La Esposa Cruel

Capítulo 15

Capítulo 15

 

Mi inquietud se acrecentaba al escuchar sus palabras. ¿Qué podía ser tan urgente? Una tormenta se agitaba dentro de mí con cada segundo que pasaba. Necesitaba que hablara pronto, porque de lo contrario, la angustia me mataría.

—Dime lo que sea…te escucho…—respondí, casi rogué.

Caminó unos pasos hasta colocarse frente a mí, cara a cara. La puerta quedó cerrada y aire se sentía tan denso que me costaba respirar.

—Quiero que te cases conmigo…—dijo, soltando las palabras como quien libera un pajarillo de su jaula y lo observa volar.

Quedé estupefacta.

Lo amaba con locura, me había demostrado que era un hombre cabal. No solo era adinerado, guapo e inteligente sino que además era un hombre con los pies en la tierra, sin ínfulas de grandeza ni superioridad. No estaba dominado por la vanidad o la soberbia como otros en su posición. Era un hombre justo y trabajador, el sueño de cualquier mujer. A pesar de todas sus virtudes, yo tenía mis reservas. Me parecía demasiado pronto, apresurado por decir lo menos. Existían muchas cosas que él no conocía de mi historia, de mi familia. Cuando estábamos juntos no habíamos llegado a profundizar en nuestras vidas lo suficiente como para decir que nos conocíamos bien. Giancarlo no sospechaba como fue mi vida, las penurias que había pasado. Desconocía sobre mi padre ausente, la muerte de mi madre y los motivos que tuvimos para mudarnos a la ciudad. Mucho menos sospechaba de la promesa que le hice a mi madre y que juré cumplir ante su tumba.

Por mi parte, yo tampoco conocía a los suyos. No tenía idea de dónde vivía, jamás había pisado su casa. Hablaba muy poco de su familia y en ese sentido, podría decirse que su vida fuera del entorno del trabajo, me era ajena y  desconocida

—Amor mío…¿no te parece un poco apresurado? —atiné a decir.

—Me parece tarde…me parece que debí conocerte mucho antes y que todo lo que viví antes de ti fue una pérdida de tiempo. Te amo y eres la mujer de mi vida. Lo sé, lo supe siempre, lo supe desde el primer momento que te vi. Por eso corrí tras de ti aquel día… para no perderte…porque tú eres mi destino —aseguró.

No pude evitar que mis ojos se humedecieran ante tal expresión de amor. Yo, que había vivido hasta entonces en un mundo tan distinto, carente de tantas cosas, con afectos reducidos casi solo a mi familia, ahora me encontraba con este magnánimo sentimiento. Hasta me sentí indigna, poco merecedora de tanta devoción.

Giancarlo lleno los espacios de mi silencio con otra propuesta.

—Dime que necesitas para decirme que sí. Lo que sea, te lo concederé —propuso.

No vacilé al responder.

—Necesito que nos conozcamos mejor, necesito hablarte de mi vida y que sepas quien soy y de dónde vengo.

—¿Es eso todo? ¡Estoy más que listo para escucharte!…De todas formas, nada cambiará mis intenciones contigo.

—También deseo saber más de ti, de tu familia, de los fantasmas que arrastras, si alguno —añadí.

Entonces me pidió que tomáramos un día exclusivo para aclarar dudas, para hablar de todo lo que yo quisiera, para despojarnos de cualquier nube que estuviera empañando nuestro futuro. Acordamos cita para el siguiente día.

—Me voy sin una respuesta, pero me parece que es una sabia decisión. Te diré algo…esas son las cosas que me hacen amarte más…las que te hacen distinta…por esas cosas te amo —dijo y con eso se despidió cruzando la pequeña puerta olvidada.

***

Al llegar a la casa, le relaté todo a Rose.

—¿Le contarás todo? Te digo una cosa hermana, si cuando ese hombre conozca nuestra pobreza aún sigue en pie con su propuesta de matrimonio, seguro te ama…no lo dudaré nunca más —afirmó Rose.

Me hacía feliz escucharla. Yo estaba convencida del amor de Giancarlo pero me causaría un gran malestar que Rose no lo aprobara. Es mi única familia y su opinión me importa.

—Hemos acordado una cita mañana en la tarde, luego de la salida del trabajo. Vamos a dialogar y poner las cartas sobre la mesa. No te niego que este matrimonio me parece un poco precipitado pero si nos amamos ¿para qué esperar? —.

Rose asintió. Me había visto feliz todos estos meses y eso le agradaba. Incluso le gustaba saber que ya no hablaba de venganzas y que eché a un lado ese tema. Ella nunca estuvo de acuerdo con eso, ni siquiera porque fuera un pedido de nuestra madre. Ahora, la comprendo mejor. ¿Por qué el odio cuando se puede amar?

La vida por fin parecía sonreírnos.

Rose iba bien en la universidad, sus primeros exámenes comprobaron que ella era talentosa y capaz. Además, nos habíamos amoldado muy bien a la ciudad, mejor de lo que imaginamos. Estábamos cumpliendo aquello que dijimos el primer día que llegamos: conquistar la ciudad. En poco tiempo dejamos de ser las jovencitas perdidas, las que no tenían donde ir ni sabían cómo conducirse en la ciudad desconocida. Hasta mis modos impulsivos fueron apaciguándose. Ahora era más calmada, analizaba con detenimiento las situaciones antes de lanzarme y aprendí a callar cuando lo que iba a decir no era mejor que el silencio. De igual forma, creo que era madurez, que la vida me estaba formando.

Rose se había transformado en una hermosa joven universitaria y yo era una mujer de trabajo y próximamente…la señora Morelli.

Pensarlo me causaba cosquillas es el alma.




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