Arán Fiammetta.
El cielo parecía percibir lo que se acercaba, se sentía o tal vez yo lo sentía. El cielo nublado, el sonido de los rayos que iluminaban una casi obscuridad y las pequeñas brisas que humedecen mi rostro, lograban acentuar mi preocupación. Hasta ahora creo que el clima advierte de un mal suceso o incluso una decisión que puede llevar a ello. Hoy el cielo confirmaba mi presentimiento, así que tenía que pensar con claridad.
Soy de las personas que analiza la situación para saber en que momento atacar, ahora él me estaba pidiendo un favor y todo pintaba ir a mal. Así que fui claro al seguir mi instinto y dar mi respuesta sin ningún titubeo:
—No— digo con firmeza. Dejo a un lado la espada para dirigirme al río y lavar mis manos—. Lo que me estás pidiendo es estúpido.
Sigue mis pasos y se detiene a un lado para observarme con atención. Esta tratando de recordar alguna de mis debilidades, lo que no sabe es que lo conozco perfectamente y sabía que las usaría en mi contra, así que he cambiado cada una de ellas.
— Perderán todo lo que tienen, inclusive tus padres y tú— dice con total calma y seriedad.
Levanto la cabeza de golpe, sorprendido. No lo observó, en ningún momento le doy el gusto de que vea el reflejo de mi preocupación en mis ojos.
Así que ahora recurre a el chantaje, contraataca con lo único que no fortalecí. Eso era nuevo, necesitaba más tiempo. Al parecer el ambiente también lo tomó de sorpresa, porque un fuerte trueno cayó al momento que mi mueca cambiaba.
Este hijo de...
—No serás capaz de hacer eso.
—Yo no, pero ella si.
Ella, claro, la había olvidado por completo. No comprendo nada acerca del tema con esa chica, lo que si se es que terminaría con los planes que se tienen para nosotros.
Mientras las hojas color rojo caen suavemente al piso, mi mente ve todas las variables, inclusive trato de encontrar otra solución; pero fallo en el intento. Entonces no me queda más que aceptar. Que venga lo que tenga que pasar.
— ¿Qué pretendes que haga?.— pregunto volviendo mi vista a mis manos bajo el agua.
— Ya te lo he dicho.
—¿Y cómo estás tan seguro de que así pasará?.
— La he estado siguiendo, estuve viendo todas las maneras para que así suceda. En todo caso, tengo a alguien que puede ayudar.
—¿Se puede saber quien es?
Al terminar de hacer la pregunta, una chica sale con total cautela de entre los árboles rojizos. Emerge como un rayo de luz entre la obscura luz roja, lo digo por la ropa colorida que llevaba y por la forma que Daune la observa: con fascinación, como una esperanza. Yo solo la observo como hasta ahora veo a Daune: como una tragedia, una perdida y un desastre. No logro verle la cara porque lleva una capucha que le cubre y su vista va clavada en el piso. Se detiene a un lado del chico y hace una breve inclinación.
—Ella—Anuncia con voz cortada por la ilusión.
La chica comienza a soltar información, la cual compone un plan que logra relajarme un poco. Solo se me ocupará en una ocasión, después me dejaran en paz. No estoy de acuerdo, pero no me queda otra opción, ya que me puede beneficiar. Tampoco me gusta engañar a las personas, así que solo puedo asegurar un veinte porciento de que funcione lo que me pide el ahora príncipe Hughes.