Cediendo a su terrible curiosidad y exponiéndose a algún regaño por parte de sus superiores, Hazel se arriesgó a entrar nuevamente al estudio del señor con la esperanza de que su nota hubiese sido contestada. Con cautela rebuscó con la mirada aquel libro, encontrándolo en el mismo sitio, como si desease ser encontrado o como, si simplemente, nunca hubiese sido movido porque no fue lo suficientemente llamativo como para ser percatado.
Lo tomó entre sus manos inspeccionando sus páginas y encontrando su nota ya contestada.
"Un amor de tal magnitud no debería ser ocultado tan egoístamente. El amor está para ser compartido, para ser ofrecido lo más sinceramente posible a los demás, en cambio, si usted ya conoce al dueño de ese gran amor, ¿Qué espera para ofrecerlo? "
Casi sin aliento releyó cada palabra. Sus sentidos no reaccionaban y se inquietaba al pensar en que tarde o temprano debería hacer frente al siguiente nivel del plan que aquel hombre le encomendó. Sus nervios estaban a flor de piel, una mezcla de esperanza y desasosiego se apoderaban de ella. Esperanza, al entender que quizá haya alguna posibilidad de ganar el corazón de Thomas. Y desasosiego por el inminente resultado de sus actos.
Thomas solo era una víctima. Su víctima y la de aquel hombre lleno de ambición y perversidad. Le aterraba todo lo que aquella farsa estaba causando. Le aterraba el señor Miller, le aterraban las sensaciones que solo la presencia de Thomas causaba en ella, pero sobre todo le aterraba lastimarlo aún más de lo que la vida ya lo había hecho.
Hazel pensó que era un poco vanidoso de su parte creer que había alguna posibilidad entre ellos y en el caso de que lo hubiese, era ambicioso creer que ella pudiera recabar tanto en su corazón como para afectarlo de algún modo irremediable. Al fin y al cabo, solo era una empleada más, y creía que su amabilidad y las pequeñas atenciones que Thomas había llegado a tener con ella no la convertían en su favorita, y que solo pudieron haber sido producto de la amabilidad y educación que, indudablemente poseía. Pero había algo en ella que lograba hacer que todo aquello se convierta en algo totalmente necesario en su día a día.
En las pocas semanas que vivió en esa mansión, él había sido solo una presencia reconfortante y ocasional que simplemente iluminaba sus días. Desde verlo sentado tomando el desayuno mientras leía el periódico, hasta verlo llegar por las tardes con cansancio sobre sus hombros, le provocaban una sensación de paz. Los recuerdos de esa gentil sonrisa dibujada en sus delgados labios o de alguna carcajada ocasional al jugar con su hija, bastaban para compensar los pocos días en los que no lo veía por cuestiones de sus labores aleatorias.
El corazón de Hazel se estrujaba por el remordimiento de lo que sus acciones estaban provocando. Una parte de ella le decía que estaba a tiempo de terminar con ese trabajo, pero cuando la imagen de su hermana aparecía en su mente como un golpe de realidad, sabía que muy a su pesar debía continuar hasta el final.
Tomó la pluma y volvió a escribir, pero esta vez respondiendo bajo la influencia de sus más profundos y nuevos sentimientos.
•••
Al entrar a su estudio aquella tarde, Thomas advirtió nuevamente el libro sobre su escritorio. Un pequeño cosquilleo de ansiedad lo invadió ante la sospecha de encontrar una nueva nota. A pesar de saber lo infantil que podría parecer al seguir ese juego, no podía dejarlo pasar sin lograr descifrar al remitente.
"El único al que podría obsequiar todo este amor se encuentra fuera de mi alcance.
¿Por qué? Se preguntará.
Le diré que, él aún vive dominado por sentimientos de otro amor, y le confesaré que no soy tan masoquista como para obsequiar algo tan valioso a alguien que aún suspira por alguien más. Debo aclarar que tampoco soy tan insensata como para censurar al dueño de este amor, ya que tengo conocimiento de que las circunstancias que le preceden son trágicas y comprensibles.
Prefiero resguardar mi corazón hasta el momento adecuado."
El remitente anónimo confirmaba que efectivamente las notas iban dirigidas a él y, a pesar de la esperanza que sentía, por alguna extraña razón le dolía aquella confesión.
Había pasado tiempo desde que su esposa había fallecido, pero no era el suficiente como para rehacer su vida. Algo en su conciencia le gritaba que era muy pronto y sin embargo su frágil y mortal corazón ya estaba siguiendo inclinaciones hacia alguien.
La cálida y ambarina mirada de una joven comenzaba a despertar sensaciones que creyó perdidas. Desde que la vio con su hija en brazos y al ver la paz que ambas disfrutaban por su mutua compañía, plantó una semilla en Thomas que no tardaría en germinar. Quizá ella no era consciente de lo que su mirada causaba en él, pero un simple vistazo suyo lograba entibiar su herido y frío corazón.
Anhelaba que sus sospechas fueran correctas y que Hazel fuera la dueña de la confesión que aún tenía en sus manos ya que eso lo alentaría a continuar con su vida teniendo un incentivo tan agradable y compasivo como ella.