La Esposa Cruel

EPÍLOGO

EPÍLOGO

 

Han pasado dos años desde la muerte de Augusta.

Abandonó este mundo escuchando el balbuceo de la pequeña Antonella y con gran serenidad en el rostro. Cumplimos su deseo de que sus restos fueran colocados junto a los de su eterno amor, mi padre Felipe. Más que eso, logramos unirlos con los de su pequeña hija, la primera Antonella. El sepulcro está ahora embellecido. Hicimos reconstruir el lugar, colocamos una lápida con sus nombres y nunca le faltan las flores. También está hermoso por las tres almas que allí descansan.

Los negocios siguen fuertes y estables. Cuando inauguramos la nueva tienda en mi pueblo, le ofrecimos el puesto de gerente a Sophia. Pese a nuestros enfrentamientos, la reconozco como buena empleada. Sin embargo, lo rechazó sin un destello de agradecimiento y presentó su renuncia final y firme al día siguiente. No hemos vuelto a saber de ella.

La salud de Mamá Abuela es precaria pero encuentra fuerzas cada día para cuidarnos a todos. Pasa sus días corriendo tras la pequeña Antonella y espero poder tenerla entre nosotros hasta la llegada de nuestro segundo retoño. Me encuentro nuevamente embarazada y la ecografía nos ha confirmado que será un varón. Pensamos llamarlo Felipe.

Rose se acaba de graduar de la universidad y mantiene un noviazgo con aquel joven que conoció en su primer año de estudios. Es un chico agradable y respetuoso. Tan metido en los libros como ella y con grandes planes para el futuro. Es también una tía consentidora y ha convertido a la pequeña Antonella en su sol. Todavía vive en el mismo apartamento de cuando llegamos a la ciudad. Allí le queda poco tiempo porque ya me ha anunciado su boda. ¡Mamá estaría muy feliz si pudiera vernos!

He regresado al pueblo una vez más. Esta vez fui a visitar la tumba de mi madre junto a Giancarlo y nuestra hija. Recorrimos la vereda que lleva a donde yacen sus restos y le presenté mi familia. Quería que supiera que lo había logrado, que encontré a Augusta, que guardo el collar y el brazalete de esmeraldas y diamantes para entregárselos a mi hija el día de su boda, tal como fue el plan en un principio. Quería que supiera que en lugar de una venganza encontré el amor, que donde hubo oscuridad encontré la luz.

Estoy abrazada a Giancarlo y siento una oleada inmensa de felicidad.

Creo que los finales deben ser tan grandiosos como los principios y por eso pienso que nuestro encuentro en la vida fue providencial. Que el pasado oscuro de nuestras familias nos unió…esta vez para amarnos por siempre.

 

 




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