Capítulo 22
Cada día que he vivido con él ha sido una maravilla.
Roma es una ciudad encantadora con su Capilla Sixtina, la Basílica de San Pedro, el coliseo romano y hasta tomamos una excursión a la costa de Amalfi. Nunca pensé que mis ojos pudieran ver tanta belleza. Dejamos todo los problemas atrás. Nos hemos prometido no hablar de trabajo y hasta ahora lo hemos cumplido. Caminar tomados de la mano, disfrutar de un café o un helado de vainilla, visitar las tiendas y hasta improvisar un pasadía en un parque ha sido solo parte de toda esta aventura. Llevaré estos días grabados en mi corazón por siempre.
El día de regresar se acerca y con ello mis temores. ¿Qué sucederá cuando todo esto termine y tenga que enfrentarme a la realidad de saber que su madre seguro ya me odia? No quisiera pensar en eso pero es un hecho ineludible, no hay escapatoria, no puedo seguir disfrazando la realidad.
Regresamos cayendo la noche.
Un taxi nos lleva hasta la casa de Giancarlo que se convertirá ahora en mi hogar. Escuché cuando le dijo al taxista:
543 Valle Real…
¿Por qué me suena familiar? ¿No he estado en ese lugar antes? Han sido demasiadas horas de vuelo y estoy cansada y jet lag. No tengo cabeza para pensar claro. Sí, eso debe ser…
Quisiera descansar y cerrar los ojos para que mi mente deje de sabotearme.
De pronto se me dispara un pensamiento; es como si un relámpago iluminara la total oscuridad.
¡Acabo de recordarlo! ¡Esa es la dirección que me entregó mamá! Donde ella pensaba que podría vivir Augusta Lafayette. ¿Estaré en lo correcto? Tengo que buscar ese papel para verificar el número porque de ser así entonces ¿voy a vivir en la casa de mi enemiga? Todo es tan confuso.
Espero mañana tener claridad mental para organizar mejor mis pensamientos.
Cuando llegamos, repaso con mi mirada la entrada a la casa, la calle, la acera, el hermoso vecindario y entonces todo hace sentido. ¡Por supuesto que he estado aquí antes! Fue aquí donde aquella mujer me dijo que la señora Lafayette era la antigua dueña y ya no vivía ahí. Ahora comprendo que técnicamente no me mintió.
¿Quién sería aquella mujer? Sospecho que ya sé la respuesta porque ahora estoy atando los cabos. Me percato que en medio de tanta conmoción olvidé preguntarle a Giancarlo por Mamá Abuela. ¿Por qué no asistió a nuestra boda? Ella debe ser aquella mujer que me atendió cuando vine por primera vez. Cada vez entro en una madeja más compleja de interrogantes. En cuanto logro encender una luz, se apaga otra.
Giancarlo convierte su agradecimiento en propina al taxista y nos quedamos frente a la puerta. Observo todo a mí alrededor. Aunque es de noche y las sombras oscurecen el entorno, tengo la certeza de saber dónde estoy. Estoy tan sumergida en mis pensamientos que él lo nota y me lo hacer saber.
— ¿Qué te pasa, mi amor? —pregunta con visible preocupación.
—Estaba pensando, que es increíble que no es hasta este momento que me percato de la ausencia de tu Mamá Abuela a nuestra boda. ¿Por qué no asistió? —pregunté sin dar mucha vuelta al asunto.
Giancarlo sonrió. Estaba insertando el código de acceso al sistema de alarma e hizo una pequeña pausa.
— ¿Ya te había dicho que era un poco extravagante y fantasiosa?
—Creo que sí.
—Pues, te diré que ella evita estar donde esté mamá porque se traen riñas desde siempre…a veces creo que son celos por mi…pero bueno…te explico luego. No quiero que vaya a estar despierta y nos escuche hablar. Mañana temprano te la presento —.
Entramos a la casa y Giancarlo encendió una pequeña lámpara con lumbre tenue que apenas servía para dirigir el camino sin tropezar. A pesar de la penumbra pude observar la belleza y distinción de la casa. Todo lucía reluciente, como acabado de limpiar. Se respiraba una atmosfera tranquila y daba la impresión que nadie viviera allí con todo colocado perfecto en su justo lugar.
Llegamos hasta la recamara. Era inmensa, casi tan grande como el apartamento completo que compartí con Rose. Me sentí cohibida, no estaba acostumbrada a tanto derroche y creo que me iba a costar sentir aquello como mío.
Dejamos tiradas las maletas de lado y luego de un baño no dispusimos a descansar. Solo que estamos de luna de miel y… descansar puede esperar.
La siguiente mañana el sol resplandecía y se colaban sus rayos a través de la ventana.
“Creo que cuando me dijo que ella era todo un personaje se quedó corto” fue lo que pensé en cuanto Giancarlo me la presentó.
—¿No te dije que era un encanto? —pregunto en retórica Giancarlo refiriéndose a Mamá Abuela quien se esmeraba en atendernos.
—Vamos, niño…no me haga avergonzar frente a la señora…—respondía ella juguetona y dejándose abrazar por él.
Mamá Abuela resultó ser un encanto en verdad. Era cariñosa y sentía verdadera devoción por Giancarlo.
—¿Ya te contó mi niño que fue gracias a mí que te conoció? —me preguntó mirándome con ojos tan grandes que parecían devorarme.
—Algo me había dicho pero no conozco toda la historia…me gustaría saberla…—dije mostrando sumo interés.
—Pues resulta, que aquí Mamá Abuela siempre me espantaba las novias. Cualquier chica que conociera le encontraba algo...que si muy vanidosa, que si caza fortunas, que esto y lo otro…y así era como ninguna recibía su aprobación. Un día me dijo, que el día que se encontrara con una que de verdad fuera la indicada lo iba a saber al momento, que su corazón no le fallaba…que confiara, que la chica llegaría—relató Giancarlo.
Ella lo miraba extasiada, esperando el momento para continuar con su parte de la historia.
—Entonces llegó usted niña Antonella y supe al verla que era la mujer para mi niño —afirmó.
—¿Cómo lo supo? O sea… ¿Qué fue lo que vio? —.