Prepárate, tenemos un evento importante esta noche.
-Elliot
Suspiro cansada después de leer ese mensaje. Trate en lo posible evitarlo, pero debía cumplir con mi rol o de lo contrario todo lo que he soportado sería en vano.
Recuerdo lo claro que fue el día que llegué a esta casa hace cinco años. Tan ingenua, enamorada y llena de ilusiones de que viviría con el hombre de mis sueños, pero quien me habría dicho que en realidad este se convertiría en mi verdugo.
Tocan la puerta y permito que Lucy entre. La única persona que me recuerda que todavía hay esperanza y luz allá afuera.
—La maquillista y el peluquero ya están aquí señora—anuncia y con un gesto les indico que pasen.
No tiene sentido pelear. Elliot es quien elige mi ropa y peinados para asistir a los eventos importantes de la empresa. Siempre son vestidos recatados y que parecen ir más acorde con el estilo de madre. Otro motivo por el que tampoco me apetece ir y fingir frente a un grupo de personas que mi matrimonio va de maravilla.
Termino de vestirme y despacho al personal. Me queda tiempo de sobra y decido revisar mis calificaciones del último semestre. Después de tanto esfuerzo y peleas, oficialmente logré culminar mis estudios académicos en secreto.
¿Quién estaba aquí pata felicitarme? Solo yo, para sorpresa de nadie. Quería compartírselo a él, aunque sea presenciar asombro porque su esposa culmino sin ayuda de nadie sus estudios.
Desde mi ventana distingo su auto llegar y procuro bajar a la entrada principal. Entre más rápido nos vayamos, más rápido regresaremos.
—Estoy lista —anuncio y me someto al frío juicio de su mirada.
Elliot Ackerman, todavía no comprendo como es que cada fibra de mi ser se sienta consumida por su presencia. Espero su aprobación y el silencio es indicativo de esta. Algunas veces sueño con que me dedica sencillas palabras amorosas, pero como sabemos, esto sería incapaz de traspasar el límite de mi imaginación.
—Espero que te comportes a la altura, seremos el centro de atención y nada puede salir mal —enfatiza antes de darse la vuelta en dirección a la puerta.
—Nunca te he decepcionado en un evento —respondo cansada de que piense que soy el origen de su desdicha.
—Siempre hay una primera vez para todo —dictamina.
Nos adentramos en la limusina sin mediar palabra alguna. Desconozco como estuvo su día, su estado de humor, que es lo que más le pone nervioso de esta fiesta. Hace algunos años habría puesto mi empeño en saberlo, sin embargo, con el tiempo comprendí que el silencio sería mi respuesta.
—Recuerda comportarte —son las frías palabras de aliento que me brinda antes de salir del coche y extenderme la mano para entrar juntos al lujoso hotel.
Llámenme tonta si quieren, pero una de las pocas cosas que disfruto de estas reuniones es el radical cambio de Elliot. Una dolorosa mentira que de cierta forma alivia mis heridas.
Vuelve a ser el hombre del que me enamore en mi juventud. Sus ojos brillan y su sonrisa resplandece deslumbrando a quien lo rodea.
—Señor Martins —saluda a mi padre. Mi padre se regocija al vernos, ya que somos el recordatorio de que nuestro patrimonio y familia se encuentra en perfecto estado.
—Elliot que bueno verte aquí relajado. Han sido días largos en la oficina ¿no es así?
—Así es señor —procura mantenerse lo más respetuoso, pero distante posible. Mi madre llega en ese momento y nos saludamos en silencio.
—Después del último proyecto considero prudente que nos tomemos unas vacaciones para disfrutar de la familia —comenta mi padre inocentemente.
—También pienso lo mismo Elliot —se une mi madre a la conversación—. Creo que ocuparas bastante tiempo libre este verano.
Elliot se remueve incómodo y lo sé porque su mano se aprisiona en mi cintura. Siempre lo hace cuando se siente de esa forma, es como una señal secreta para que lo saque de un aprieto.
—Me temo que esa decisión depende de mi esposa —responde dejándome la responsabilidad.
Todas las miradas recaen en mí y respiro profundo para evitar someterme a un error.
—Elliot es demasiado hiperactivo para quedarse en casa. Creo que debemos aprovecharlo en la empresa ¿no? —respondo con el fin de complacerlo. Es un adicto al trabajo o se ha convertido en uno desde que nos casamos.
—Como tú digas, de igual forma tendrás bastante tiempo libre después que esto finalice —responde mi madre demasiado sonriente.
—Dorothea —la regaña mi padre.
Ese recordatorio cae como un balde de agua fría. Mi esposo evita responder y se despide con un gesto amable.
—¿Ya has pensado en lo que sucederá entonces? —me atrevo a preguntar cuando nos alejamos de otro grupo de personas. Quedan pocos meses para que finalice el tiempo del contrato, pensé que a estas alturas seríamos una pareja funcional, pero tengo suerte de que me responda.
—Ignora a tu madre, no es el momento para discutir —indica e imagino que lo dice para confortarme.
Siento una caricia que me desestabiliza por completo y me hace soñar con pedir más de ese calor. Detesto que mi corazón se agite de esta manera, algunas veces deseo una medicina que me cure del mal que provoca Elliot.