La Esposa Sustituta

Capítulo 7: Planes y Encuentros

ANYA
ACTUALIDAD

Despierto en una habitación que me recalca el sitio en el que me encuentro. No hablo de geografía, sino de estado sentimental. Estos dos últimos días me han servido para soltar todo aquello que guarde en la mansión, ya que algunas veces sentía que incluso la misma casa se burlaría de mí por ser incapaz de preservar un matrimonio, aunque estuviera destinado al fracaso…

Reviso el reloj y es bastante temprano. Podría darme la vuelta y seguir lamentándome, pero me temo que debo demostrar algo a esa persona importante, yo. Me desperezo y me meto en la ducha para asearme y dejar que el agua se lleve los pensamientos relacionados a Elliot y todo lo que denomino ahora como mi pasado.

Conecto mi laptop y tengo varios correos en la bandeja. Mi corazón traicionero quiere abrir la bandeja que seleccione para desviar todos los mensajes de Elliot y mi familia, pero me abstengo consciente de que podría hacerme aún más daño. Únicamente mantengo contacto con mi ahora abogado, el señor Winston y Melisa, mi mano derecha y única tripulante en este barco a mi nueva vida.

Me mantengo ocupada revisando mis fondos y permisos. Ella se encarga de discutir con la decoradora y proveedores. Mi corazón se agita emocionado deshaciéndose de cualquier pena cada que pienso en este proyecto.

Siempre he amado la repostería, durante los últimos casi cinco años he perfeccionado recetas y probado otras. Pasaba mucho tiempo sola y únicamente podía salir con él o su permiso, así que hornear siempre fue parte de mi día a día.

Ahora con mis estudios y la libertad de mi fideicomiso estoy cumpliendo mi sueño. Llevaba tanto tiempo añorándolo que se convirtió en mi pasatiempo diseñar cada aspecto de este.

Por un segundo pienso en mi familia y lo extrañados que pudieron estar ante mi ausencia el otro día, pero lo más probable es que siquiera lo hayan notado. Me produce curiosidad el hecho de que Winston no me haya enviado respuesta alguna sobre el divorcio. Ahora que mi hermana había regresado ellos finalmente estarían juntos.

Esa amarga sensación se mantiene arraigada a mi pecho. Mi estúpido corazón se negaba a dejarlo ir, anhele su amor desde que éramos niños y después de todo pensaba que nuestra complicidad en reuniones podría progresar hasta ser lo que éramos antes, pero sí que estaba equivocada.

Tocan la puerta de la habitación y observo a mi futura socia al otro lado con dos cafés en mano.

—Muñeca, me alegra tanto verte —me saluda con un abrazo honesto, algo que aprecio mucho considerando que estos escasearon durante los últimos años —. Tenemos mucho trabajo.

—Ya he hablado con los dueños de dos locales, uno esta dispuesto a rentar y el otro a vender, pero el que yo quiero…

—No me digas —su sonrisa se desvanece —¿Cuánto quiere?

—Demasiado para nuestro presupuesto —revelo—. Aunque estaba pensando en ir y tal vez convencerlo.

—Tú y yo somos testigos, a estas alturas no tenemos nada más que perder —me anima y tomo asiento junto al computador con ella.

Meli y yo nos conocimos en la universidad, antes de casarme. Solo éramos conocidas, pero por motivos personales ella y yo abandonamos y retomamos las clases al mismo tiempo. Todo mi grupo anterior iba adelante y ella se convirtió en mi compañera de equipo. Nuestra amistad se afianzó cuando descubrimos nuestra pasión por la repostería. Es la única amiga real y que nadie de mi ambiente conoce.

—He hablado con la distribuidora y si conseguimos local le tomaría una semana en montar los hornos y estantes —lee el contenido en su teléfono —. La decoradora tomaría dos semanas.

—¿Tienes el correo del dueño? —pregunto y ella busca en su teléfono—. Concertaré una cita para hoy.

—¿Qué haremos si se niega a bajar el precio?

—Tendremos que acomodarnos a un nuevo sitio —señalo y realmente espero que la persona acceda.

Ese sitio es perfecto, es una zona céntrica y segura, rodeada de abundante área comercial y lo mejor, lejos de los sitios que él y ella acostumbran.

No abandonaría la ciudad por ellos. Yo tenía el mismo derecho a ser feliz y jamás hice algo por lo cual deba huir. Me marché cansada de esa vida sin amor y en la oscuridad, es diferente. Me tomo mucho tiempo quitarme la venda de los ojos, pero más vale tarde que nunca.

—¡Te ha respondido! —chilla Melisa tomando mi computador —. Dice que está disponible esta tarde.

—¿Conoces el verdadero nombre del dueño? —pregunto al revisar las iniciales al final del correo.

—No, tengo entendido que la mayor parte de locales en la zona pertenece a un conglomerado —dice sin mayor importancia —. Debe ser algún empleado que se apiadó de nosotros.

—Si es un empleado dudo que esté dispuesto a rebajar el precio —me quejo.

—Ya te lo he dicho.

—No perdemos nada intentando —repetimos en unísono.

Una hora antes de la pactada decidimos salir del hotel para evitar cualquier inconveniente.

—¿Hay algún paquete para mí? —pregunto en recepción. Puede que Winston me haya enviado los documentos en lugar de un correo. Espero aquello como si fuese un paquete de algo que has comprado en línea, pero que puedo hacer aprendí sobre la indiferencia del mejor.




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