La esposa del general

Miedo y dolor

Aine Bosse

 

Corro como posesa por mi propia casa son casi las seis de la mañana, no sé cómo carajos se me ocurrió dormir con el sexi rubio bajo el mismo techo de mi esposo, de seguro debo estar loca.

 

En cuanto logro entrar a mi habitación sin ser vista y veo mi cama me lanzó a ella quedando quieta tratando de calmar mi respiración y los latidos de mi corazón.

 

Cuando al fin me siento más calmada, me saco el vestido y me arropo de pies a cabeza, hacer el amor con Haona fue espectacular, aunque aún no sé cómo me atreví a hacer tremenda barbaridad en mi casa, nunca he sido de no respetar lugares tan sagrados como un hogar no obstante la calentura y esos ojos claros le ganaron a mi dominio propio.

 

Cierro mis ojos y pienso si en verdad vale la pena el riesgo, Samuel y Samir son lo más importante en mi vida y no puedo darme el lujo de que sufran por mis calenturas, Aun Milton no cumple su objetivo por el cual se casó y debo cuidar nuestras espaldas.

Un escándalo de esa magnitud puede traer múltiples consecuencias para todos y no me lo puedo permitir, esto fue un dulce y efímero momento que debo guardar dentro de mi corazón.

 

Salgo de la ducha muerta de nervios, pues sé que allí estaran todos, me visto de manera casual y bajo las escaleras en cuanto me acerco escucho la conversación animada del general y sus pupilos.

 

—Buenos días —saludo acercándome a Milton y le doy un beso en la mejilla.

 

—Buenos días, generala —dice Alan, divertido, sin duda el debe ser el alma de las fiestas y el que hace reír a las personas cuando están pasando un mal momento.

 

—Buenos días nani loa —respiro profundo y tomo asiento, los demás no parecen tomarle importancia a la palabra de hawaiano y eso me da calma.

Quizas su significado es una tontería.

 

Tomo café y un poco de kiwi con fresas cuando de repente una de las empleadas se acerca con el teléfono en la mano, parece agitada y nerviosa, lo que me alarma.

 

—Señora la llaman del campamento, al parecer surgió una emergencia con los niños —tanto Milton como yo nos ponemos de pie y rápidamente tomó el teléfono.

 

Llamada telefónica

 

—Si dígame, soy Aine la madre de Samuel y Samir Encarnación.

—Señora Aine, Samuel ha tenido un pequeño accidente y está en el hospital, Samir también lo está si gusta venir y le explicamos todo.

—Bien, allí estaremos, envíeme la dirección.

 

Fin de la llamada.

 

—¿Qué paso con los niños? —cuestiona mi esposo y los otros dos están prestando atención.

 

—Ambos están en el hospital, mis hijos tuvieron un accidente —digo dejando salir algunas lágrimas.

 

—¿En qué podemos ayudar? —pregunta Haona y Alan asiente.

 

—Acompañándonos, mi salud me hace lento para ciertas cosas y Aine necesitará apoyo —ellos nos dan miradas interrogativas, pero no verbalizan nada.

 

Subimos a la camioneta los cuatro y emprendemos un viaje de casi una hora hacia el hospital., sentí que se me iba la vida al no poder llegar más rápido, anhelaba tenerlos cerca y saber que están bien.

 

—Buenos días, soy la madre de Samuel y Samir… —explico sobre ellos y como llegaron aquí a través de campamento.

 

—Señores por aquí —nos llama la encargada del campamento que venía llegado a recepción.

 

—¿Cómo están mis hijos? —cuestiono con los nervios de punta.

 

—Tranquila, no fue nada grave, Samuel tiene una lección en la pierna, necesitará ayuda para moverse y descanso absoluto por al menos cuatro semanas, por otro lado, Samir tiene un corte en el mentón y un dedo roto —suspiro aliviada pero con unas inmensas ganas de verlos.

—Yo quiero detalles, dos niños que estaban bajo su protección no pueden tener esas lecciones por nada—agrega Milton.

 

—Bueno es que hubo… lo importante es que están bien, lo demás se puede resolver...

 

—Pero como es que sucedió esto —la voz del rubio sexi me sorprende ni siquiera le dije que tengo hijos y ahora parece un padre enojado, de solo escuchar y ver como intimidad a la mujer me siento acalorada y muy húmeda.

 

—Lo sentimos nosotros…

 

—Ya arreglaremos cuentas por ahora lo importante son los niños —dice el general y todos volcamos nuestra atención en lo que realmente importa que son mis hijos.

 

Tanto Samir como Samuel están recuperándose, hoy los llevaremos a casa, Haona se ha encargado de asistirme y Alan de mover a Milton de la casa al hospital.

—Ya es hora de irnos —musito mirando a mis hijos que sonríen justo la puerta es tocada y por ella entra el doctor encargado y el hawaiano sexi, suspiro mirándolo y él observa los pequeños, imagino que ya sospechara que no son hijos del general.

 

El doctor me da indicaciones y la receta de algunos medicamentos que necesitaran mis hijos para recuperarse en su totalidad, luego se marcha deseándonos buena suerte.

 

—Hola, niños, soy Haona, amigo de sus padres —Samuel lo mira con recelo mientras Samir abre sus brazos.

 

—Me llevas, tengo un corte y un dedo roto por defender a mi hermano, la próxima vez golpeo a esas niñas aunque mi hermano dice que no, que los hombres no debemos levantar las manos contra las mujeres aunque estas lo hagan con nosotros —mi hijo menor no está de acuerdo con ese pensar, pero Samuel es todo un caballero y aunque Samir también lo será no es de los que se deja pisotear.

 

Cuando escuche lo sucedido me calmo saber que todo fue por celos de las niñas y no paso a mayores, aunque si Samir no hubiera interferido quizas las cosas fueran más graves.

 

— Por supuesto pequeño te pareces mucho a tu madre —mi hijo sonrió emocionado ante ese halago y es cierto mi Samir no solo es dulce, amoroso y risueño, si no es también mi calco en versión masculina.




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