La Esposa Sustituta

Capítulo 3: Golpe de realidad

ANYA

ACTUALIDAD

—Solo quedan 6 meses —susurro al tachar otro día en el calendario de nuestra, bueno, mi habitación. 

Durante todo este tiempo aprendí que lo mejor que puedo hacer es ser sensata conmigo misma. Había puesto todo mi esfuerzo, tiempo y energía por intentar salvar mi situación, pero de poco me ha servido. 

Escucho que el teléfono de la casa suena y un escalofrío recorre mi espalda al pensar en el hombre al otro lado de la línea. Tanto tiempo en silencio y soledad me han hecho memorizar el sonido de los pasos al caminar de todos en esta casa. Seguramente Lucy trae la noticia que amargara mi día nuevamente.

—¿Señora? —abre la puerta con sigilo.

—Ya sé que no vendrá Lucy —digo y trago el nudo que se ha formado en mi garganta—. Tampoco quiero cenar hoy.

—El señor dijo que tenía mucho trabajo y debía quedarse más tiempo en la oficina.

—Está bien Lucy, tú no me debes explicaciones —resalto ya que soy consciente de la vergüenza que siente cada vez que tiene que dar la cara por Elliot.

—¿Segura que se saltara la cena? Puedo traerle la comida hasta aquí —sugiere.

—Gracias Lucy, pero he perdido el apetito.

Se marcha con mi negativa. Vuelvo a entrar en el mismo dilema de estos últimos días y la impotencia corroe mi cuerpo.

Llevo tiempo trabajando en mi persona que evado los sentimientos negativos, pero es muy difícil cuando la persona que todavía amas te deja a un lado en un chasquido de dedos.

Mi madre me comento que ella había tenido algunos novios mientras estuvo en el extranjero así que deseo escucharla presumir sobre uno de ellos. Mis padres estaban bastante emocionados por lo que decidieron organizar una cena de bienvenida.

Me he mantenido distante estos días, ya que quiero evitar el alboroto y de alguna forma, escuchar las palabras de mi madre referirse a ella continuamente como la hija perfecta.

Avanzada la noche me arrepentí de haber evitado la cena. Bajo sin aviso a la cocina y esta se encuentra vacía, sin embargo, escucho murmullos provenir del apartado de las chicas de servicio.

—¡Wow! —exclama una de ellas—. ¿Esta es la hermana de la señora?

—Que envidia, ya me gustaría tener ese vestido y ese cuerpo —dice otra.

—Ya me gustaría a mi verme igual de bien junto a un hombre como el señor Elliot.

—¡¿Qué dicen niñas maleducadas?! —reconozco la voz de Lucy—. ¿Qué no respetan a sus jefes? ¿Por qué traen esta porquería de la calle?

—Lucy es una revista —se defiende—. Nosotras no somos culpables de nada, en cambio el jefe…

—Enséñame esa revista —digo saliendo de mi escondite para tomar el trozo de papel que sostiene una de ellas.

—Señora lo sentimos mucho, solo queríamos ver los vestidos de temporada —se excusa una de ellas.

—Señora no lea eso —pide Lucy, pero ya es tarde. Es imposible ignorar las grandes letras rojas que enmarcan la portada y principalmente a los protagonistas de esta —. Niñas vayan a sus dormitorios —ordena Lucy.

Me desplomo en una silla y siento que mi estómago se revuelve. Veo nuevamente el papel con lágrimas en los ojos y deseo que todo sea una mentira… pero a quien engaño, esto tuve que haberlo visto venir.

¿Alguna vez me miro de esa forma? Hacía bastante tiempo que no miraba esa sonrisa y ni pensar de tomarle la mano de forma informal en público. Las demás fotos solo mostraban su innegable química y cercanía. En los títulos se referían a mí como su esposa; yo no tenía nombre.

—Señora esas revistas son amarillistas, solo inventan mentiras.

—Esta vez no Lucy —musito—. Tú y yo sabemos cuál es la verdad y quien es tu jefe en realidad.

—¿Gusta que le prepare algo? —inquiere preocupada.

—Estoy bien —digo antes de retirarme con la revista en mis manos.

Elliot Ackerman realmente la creía la misma niña tonta ¿Tiempo en la oficina? Podría haber inventado una excusa más original, ya que durante los cinco años que llevan casados nunca trabajo hasta tarde, si era necesario traía trabajo a casa.

Lo que Elliot ha querido decir todos estos días es que ocupaba tiempo para ponerse al día con mi hermana que no espero siquiera a que finalizara el tiempo del contrato. Ella era Agnes Martins y no esperaba porque ella tomaba.

Decidí quedarme despierta hasta tarde y esperarlo. Con esta avalancha solo me quedaba esperar la verdad de sus labios. Solo esperaba que apareciera y esa noche no resultara más trágica de lo que era.

El título de la revista y la foto es la última gota que necesitaba para llenar este río de amargura y tristeza en el que se había convertido mi vida.

Yo no significaba nada para él, nunca lo hice. Quedaban meses para finalizar con el periodo del contrato, ella había regresado a la ciudad y Elliot ya estaba detrás de ella de nuevo.

Me miré en el espejo y desconozco el reflejo de la mujer en este. Sé que puedo ser más que esto, que la triste y patética mujer de Elliot Ackerman. Pisotearon mis sueños, sin embargo, no contaron con que yo ya tenía otros en mente y lo mejor, era que estos eran lejos de ellos.




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