La favorita del jefe

Capítulo 29: Casualidad

Adrien

Me acerco más a ella luego de decirle lo que siento, mis labios rozan los suyos con cuidado y puedo sentir como se estremece, la quiero, la deseo y fui un estúpido por alejarla de mí cuando estaba pensando en pedirle matrimonio, las ganas de besarla aumentan, pero justo cuando iba a hacerlo ella baja la cabeza impidiendo que la bese y se aleja unos pasos de mí, su rechazo me duele pero lo merezco.

—Zoe, cometí un error, me equivoqué y estoy arrepentido —mira mis ojos.

—También te quiero Adrien —musita con su voz apagada —pero me echaste de tu vida justo cuando te necesitaba, incluso luego de explicarte todo simplemente me echaste de tu casa dándome todas mis cosas dentro de una maleta, no demostraste que me querías cuando solo necesitaba eso —sus palabras duelen porque sé que es verdad, le fallé —he vivido cosas malas, he sufrido como no te imaginas y he salido adelante luego de haber pasado por cosas muy dolorosas —ella respira hondo —creo que puedo vivir sin ti —esa frase es una puñalada en mi pecho.

—No digas eso —ruego, Zoe sonríe triste

—No te he contado toda mi historia Adrien —la miro confundido.

—¿Qué falta? —es la pregunta que sale de mis labios sin pensar

—La razón por la que tomé la decisión de huir de Santiago —ella se calla y suspira —tuve un hijo con este —mis ojos se abren en demasía por la sorpresa, no me esperaba algo como eso

—¿un hijo?

—Salí embarazada de él, un error fatal, Santiago quería que abortara —cuenta triste —pero me negué a eso, gracias a mi embarazo dejé de consumir las drogas, fue difícil, pero lo logré, pensé que él me dejaría tenerlo, incluso cumplía algunos de mis antojos durante este —respira hondo —cuando di a luz y lo tuve en mis brazos fue el momento más feliz de mi vida —sonríe —pero solo duró segundos, Santiago me lo quitó y me inyectó algo que me dejó dormida, cuando desperté me dijo que mi hijo estaba muerto y que lo olvidara, sé que no es así, sé que lo dejó en algún lugar, pero por más que intenté que me dijera nunca lo hizo —me acerco a ella con cuidado.

—Zoe

—No podía seguir ahí —me interrumpe —ya había perdido demasiado por lo que me armé de valor y pensando en ese bebé hui de ahí, tenía miedo, pero lo hice por mi hijo, aunque le fallé —sus ojos se llenan de lágrimas —debí haberlo hecho antes, haber huído con él —veo las lágrimas salir de sus ojos y deslizarse por sus mejillas —le fallé a mi hijo Adrien, lo abandoné, lo dejé ir, me odio por ser tan cobarde —la abrazo cuando se echa a llorar, ha pasado demasiadas cosas y yo he sido un idiota con ella, Zoe coloca sus manos en mi pecho y me separa un poco de ella.

—¿No sabes nada sobre tu hijo?

—No —dice sin mirarme —la última vez que lo vi llevaba una bonita ropa azul —sus lágrimas siguen saliendo —y estaba envuelto en una manta del mismo color, la cual tenía una L en una esquina —mis ojos se entrecierran —pensaba ponerle Lucas —musita —hasta el maldito de Santiago estuvo de acuerdo, me engañó, fui una estúpida por creerle después de todo.

—Zoe

—Adrien he vivido por años sin mi hijo el cual tiene casi 8 años ahora y solo pasé segundos con él —mira mis ojos —créeme que también lo puedo hacer sin ti por mucho que te quiera, deberías irte —ella señala la salida, estoy demasiado consternado para negarme y seguir hablando, una manta azul, una ropa azul, ¿una L en una esquina? Todo es casualidad, debería, tiene que serlo.

A toda velocidad conduzco a mi casa con la cabeza al explotarme y sin dejar de pensar en todo lo que Zoe me ha contado, 8 años, la misma edad, las mismas coincidencias, el día en que vimos a Alan por primera vez mi esposa y yo fue en ese hospital, había acabado de llegar, nos contaron que lo habían dejado en la puerta de este, su llanto no cesaba y cuando mi esposa lo tomó en sus brazos el pequeño se calló, ahí en cuanto la miré supe que nos quedaríamos con él. Detengo el auto y bajo de este, corro hacia la casa, subo las escaleras y voy a esa habitación en donde dejé muchas cosas cuando mi esposa falleció.

—¿Y mi hermano? —me detengo cuando abro la puerta y miro a Valeria

—Estaba dormido, se quedará con Zoe, no quise despertarlo

—¿Te arreglaste con ella? —me mira con curiosidad

—Ahora mismo me odia, trabaja para la competencia y fue clara al decirme que puede vivir sin mí —mi hija alza una ceja —venga, dilo ya —me cruzo de brazos.

—Lo mereces papá —asiento

—Pero la voy a recuperar y tú debes estar dormida ya

—Te deseo suerte, vas a necesitarla —mi hija se aleja de mí, deseaba seguir hablando con ella posponiendo lo que debo hacer, suspiro y abro la puerta, camino hacia el baúl que hay en esta habitación, cosas que ella guardaba y que yo decía que debía tirar, no sé ahora si agradecerle que guardara todo u odiarla por ello, abro el baúl y revuelvo todo hasta que encuentro esa ropita azul, algo bastante sencillo y pequeño, lo dejo fuera a un lado y rebusco más hasta encontrar lo siguiente, la manta azul, maldigo en voz alta cuando veo la letra L en una esquina, mis ojos se llenan de lágrimas, ¿qué posibilidades hay de que sea solo casualidad? Vuelvo mis manos puños sin soltar esta pensando en lo siguiente que haré, muchas coincidencias que dudo sean solo pura casualidad.




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