La fascinación del Ceo.

Capitulo 4 Que huele así'?

Warren

—Era inevitable, esta conversación con Amalia, así que aquí estoy llegando a su apartamento.

—Hola —dice ella, con un tono dulce, mientras me abre la puerta del lugar. Trae puesta una pijama de seda negra, que sabe que me encanta y estoy seguro de que solo busca distraerme, por lo que desvió la mirada de su cuerpo, que conozco a la perfección, para concentrarme en su rostro.

—Hola —respondí, en un tono serio.

Se acerca y deposita un beso en la comisura de mis labios, que dura más de lo necesario. Me cuesta trabajo resistirme a lo que Amalia provoca en mí y ella es consciente de ello. Pero mientras no arreglemos este asunto, no pienso caer en esa pasión que tan común entre nosotros.

—Te estaba esperando —dice ella, ofreciéndome una copa de vino, que acepto, pero de la cual no tomo.

—Tenemos que hablar —le advierto.

—Podemos hacer otras cosas primero.

Coloco la copa sobre la mesita de centro y niego con la cabeza. La conozco o más bien, nos conozco, si dejo que hagamos primero otras cosas, jamás resolveremos esto y esa es la razón por la que hemos llegado hasta aquí.

Amalia se acerca a mí y pasa sus manos por mi pecho, en una caricia que me resulta, sumamente familiar.

Detengo el avance de sus manos y me alejo un paso de ella, para intentar aclarar mi mente y no dejar que sea mi cuerpo el que tome el control de la conversación.

Amalia se cruza de brazos, evidenciando la molestia en la expresión de su rostro. Suspira profundamente y me mira con esos ojos oscuros, que parecieran querer asesinarme.

>>Todo este drama, solo porque te dije que quiero que nos casemos —habló ella, de manera directa, como siempre.

—El drama no es porque tú quieras casarte, sino porque eso no es lo que yo quiero —respondí, enérgico.

—Esa es justamente la parte que no comprendo. Tenis más de tres años de relación estable, si tú no duermes en mi casa, yo duermo en la tuya, viajaos juntos, compartimos con tu familia y la mía, prácticamente somos un matrimonio Warren, solo que no existe un papel que nos una —alega ella.

—Justamente eso mismo pienso, ¿por qué diablos ahora necesitamos casarnos?

—Quiero formar una familia, Warren, tener hijos. Una casa con jardín, un perro o un gato. Que me llamen la señora de’, no la mujer o la novia de —dice ella, con las lágrimas rodando por sus mejillas —Eso no es pedir mucho, es solo el sueño de cualquier mujer.

La miré fijamente mientras se rompía frente a mí y me sentí miserable, no solo por ser el causante de aquellas lágrimas, sino porque ni aun al verla llorar de esa manera, me sentía dispuesto a acceder ante su deseo de casarnos.

—Lo siento, pero yo no soy el hombre que puede darte todo eso, así que lo mejor es que…

—¿Qué vas a decir Warren? —cuestiona ella, con la voz rota.

—Lo mejor, es que terminemos —dije serio.

Amalia ahogó el llanto, al llevar ambas manos a su boca. La expresión de su rostro, dejaba claro de que no esperaba escuchar de mis labios, aquellas palabras.

En los tres años que tenemos de estar juntos, nunca la había visto de esa manera. Tan vulnerables, tan frágil, tan rota.

La imagen de la mujer, que tenía frente a mí, me hacía sentir como un maldito infeliz. Lo, peor era que pese a todo, seguía firme en mi decisión.

La vi sentarse en el sofá, mientras intentaba, sin éxito, contener el llanto. Por un momento tuve la intención de acercarme y abrazarla, pero no quise que confundiera mi actuar.

>>Creoq ue será mejor que me retire —tenía claroq ue estaba actuando como un indolente, un hombre miserable que no reparaba en el dolor de la mujer, con la que había compartdo tantas cosas importantes.

—¿Entonces esto es todo? ¿Así se terminan tres años de relación?

—Lo siento, yo… creo que es lo mejor. Tienes derecho a encontrar, a alguien que tenga las mismas expectativas de vida, que tienes tú y que desee las mismas cosas —declaré, mientras metía ambas manos a los bolsillos de mi pantalón —así que lo más correcto es que ye deje libre, para que puedas conocer a ese alguien.

—¿Lo más correcto para mí o lo más cómodo para ti?— declara ella, mirándome con los ojos aún cristalizados por el llanto — Yo te amo Warren y creí que tú me amabas.

Guardé silenció ante aquella aseveración. No tenía nada que decir. En un algún momento de mi vida, también pensé que la amaba, que construiríamos un futuro y una familia juntos, pero cuando aquello dejó de ser una posibilidad, para convertirse en una realidad, me di cuenta de que eso no era lo que yo quería, al menos no en este momento de mi vida.

>>¿No vas a decir nada? —reclama ella.

Solo bajé la cabeza, no podía exteriorizar mis pensamientos, no cuando ellos, causarían más estragos en la mujer que acababa de confesarme su amor y a la cual, ahora tenía claro, que yo no le correspondía.

—Debo irme —fue lo único que me atreví a decir.

Amalia no respondió, continuó sentada en aquel sillón, en esa posición de derrota, tan poco usual en ella.




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