La esposa del general

Dejando las cosas claras

Haona Kekoa

 

—Te has vuelto loco —Alan me toma de la camisa cuando me ve salir de la habitación de Aine, a pesar de su enojo, yo sonreí como idiota embobado por la exótica belleza de esa mujer.

 

Desde que descubrí que esa maravillosa mujer que me volvió loco en mi amada isla Hawáii resulto ser la esposa del general y no uno cualquiera, sino un hombre al que respeto y quiero como un padre, perdí la cabeza.

 

—Esa mujer allí dentro es la esposa de nuestro general, el hombre que nos enseñó lo que sabemos y confió en nosotros eres... —mi mejor amigo hace silencio cuando entramos a la habitación que él está ocupando y da vueltas de un sitio a otro.

 

—No te acuerdas que el general siempre decía que si se enteraba de que su futura mujer le fuera infiel, él mataría al bastardo después de hacerlo sufrir arrancándole las uñas y dientes, te quiero hermano, lo sabes, pero está haciendo las cosas mal debes confesarle todo al general o irte antes que los descubra piensa en los niños él podría incluso matarla quizas ella está con él por dinero—suspiro dándole la razón, pues recuerdo eso, pero cuando la tengo cerca no uso mi cabeza.

 

—Ella es la chica que te conté, no puedo sacarla de mi cabeza y no me importa si muero, ella es mia, mi mujer y simplemente debo asegurarme de que no lo olvide —salgo dando un portazo y voy hasta mi habitación.

 

Entro al baño y me doy una ducha tratando de enfriarme, sé que lo que estoy haciendo no está bien más, no puedo detenerme asi de simple.

 

Ella es la mujer perfecta para mí la que tanto espere y no pienso rendirme tan fácilmente, al menos pienso dar la pelea.

 

 

—Hijo, ¿estás allí? —escucho a Milton del otro lado de mi puerta y respiro profundo antes de ir a abrirle.

 

— Aquí estoy —respondo y este sonríe me hago aún lado para que pueda pasar y después cierro la puerta para estar solos, su mirada me indica que tiene algo que decirme.

 

  —Quiero que me seas sincero y me digas que sucede, me pareció extraño cuando me enviaste la solicitud para no ir más a campo, sé que siempre has amado estar en frente de un batallón atendiendo a los heridos —asiento sin saber como decir lo siguiente.

 

—Sabes que estuve de vacaciones bueno aún lo estoy y pues fui a visitar a mi madre estando allí conocí una chica que permaneció a mi lado la semana más maravillosa y espectacular de mi vida, estar con ella me hizo darme cuenta de que estoy en los cuarenta aún no tengo hijos ni una esposa que me espero en casa, mi madre me menciono que su hermana más joven ya tiene nietos y es una clara indirecta de que ella quiere los suyos —él me mira sonriendo.

 

—Me parece bien en realidad cuando me case con Aine fue con la intensión de al fin pedir mi retiro, también mi salud se iba deteriorando y no deseo pasar mis últimos momentos, solo —me quedo viéndolo sin saber qué responder.

 

—A partir de la próxima semana estarás en mi puesto, ya me quedaré definitivamente en casa —abro los ojos con demasía, él dejándome su puesto mientras yo me follo a su esposa.

 

—Yo no creo merecer eso, no lo aceptaré —este sonríe con conocimiento o eso es lo que pienso.

 

—Claro que si ya necesito descansar estaré contigo unos días dándote instrucciones y luego tú harás un excelente trabajo y asi podrás tener tiempo de buscar esposa y formar una familia —expresa con esa voz demandante que no deja admisiones a quejas o desacuerdos.

 

—Bien, pero no creo compararme contigo, jamás ocuparé tu lugar, eres el mejor Milton   —musito con sinceridad y empezando a sentir culpa por estar con su esposa en su propia casa, soy una mala persona y ahora me siento como una mierda.

 

—No tienes por qué compararte conmigo y lo de tener mi lugar es algo relativo, depende de en que aspecto de mi vida quieras ocupar mi lugar—me guiño un ojo y salió dejándome más confundido que nunca...

 

Milton (El general)

 

—Aine, querida, ¿qué piensas de Haona? —ella se gira con gran asombro y un lindo rubor rosa cubre sus mejillas.

Aine podrá tener más de treinta años, pero en ciertos temas se ve tan inocente y tierna que dan ganas de apretarles las mejillas cuál niña pequeña.

 

—¿A qué te refieres? —cuestiona sin apartar la mirada pero aún ruborizada.

 

—Es que solicite o mejor dicho, recomendé dejarle mi puesto y aceptaron, ya se lo dije, pero este no está muy de acuerdo, según él, no merece tener mi puesto u ocupar mi lugar —ella se pone más nerviosa y se gira para seguir leyendo su libro, muy de vez en cuando vengo a su habitación y charlamos por horas, Aine se ha convertido en una amiga muy especial para mí, escucha mis dudas existenciales y me da consejos como si fuera mayor que yo, suena hasta irónico, pero es totalmente cierto.

 

—Bueno, al parecer es responsable y entregado o eso te he escuchado decir, también está su amigo, ambos parecen ser tipos buenos, no obstante tú tienes la última palabra, me alegro, al fin estés listo para marcharte con la cabeza en alto, nuestra misión está casi cumplida —dice con sinceridad, sonrió asintiendo y me recuesto en su cama.

 

—Sabes, deberías de ejercer tu profesión, eres una chica muy inteligente y no es justo que desperdicies tus mejores años, encerrada en estas cuatro paredes, yo partiré pronto y los niños están creciendo, necesitas a alguien que te dé cariño y...

 

—Todo a su tiempo, mi general, todo a su tiempo —ella me da un corto abrazo, seguimos con nuestras lecturas, en ocasiones me quedo a dormir, pues me vence el sueño y otras me voy después de que ella lo hace.

 

 En el desayuno me parece extraño que todos estén presentes menos Haona, Alan sonríe mientras dialoga con los niños que animados, le cuentan cosas del colegio y del campamento.




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