Tomé mi teléfono y le marqué de inmediato a Elmer.
—¿De dónde sacaste a la nueva secretaria? —dije, en un tono serio.
—Del banco de datos de la empresa. ¿Por qué la pregunta?
—Porque es algo rara, acabo de encontrarla a gatas en el piso de mi oficina.
—¿En serio?
—Sí, muy en serio.
Escuché la puerta de mi oficina abrirse y cerré de inmediato la llamada.
—Con permiso —dice la recién llegada.
Me senté en mi silla y finalmente pude verla a la cara.
—Mi nombre es Warren Carson y por lo que entendí, soy su nuevo jefe —dije mirando fijamente aquellos ojos color miel.
La mujer que tenía frente a mí, era alta, delgada, nariz perfilada, labios carnosos, cabello castaño, tez blanca, estatura media. No vestía de manera elegante, pero definitivamente que su vestuario, era aceptable.
Me gustó, que me sostuvo la mirada. La mayoría de las personas solían verse intimidadas ante mi presencia, o ante lo que represento, pero por lo visto, eso no sucedía con ella.
—Sí, señor, soy Malena Storm su nueva secretaria, —declara en un tono seguro.
—Bien, voy a ser directo con usted. Me gusta la gente proactiva, eficiente, capaz que se esmere en hacer bien su trabajo y que no le ponga peros a mis órdenes. Algunas personas se quejan de que trabajar conmigo es algo absorbente, si tiene algún problema con eso, allí está la puerta —dije en un tono serio.
No pude descifrar la expresión en el rostro de la mujer, pero lo que sí sé, es que la misma duró pocos segundos.
—Necesito el trabajo señor, así que estoy segura de que podré acoplarme a las exigencias del mismo.
—Bien —respondí, agradado. Estar cambiando de secretaria con tanta frecuencia, no favorecía para nada mi trabajo.
—Revise mi agenda y me pone al tanto de ella.
—Ya lo hice, señor. Al mediodía tiene un almuerzo de negocios en el Maddison restaurant, con unos clientes franceses. En la tarde, el gerente de presupuesto, solicitó una reunión con usted y con los arquitectos del nuevo proyecto. Eso sería todo lo pendiente del día de hoy.
—Bien, necesito que asista conmigo a esa reunión y tome nota de todo lo importante.
—Como usted ordene, señor. ¿Puedo retirarme? —pregunta ella.
—Sí, ya puede retirarse.
Si no tomo en cuenta, la manera tan peculiar como la encontré hace un rato la recepción de mi oficina, puedo decir que me pareció una persona sumamente profesional, espero que no solo sea la primera impresión.
Me sumergí en mi trabajo, hasta la hora en al que debía salir de la oficina, para llegar a tiempo al bendito almuerzo. Salí de mi oficina y pasé junto a su escritorio.
—Hora de irnos —dije en un tono de mando.
—Estoy lista, señor.
Sentí mi teléfono, vibrar con insistencia en mi bolsillo, pero al revisar y descubrir de quién se trataba, decidí no responder.
Tenía claro que no podía seguí evadiéndola por muco tiempo, pero en estos momentos no me apetecía, tener otra discusión con ella.
En compañía de mi secretaria, salí del edificio, rumbo al almuerzo, pero mientras iba en el auto, mi mente no podía dejar de pensar en los problemas que estaba teniendo con Amalia, mi novia.
El teléfono volvió a sonar, pero en esta oportunidad, quien llamaba era mi madre, sabía la finalidad de dicha llamada, pero a mi progenitora, no podía dejar de contestarle.
—Hola, mamá —saludé, en un tono dulce.
—Tu novia acaba de irse de aquí y anda hecha un mar de lágrimas, ¿por qué no puedes ceder ante algo tan sencillo, cariño?
—No le veo lo sencillo a decidir casarse, madre —respondí.
—Llevan más de cinco años de novios, en algún momento tenían que hablar de boda —responde mi madre.
—Pues eso no está en mis planes.
—Tienes treinta y dos años, Warren, no puedes jugar a ser el eterno soltero.
—Tampoco tengo que hacer lo que mi novia quiere, solo porque ella quiere y si no logramos ponemos de acuerdo en cuanto a ese punto, entonces lo mejor será que ella y yo terminemos.
—No puedes hacer eso —exclamó mi madre, molesta.
—Te voy a agradecer mamá, que no te metas en esto.
—Me estás faltando el respeto Warren.
—No es mi intención mamá, pero mi vida privada, es solo asunto mío.
Cerré la llamada, seguro de que al otro lado de la misma, mi madre estaba con ganas de arrancarme la cabeza, pero no podía permitirle, entrometerse más en mi vida.
Ni siquiera recordé que a mi lado iba sentada aquella mujer, que apenas hoy empezó a trabajar junto a mí, pero agradecí que mientras yo hablaba con mi progenitora o más bien discutía, ella fingiera concentrar su atención en la tablet.
Al llegar al lujoso restaurante, bajamos del auto e ingresamos al mismo.
—Bienvenido, señor Carson —saluda la host, del lugar en un tono coqueto que no me pasa desapercibido.
—Gracias —respondí.
No soy un hombre que necesita presentaciones, soy una persona importante y recibo el trato que mi estatus se merece.
—Sus clientes, le están esperando —anuncia ella.
Al entrar al lugar, las miradas de los presentes se posan sobre mí, mientras avanzo hacia la mesa en donde ya se encuentran los clientes. Disfruto esta sensación de poder, de tener el control de todo y de ser respetado.
Al llegar junto a los clientes, que por cierto son extranjeros, los mismos se pusieron de pie, para saludarme.
—Un gusto verle, señor Carson —habla el hombre mayor, de pie junto a su hijo.
—Lo mismo digo —respondí, con cortesía.
Tomé asiento y justo a mi lado, mi secretaria se sentó.
—Mucho gusto, señorita — saluda George Macknills, con una sonrisa amable —Supongo que usted es la secretaria del señor Carson.
—Mucho gusto —responde ella, en un tono bajo.
Me di una cachetada mental, por mi grosería de no presentarla, pero mi mente aún venía ocupada en la conversación con mi madre.
—La señorita… —ni siquiera recordaba su nombre. —Es mi nueva secretaria.
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Editado: 07.09.2025