La fascinación del Ceo.

Capítulo 9 "Cacería"

—Hola Warren —dijo mi amiga Katy, saludando a mi jefe, como si fueran grandes amigos.

Los ojos azules de aquel hombre, enfurecidos por lo que acababa de suceder, la miran y cambian, de un momento a otro, parecen suavizarse.

—Katy —responde, asombrado.

—Wao, recordaste mi nombre, debo sentirme halagada —bromeó ella.

—Por Dios, eres la hija de uno de mis socios, aunque sea por cortesía, debo hacerlo.

—Parece que mi amiga y tú acaban de conocerse.

—Ya nos conocemos, el señor Carson es mi jefe —respondo, un tanto nerviosa.

—¿En serio? ¿Y cómo has hecho para sobrevivir?, he escuchado decir que es un ogro como jefe.

—No soy un ogro, solo soy algo estricto y exigente.

—Y malhumorado, y e hijo de put…

—Katy —dije. Conociendo los alcances de mi amiga.

—¿Por qué no me dijiste que Warren era tu jefe?

—Porque no lo creí importante, la verdad, no me imaginé que podían conocerse —respondí, con naturalidad.

—¿Andan solas?

—Sí, vinimos de cacería.

Mi jefe nos mira, como si nos hubiese salido otra cabeza. Si mi amiga regularmente no tiene filtro, con el alcohol, esa condición empeora.

—¿De cacería? —dice, sorprendido.

—En busca de hombres, machos, masculinos, con pelo en el pecho —alega Katy, con tanta naturalidad, como si estuviera describiendo el clima.

—Perdónela, señor, el alcohol la tiene un poquito cucú.

—Ay, por Dios, Malena, ¿cómo que ellos no vieran aquí a lo mismo? —responde Katy, con ese desparpajo a mil.

—Señor, su camisa, lo siento. Tal vez pueda hacer algo para arreglarlo —dije, cambiando radicalmente el tema.

—Está arruinada, no creo que pueda hacer mucho para cambiar eso.

—Entonces, permítame reponérsela —hablé, temiendo que esta torpeza, me costara el trabajo.

—Amiga, cierra la boca. Este hombre de seguro tiene cientos de estas camisas, mientras que tú tendrías que privarte de tu salario por un par de meses para poder comprarla.

Estoy segura de que mi cara, era un poema. ¿Cómo podía ser una pieza de ropa tan costosa?

—Pero es que…

—Qué te calles, mujer —me regaña, Katy.

—Si están solas, podrían acompañarme a mi mesa.

—Claro, con gusto —responde Katy, mientras que yo la fulmino con la mirada. Yo, que necesito estos días, para desintoxicarme de este hombre, y ella, que se le ocurre aceptar una invitación a sentarnos en su mesa. Esto es lo último.

—No creo que sea buena idea, tal vez sea mejor que nos vayamos a casa.

—Estás loca, amiga, si acabamos de llegar.

Sentí deseos de estrangular a mi amiga, pero de repente me percaté de que habría demasiados testigos oculares del crimen. Por lo que no me quedó de otra que fingir una sonrisa y seguir a aquel par hasta la dichosa mesa de mi jefe.

Si la ropa que usaba ya me tenía incómoda, ahora, cerca de ese hombre, me sentía peor. Tener su mirada sobre mí no era de lo más agradable. Creo que, en este momento, prefería sentirme invisible, como cuando estoy en la oficina y ni siquiera me saluda.

Para colmo de males, luce jodidamente bien, con esos pantalones que se ajustan a las partes correctas y esa camisa negra, que pareciera abrazar sus hombros y que forra los músculos de sus brazos a la perfección. Además, como siempre huele delicioso y luce tan impecable y perfecto, como siempre.

Katy caminaba delante, mientras que mi jefe, cara de limón agrio, avanzaba detrás de mí. Trágame tierra y escúpeme en China, por favor.

Como lo supuse, la mesa de mi jefe, estaba en el VIP y para llegar allí, tenía que subir una escalera, justo con mi jefe detrás y yo, usando esta minifalda que estoy segura dejará ver hasta mi hígado si me descuido.

Es que no sé en qué momento caí en ese lapsus brutus, en el que permití que Katy me convenciera de vestirme, perra y matona.

A la distancia, pude divisar al hombre que me contrató en la empresa, el tal Elmer, en compañía de una chica joven y risueña.

La mirada del tipo me recorrió con descaro, como si me estuviera haciendo un escáner corporal minucioso y exhaustivo.

—Buenas noches —saludamos mi amiga y yo, casi al unísono.

(***)
Warren

Ni en mis más locos y desacertados supuestos imaginé que la mujer que había captado mi mirada, pudiera ser mi secretaria. Tampoco creí que podría encontrármela aquí, tomando en cuenta lo exclusivo del lugar.

Mucho menos hubiera podido pensar, que las faldas tipo tubo y el blazer ejecutivo, pudieran esconder, tanta… pierna y trasero, por decirlo de alguna manera.

Es que no solo se trata de que luce hermosa, sino que se ve, jodidamente sensual o más bien sexy.

Cuando subió la escalera, me di un banquetazo de ojo, allí a quemarropa, al alcance de un estirón de mi mano, se encontraba aquel espectáculo de mujer, que me había tenido interesado, toda la noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.