El hostil vibrar de mi teléfono resuena incesante, entreabro un ojo para ver la hora en el reloj de la mesita de noche, son las 7:30 de la mañana, algunos de los traviesos rayos del sol traspasan el cristal de la ventana para posarse en mi cara adormilada, me cubro echándome el edredón encima, ¿en serio quien tenía que despertarme tan temprano en domingo? Aún debajo del sobrecama, estiró la mano buscando el móvil a tientas, deslizó el dedo en la pantalla sin si quiera checar de quien era la llamada entrante.
_Si, diga_ mi voz es ronca, apenas entendible.
_Uy, ¿te desperté?_ la voz más familiar del mundo es la que está del otro lado de la línea.
_¿Tu que crees?
_Ups, perdón, te llamo para invitarte a desayunar, no sabía a qué hora hacerlo, temía llamarte una vez ya lo hubieras hecho.
_Morgan con un mensaje hubiera sido suficiente_ mis ojos se han acostumbrado a la refulgencia de la habitación, poco a poco me descubro la cara, dejándola bañar en el dorado de la luz entrenado por la ventana.
_Lo más probable es que no lo hubieras visto, ¿entonces?
_En un rato llego, gracias.
_Vale, no me dejes esperando y apúrate que ya tengo hambre.
_Ya, ya voy
Me levanto con pesar y voy directo al cuarto de baño. Abro el grifo y ajusto la temperatura del agua, me adentro a ella con un gran bostezo de por medio, dejo que el agua fresca humedezca mi piel y me quedo ahí un rato. La ducha es una de las cosas más relajantes que existen, mamá siempre me regaña por el extenso tiempo que permanezco bajo el chorro de agua y sé que tiene razón, pero es que a veces ni siquiera me doy cuenta de cuanto tiempo transcurre. Al salir me enredo en cabello escurriendo en la toalla y me visto con un conjunto de pants color caqui.
Al bajar no hay nadie, mis padres habrán salido a su caminata matutina, entre semana no lo pueden hacer juntos dado que papá va sale muy temprano a su trabajo, pero el domingo lo tienen libre para ellos solos. Es una de los hábitos que han adquirido aquí, hacen un poco más de actividades juntos, en ocasiones me invitan, pero casi nunca los acompañó, por lo general esos días los paso con Morgan, ya sea en su casa o en la mía, siempre y cuando no se le meta la idea de ir a algún lugar. Antes al menos tenía la cortesía de avisarme con tiempo, ahora solo llega e indica rumbo sin si quiera pedir opinión, en parte entiendo el motivo por el cual lo hace, tantas veces como pude rechazé la invitación obligándola a permanecer en medio de cuatro paredes, algo que definitivamente no va con ella, en fin aunque al principio muchas veces no me apetezca la idea casi siempre termino complacida con la actividad que decida hacer.
La señora Miller me recibe con entusiasmo, cuando atravieso la salita de estar el olor a pancakes llega inmediatamente a mi nariz despertando la sensación de vaciedad en mi estómago. Entro a la cocina, Morgan está ocupada frente a la cacerola, su cabello es un alboroto, ha perdido por completo el encanto de ayer, una vez más es la chica de siempre, sin maquillaje, con el cabello recogido en un moño en la nuca, entusiasta, pasando de aquí a haya sin parar de moverse, hablando hasta por los codos y el rostro adornado con una sonrisa, esa actitud que la singulariza y la hace única y bella, su ropa suele ser de más sutil posible, claro mientras no se trate de una ocasión especial, porque ahí si es seguro que despampana a todos a su paso.
_Buenos días_ saluda con voz infantil, _ llegas a tiempo, ya se es algo sencillo, ya sabes que no soy mucho de estar en la cocina, he durado un montón haciendo estos cuantos.
_ Se ven deliciosos_ digo con una sonrisa sincera.
_Espero que te gusten, ya sé que no es nada en comparación con los desayunos que me has invitado, pero es que hace tanto que no pasamos una mañana juntas…
_ Morgan_ la interrumpo_ a ver el que mi madre sea una experta en la cocina no quiere decir que me la pase comiendo comidas exóticas o algo así_ aclaro con un ademan exagerado.
_Bueno, espero que al menos me hayan quedado apetecibles.
_Eso de seguro.
Nos servimos los pancakes con fruta encima y los rociamos con miel, les pongo mucha, demasiada, lo cierto es que soy muy susceptible a comer cosas dulces, muchas veces exagero con ello, pero no puedo evitarlo, me produce una gran satisfacción ver aquel liquido dorado deslizarse por la superficie roja de la fruta, la fresas, moras y frambuesas quedan con un aspecto cristalizado.
_ ¡Dios! si que esta hambrienta_ exclamo con asombro al ver que la pirámide de pancakes de Morgan es más alta que la mía.
_ Mucho, además ya sabes que tratándose de comida, no me limito_ contrataca encogiéndose de hombros.
Capto la indirecta en su comentario, hace tiempo que comencé a preocuparme demasiado por las calorías que consumía, se me volvió casi una obsesión, más que llevar la cuenta de la cantidad que comía para mantenerme saludable lo hacía por miedo a mi apariencia física, Morgan lo notó al poco tiempo de que nos hicimos amigas, recuerdo la primara vez que comimos juntas, mi plato contenía porciones muy pequeñas, su mirada tan extrañada se quedó intercalándose entre yo y el plato, en aquel momento no dijo nada, pero con el tiempo me empezó a persuadir para comer un poco más y dejar mi desasosiego por la comida. Aunque siento que ahora como lo suficiente ella sigue ganándome en cantidad, aparentemente tiene un muy buen metabolismo, se mantiene en una excelente figura a pesar de todo.
Una vez en el comedor comenzamos a conversar de la noche anterior, me cuenta de sus regalos y los contratiempos que tuvieron, también me agradece por los bocadillos y la tarta de chocolate, por cierto, una de las cosas que tenemos en común es la obsesión por el chocolate.
_En otras noticias, ya tengo en que ocuparme este verano_ comenta con emoción
_ No me extraña, nunca estas quieta ni un segundo_ expreso de manera divertida_ ¿en qué? _ añado mientras encajo el tenedor en mi acolchonado desayuno