

La entrada era guiada por una serie de escalones en mármol blanquecino. La decoración de ensueño con las mesas dispuestas de manera que se podía caminar entre ellas y al centro se destacaba una pista de baile. Había música en vivo y los arreglos florales de colores tenues embellecían el salón como jamás había visto alguno.  Solo en sueños hubiera podido asistir a una fiesta como aquella.

Giancarlo me rodeó por la cintura para ayudarme a subir los escalones y evitar que fuera a tropezar con el ruedo del vestido. El contacto de su mano en mi cintura me hace sentir emociones indescriptibles y no sé si logro aparentar calma cuando en verdad trepidan por mis adentros sensaciones nunca antes vividas. Al entrar fuimos recibidos con un ofrecimiento de copas de parte de un mozo y los saludos de gente que no conozco pero que ofrecen sus respetos. Giancarlo es muy popular entre ellos, me doy cuenta porque veo como se esfuerzan en estrecharle la mano y ganar su simpatía.

—Esta es nuestra mesa —me indica y puedo observar el correspondiente cartel sobre ella donde indica que le ha sido reservada.

Ocupamos nuestro lugar y damos el primer sorbo a nuestra bebida no sin que antes hayamos brindado.

—Por una noche inolvidable… —dice mientras choca su copa con la mía y me mira con ojos sonrientes.

La actividad comienza oficialmente cuando el maestro de ceremonias empieza dando la bienvenida y saludos protocolarios. En el momento que anuncia el nombre de Giancarlo Morelli, él se pone de pie y saluda alzando su brazo. Los aplausos no se hacen esperar y las miradas de los presentes caen sobre su figura y puedo también sentir algunas sobre mí. Esta noche Giancarlo es el sol y yo soy la luna que brilla gracias a su esplendor. Así me siento.

—Estoy muy agradecido de que hayas aceptado acompañarme —me dice.

—Ha sido un placer. El lugar esta hermoso y es una gran fiesta —respondo.

—¿Sabes que es lo mejor de esta fiesta? No…no te lo puedes imaginar. Mejor te lo digo porque creo que nunca lo adivinarías…—me dice con palabras juguetonas y poniendo un tono aniñado logrando que me relaje y le siga en su juego.

—A ver…¿Qué será? —respondo de la misma manera.

—Que tú estés aquí conmigo… —responde dejando a un lado el tono de juego y hablando con total seriedad.

No sé qué decir. Es lo menos que esperaba escuchar. Creí que diría que recibiría un premio, que estaba feliz por al fin tener un día de asueto, incluso que la comida que servirían era la más exquisita. De pronto me ha dado un ligero mareo, no encuentro donde reposar la mirada y me siento realmente torpe. Sospechó que lo ha notado pero no lo comenta.

—Te lo estoy diciendo en serio. Ni siquiera me apetecía venir pero que hubieras aceptado la invitación le ha dado magia a esta noche. Estoy muy feliz por eso, más de lo que puedes imaginar —continuó.

Permanecí en silencio. Buscando en mi cabeza que responder. ¿Qué es posible decir que parezca adecuado sin que me avergüence después por haberlo dicho? No lo sé. Estoy hecha un manojo de nervios que apenas si logro enfocarme en sus palabras y mucho menos atino alguna respuesta digna.

Pareciera estar leyéndome el pensamiento.

—No tienes que responderme nada. Ni siquiera tienes que creer lo que te digo, solo…vívelo…siente aquí mi corazón —dice mientras toma mi mano y la coloca sobre su pecho.

—¿Puedes sentir como palpita acelerado? El corazón no miente…es tu prueba de que cuando te digo que estoy emocionado por estar aquí contigo, es la verdad…— expresa con total convicción. Mi mano se pierde en la suya mientras la sujeta y puedo sentirlo. Es cierto, es real.

Por suerte, los músicos comenzaron a tocar y sus acordes me libraron de tener que responder las palabras que nunca logré articular.   

“¿Me concedes esta pieza?” pregunta y seguido me ofrece su mano para llevarme hasta la pista de baile. La música es de suave cadencia, los acordes de los instrumentos son un conjunto de notas musicales excelsas y delicadas. El centro de la pista ya ha sido invadido por varias parejas y nos ubicamos en un lado, cerca de nuestra mesa. Siento sus manos ceñirme la cintura, su cuerpo estrechado al mío y su aliento perdiéndose en mi cuello. Danzamos suavemente, no estoy segura si tengo los pies en el suelo o si estoy flotando, liviana como una hoja. Hipnotizada bajo su embrujo.

“Eres una mujer maravillosa” me susurra al oído y logro escucharlo sobre la música pero nuevamente enmudezco. No deseo hablar y quisiera que no me dijera tales cosas porque no encuentro que responder.

“Señor Morelli…” atinó a decir pero él me prohíbe continuar.

“Shsss…recuerda que hoy no soy tu jefe, hoy tan solo soy Giancarlo.” Repite con la voz suave y aterciopelada.

La pieza musical termina y me parece muy pronto. Estaría dispuesta a quedarme toda la noche bailando con él, aun después que la fiesta terminara y todos se hubiesen marchado a casa. Es imposible no desearlo.

Comienza la parte de la ceremonia donde hay entrega de premios y discursos de agradecimientos. Siendo que es una fiesta de empresarios lo que predomina es el anuncio de comercios y sus respectivos logros. Giancarlo no desea estar presente en esta parte y me pide que nos escabullamos a la parte posterior del salón. Salimos de allí como dos traviesos colegiales escapados de clases.

Llegamos a una acogedora terraza alumbrada con candelabros antiguos y plantas por todas partes, las paredes recubiertas de hiedra. El piso es de adoquines cerúleos que le dan un aire de antiguo palacete real. El viento sopla suave, suficiente para mantener la temperatura agradable y el ruido se pierde en la distancia. La luz a nuestra espalda proyectando nuestras largas y tenues sombras por el suelo.

Entonces me toma de improviso y sin pronunciar ni la más mínima palabra, me besa.




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