La falsedad de la corona

Capítulo 4

Supuesta Coronación. 
 

En ese momento poco me faltó para desmayarme. No acababa de decir eso ¿Verdad? Tenía…. Tenía que estar bromeando. Mi imaginación. Eso es, este es otro juego de mi imaginación, al parecer el soñar historias que nunca pasarán, me  afecta.


Mientras mi corazón latía a toda velocidad y mi cuerpo temblaba completo, me reincorpore como pude y con cuidado en mi escondite. Lleve mis rodillas a la altura de mi pecho y escondí mi cara en ellas.

Ahora el silencio me sofocaba, podía sentir la tensión en el ambientey debo admitir que todos estos factores y las emocionesqueestaba experimentando, me quemaban. El olor a rosas fue sustituido por ese olor metálico que tanto odiaba. Y para colmo, sentía que el tiempo avanzaba demasiado lento.

Solo podía repetir una y otra vez “estoy imaginando todo”

Después de minutos que me parecieron eternos, el ruido de  unos pasos pesados que iban a poca velocidad, rompieron el silencio de la habitación. Comencé a relajarme al pensar que probablementese marcharía; pero toda relajación se fue al vacío cuando sentí que alguien se posicionó frente a mí  para después, con fuerza, retirar el escritorio que me protegía.

Al sentir una mirada clavada en mi pequeño cuerpo me obligo a levantar la vista lentamente. Una vez que lo veo, mis ojos se encuentran con las pupilas negras del chico sin ninguna expresión, frente a mi. Rápidamente trato de retroceder; pero el vestido es tan largo, que al hacerlo piso la tela con mi pie derecho y caigo de espaldas. Cierro los ojos al tocar el piso, pero no lo hago por el impacto o por algún dolor en el cuerpo a causa de la caída, lo hago porque he caído en algo sumamente pegajoso, y al hacerlo el olor metálico se intensificó. 

Con el asco y miedo mezclados, me inclino un poco hacia adelante tratando de levantarme, apoyo mis antebrazos en el piso dejando caer todo mi peso sobre ellos, abro los ojos con cuidado y me llevo una mano al frente para observar como la sangre se pega en mis dedos. Hago una mueca de desagrado y horror para después volver al chico que sigue frente a mí y que me mira sin ninguna emoción. 

— N….No me hagas nada— trato de decir con dificultad—. No diré nada a nad… nadie, lo prom…— No terminé el intento de súplica porque el chico me tomo de los tobillos y me atrajo más hacia él. Una vez me tuvo al frente se puso de rodillas y cubrió mi boca.

— ¿En verdad?— preguntó con seriedad. Asentí varias veces con desesperación. Él, por primera vez desde que le vi su rostro, mostró una emoción: burla, y soltó una pequeña risa que hizo que me diera aún más miedo— .Y yo que me quería divertir— murmuró con un tono de tristeza fingido apartando su mano de mi boca.

— ¿Has matado al príncipe?—cuestioné al instante, pues era la primera idea que se me había venido a la cabeza y la más lógica porque, si me pongo a pensar, no hay razón para que el príncipe mate a una persona, pero si hay probabilidades de que un chico venga y se deshaga de alguien a quien ni su padre conoce. 

Él levanto la comisura derecha de su labio en una pequeña sonrisa.

— ¿Cuánto te llevo llegar a esa conclusión?

— ¿Por… por qué...— interrogue.  Aunque no termine de formular la pregunta, ya que la respuesta era más que clara, pero difícil de llegar a ella cuando pienso que voy a morir.

Él espero a que terminara de decir lo que empecé pero las palabras no pasaron de mi garganta.

Me puse de pie, lo cual fue sorprendente porque lo hice en segundos, y camine con pasos apresurados hacia la puerta. Tome la perilla y una sonrisa de alivio se formó en mi cara. Trate de girarla pero no abrió, la gire al otro lado pero tampoco funcionó. Mi sonrisa se borró al instante y comencé a golpear la puerta mientras gritaba una y otra vez por ayuda.

— Grita lo que quieras. Esta y otras habitaciones son aprueba de ruido debido a que es dónde el rey planea hace y planea la mayoría de sus acciones. 

Él dejo de hablar y de inmediato volteé a verlo con precaución. Ahora estaba sentado detrás del gran escritorio, con un pie encima de el y jugando con una llave. Se veía poderoso y terrorífico gracias a esa ropa negra, la sangre que lo cubría y la corona puesta. Al sentir mi mirada se reincorporo apoyando los brazos en el escritorio e inclinó su cuerpo lentamente hacia adelante.

—¿Por qué estás aquí?. Deberías estar abajo cumpliendo con tu deber.

Bajo la mirada al cuerpo que descansa en el piso y me detengo en cuchillo que sigue clavado en el pecho del hombre muerto. Comienzo a cavilar la situación con rapidez, ¿Qué probabilidad hay de salir de aquí con vida? Si tomo el cuchillo al menos tendré un poco de ventaja….

— Adelante, hazlo, si te sientes más segura— murmura volviendo a jugar con las llaves.

Me pego más a la puerta dudando, mi pecho sube y baja a toda velocidad y mi cuerpo sigue temblando desenfrenado.

El chico de pronto suelta un pequeño gruñido de desesperación, se lleva una mano a su cabeza y la pasa por su oscuro cabello al momento que se levanta de su asiento para dirigirse hasta donde estoy. Me obligo a reaccionar, me apresuro a correr al cuerpo y retirar el cuchillo, lista para tratar de defenderme.

— No te acerques— digo amenazante mientras lo sostengo con mis dos manos frente a mí, tratando de demostrar que no me detendré a pensar en si cometo un error si él llegara a acercarse.

Me observa un momento. Con una sonrisa burlona y escalofriante.

— Solo quería dártelo— susurra —. Por cierto, así no es como se sostiene.

— Déjame salir— insisto.

— Contéstame la pregunta.

— Déjame salir— repito con voz más firme.

— Yo no te estoy deteniendo.

— Has cerrado la puerta con llave.

— Cierto— dice sin darle importancia — . Para empezar no estuvieras metida aquí si hubieras acatado las indicaciones. Pero el hubiera no existe y acabas de cometer un gran error.




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