La Esposa Cruel

Capítulo 14

 

Capítulo 14

 

—Así que la señorita fue con el jefe a la fiesta…—la sarcástica voz de Sophia me mortificaba. Estoy esperando con ansias el día que abofetear a una compañera de trabajo no sea motivo de despido. Soy de sangre caliente y esta mujer me la hierve. Bastante tengo con Rose molesta en la casa como para tener que soportar a ésta arpía en el trabajo.

Vincent se encontraba cerca y le dedicó una mirada de reproche, eso la hizo silenciarse y se marchó de allí. Por mi parte, aguantaba con entereza de la mejor forma que podía. Me gustaba mi trabajo y, con excepción de Sophia, la mayoría de los trabajadores eran personas llevaderas y decentes.

—No te preocupes, ya se le pasará. Estás comenzando y quizás no es un buen momento para dar quejas a la administración. Sin embargo, sé que se le va a pasar. Lo he visto antes…cada vez que llega una chica nueva, así como tú…joven y bonita…quiero decir…con el mayor respeto, por supuesto — dijo acomodándose los espejuelos y sin dejar de repasar la vista por toda la tienda. Vincent puede tener la más interesante de las conversaciones sin nunca dejar de trabajar ni descuidar sus labores.

—¿Quieres decir que se ha comportado así antes con otras empleadas de la tienda? —pregunté interesada.

—¡Por supuesto! Pero solo con las que le parecen posibles rivales…la pobre vive enfatuada con el jefe y él no le hace caso…pero no te preocupes, ese no será tu problema. Tú no eres de esas chicas…—respondió alejándose para ir a atender un cliente que necesitaba ayuda.

Me encerré en mi pequeña oficina y no salí de allí sino cuando estrictamente necesario. Hay gente que puede hacer un infierno de tu gloria…así es Sophia.

Estuve concentrada trabajando todo el día. El señor Morelli no vendría hoy a su oficina pero Giancarlo estuvo siempre presente. Lo veo en todas partes, en todo lo bonito, en todo lo noble. Su recuerdo hace mi día más llevadero y no saber qué sucederá me produce una extraña emoción que no quiero perder, que disfruto. No obstante, el mal sabor de la discusión con Rose me incomoda. Sé que no logré disuadirla de que aquella fue una simple invitación, y hasta creo que intuye que estoy más atraída por mi jefe de lo que deseo admitir. Somos hermanas, nos conocemos hasta la última hebra del cabello, no puedo fingir ante ella.

También me mortifica lo que Marcus pueda pensar. Ya ha debido darse cuenta de muchas cosas, entre ellas, que mis prioridades son distintas, que yo misma he cambiado. Debió decepcionarle que en lugar de mostrar entusiasmo por la ayuda que me ofrece para descubrir el paradero de Agustina Lafayette, preferí irme a una fiesta. Creo que lo he decepcionado y no es para menos. Yo misma me desconozco.

*** 

Las semanas pasan volando.

Estoy afianzada en mi trabajo. He aprendido a un paso arrollador, según dice Vincent, quien además ha sabido sacarme de apuros cuando ha sido necesario.  

Me ocupo de todos mis deberes con esmero, me aseguro que cada una de mis tareas esté realizada hasta el mínimo detalle y hasta me las ingenio para adelantar trabajo que corresponde al próximo día. Tengo que reconocer que Giancarlo es parte de mi éxito. Me alaba todo lo que ve bien hecho y me ayuda cuando encuentro dificultades. Sabe explicarme, es paciente y me brinda la confianza que necesito para aprender. Es un ser humano noble y eso repercute en todos los aspectos de su vida incluyendo el trabajo.

También me ama.

¡Me lo ha dicho tantas veces que ya he perdido la cuenta!

Desde nuestra salida a la fiesta, ha sido un encanto conmigo. Me trae pequeños regalos cada vez que viene a la oficina, una flor, un perfume o me deja sobre mi escritorio algunas líneas de amor. No puedo ni comenzar a describir todo lo que esos detalles me hacen sentir.

A veces entra a hurtadillas a mi pequeña oficina solo para robarme un beso ¡Que útil ha resultado ser la pequeña puerta olvidada!  Llega y me abraza por la espalda. Una vez casi muero del susto porque estaba tan concentrada en mis papeles, que no me di cuenta de su llegada.

Debemos disimular frente a la gente, eso es vital. Jamás se me ha escapado llamarlo por su nombre frente a los demás, soy muy cuidadosa con eso. Mientras estamos en el lugar de trabajo siempre será el señor Morelli. No quiero crearme un problema ni creárselo a él. En múltiples ocasiones me ha rogado que ya lo hagamos público, pero le he pedido tiempo. Todavía no se lo he contado a Rose, aunque sospecho que lo sabe.

“Andas en una nube…demasiado feliz para ir al trabajo”…me lanza como comentario y tengo la corazonada que sabe que estoy enamorada, y más allá de eso, sabe de quién. No puedo seguir posponiendo esa conversación y decido contarle.

“Era hora que me contaras lo que ya sabía”… —me acribilla con sus palabras. Le hago saber todo lo que ha pasado en este tiempo, lo maravilloso que ha sido, lo profundamente enamorados que estamos. Me mira con recelo. Se le hace difícil entenderme, en especial le parece complicado entender nuestra relación siendo Giancarlo mi jefe y yo su empleada. Pero Rose es madura, aun para su edad, sabe decir palabras con sabiduría.

—Si todo es así como lo cuentas, no tengo por qué dudarlo. El amor puede nacer en lugares inesperados y con las personas que menos imaginamos —acota para mi alivio y sé que sabe marcar los límites de la realidad. 

Ahora puedo abrirme ante ella. Le cuento los detalles de nuestra relación, como Giancarlo resultó ser un hombre encantador, mucho más de lo que hubiera imaginado. Es la primera vez que me enamoro y espero sea la última, con este amor quiero quedarme la vida entera. Se lo aseguro y mi rostro enardecido de sentimientos debe haberla convencido. Me hace preguntas que respondo plácida y feliz, desea asegurarse que no estoy cometiendo un error, y me parece bien que lo haga porque yo también lo haría por ella. Somos hermanas y hemos pasado muchas cosas juntas. Quizás este es el momento que más necesitamos a nuestra madre, pero al no ser posible, me alegro que Rose esté junto a mí.




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