La gran farsante

Capítulo 6: Aterrada


 

Emily acomodaba los libros en la sección romántica. El enorme tomo de Lo que el viento se llevó descansaba en su mano derecha, mientras que Cumbres Borrascosas lo hacía en la otra.

Estaba tildada, recordando lo que había sucedido los días anteriores; Harlem, el diseñador, alabando sus kilos de más y tomando sus medidas. Cranberry obligándola nuevamente a bailar frente a todos The Bends, imponiéndole una dieta, discutiendo con el primero sobre qué color de vestido o maquillaje le sentaba mejor.

El vestido ya estaba casi hecho, el maquillaje también decidido, el dj tenía las canciones que debía pasar, Sevin Cinnie se iría ese mismo día por dos semanas y ella… ella tenía un miedo terrible.

Durante esos tres días Emily hizo, tiró, rehízo y rompió dieciséis cartas para Jamie, donde ponía que quería renunciar, que era conveniente que buscara a alguien más acorde a la demanda, que su amiga Maggie no estaba de acuerdo, que su padre no lo aceptaría y que sus tíos; Desmond y Beverly, se infartarían si se enteraban.

Pero, cada vez que lo veía, lo oía, o sentía su emoción, simplemente se acobardaba.

Colocó ambos libros en la gran mesa y se acomodó el fofo chaleco rojo que representaba su uniforme de trabajo.

Pursuit era el nombre de la tienda de libros en la que era empleada hacía cerca de tres años, era un lugar modesto y lindo, sus jefes eran aceptables y sus compañeros simpáticos. Era el equilibro perfecto para apaciguar las horas sufridas con Norma Jean.

—Emily, ya es hora del cambio —murmuró uno de sus compañeros, el recién llegado (por el horario, no por la antigüedad) Ian George.

—Oh, bien —contestó la aludida mientras, un tanto perdida, buscaba camino entre los cochecitos de libros que tenía alrededor hasta poder llegar a su taquilla en el depósito.

—¿Estás bien? —rio Ian al verla, luego de varios intentos, pasar por debajo de la mesa de la sección de terror.

—Sí —contestó riendo nerviosamente al darse cuenta que era más fácil correr uno de los carritos que hacer esa peligrosa maniobra en la cual podía haber tirado toda la colección de Stephen King, Edgar Allan Poe y H.P Lovecraft al demonio.

Ian volvió a reír. Por suerte tenía bastante confianza con él, y él la conocía lo suficiente como para no preguntar siquiera que le sucedía. Esas cosas la hacían apreciarlo como colega.

—Por cierto, un muchachito te espera afuera.

Emily suspiró y se auto llamó a la paciencia sabiendo de antemano que se trataba de Jamie y los demás. Caminó hasta su taquilla sin prisa, se sacó el chaleco, guardándolo allí mismo y por ultimo tomó su mochila, colgándosela a la espalda.

Afuera el día estaba caluroso pero no tanto como en pleno agosto, septiembre mermaba la temperatura infernal y hacía las calles más transitables que con el sol abrasador. Las veredas se veían concurridas por varios transeúntes y la avenida tenía una circulación constante pero raramente tranquila. Extraño para tratarse de las cinco de la tarde.

Del lado izquierdo del sendero había una congregación de, por lo menos, cinco muchachas observando embobadas hacia el lado derecho de la misma.

Emily no tuvo ni que mirar que tanto las abstraía, solo se dirigió hacia el causante de tal alboroto de hormonas, que se encontraba apoyado contra un poste de luz con dos helados en las manos, y lo saludó.

—Hola —murmuró sonriendo—. Traigo helado. De chocolate para no pelearnos.

Emily le sonrió y tomó el mismo.

—Gracias, Jamie —le respondió mirando para todos lados—. ¿Murdock y Cranberry?

—Ambos ocupados —respondió emprendiendo la caminata junto a su amiga—. Papá fue a despedirse de Sevin… ya sabes; abrazos, besos, falsas lágrimas por parte de ella, bla bla bla. Llegará y querrá contármelo, por suerte yo tengo helado y Emily.

—Suenas como una vieja quejosa.

—Aprendí de la mejor —contraatacó Jamie Lane haciendo que Emily riera a carcajadas. Como no lo hacía desde la propuesta.

La sonrisa se le borró por completo al recordarla. La propuesta, la maldita propuesta que no la dejaba siquiera dormir en paz si no se tragaba mínimo dos aspirinas por noche.

Emily detuvo su caminata de golpe, su amigo continuó a paso lento sin percatarse de que ella ya no seguía.

Por detrás y con esa ligera chaqueta de cuero parecía muchos más años de los diecisiete que tenía. Lo parecía, pero era un niño, con pensamientos de niño y decisiones de niño. Supuso en ese momento que era su última chance de disuadirlo, de convertirse en adulta y decirle algo que lo convenciera de abandonar toda aquella locura.

Lo pensó. Lo haría, pero sabía que él no iba a ceder.

—¿Jamie?

—¿Si? —murmuró girándose con la cuchara en la boca, sorprendiéndose por la distancia de dos metros que se había creado entre ellos sin que se percatara.

—No estoy segura de todo esto… tengo miedo.

Jamie titubeó en su lugar, y sacándose la cuchara de los labios se aproximó a ella con lentitud.

—Yo también… pero ya hicimos mucho, Emy… no nos retractemos ahora, es solo una fiesta, si sale mal, rompemos contrato sin pensarlo, si sale bien seguiremos intentando, ¿si?

—Está bien —murmuró, enojándose consigo misma por ese maldito impulso de irracionalidad que la hacía aceptar todo con tanta facilidad, sin prestar más pelea, sin sacar más argumentos—. Pero esta vez me mantienes lejos de la presa, ¿okey? La última vez tío Desmond casi muere de un infarto, tomó el primer vuelo de New York.

Jamie tuvo un acceso se risa que casi le hace escupir su helado. Emily supo que lo estaba recordando; había sido apenas unos meses luego de mudarse de New York a Los Ángeles, sus sobreprotectores tíos, Desmond y Beverly Fern, viajaron desesperados en su búsqueda luego de ver como Emily había sido fotografiada con el hijo del actor Danton Lane. No era nada, solo dos niños cargando libros escolares, pero la foto había sido tomada y como arte de magia fue a parar en una revista de chismes de la cual la tía de Emily, Beverly, era asidua. Y los pensamientos de ambos habían ido de la A hasta la Z en negatividad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.