La gran farsante

Capítulo 17: Medias de colores

Sus manos permanecieron, a través de canciones lentas y movedizas, durante más de una hora. De vez en cuando el pulgar de Danton acariciaba el de Emily, y, la delicadeza que desprendía en aquel gesto no le pasaba desapercibido a la muchacha, se sonrojaba y el estómago le bullía en sensaciones magnificas.

Sensaciones que no debía tener; disfrutaba más del contacto de Danton que del mismísimo concierto en sí. Tenía la vista clavada en Dave y la banda, pero toda su concentración iba a parar a ese par de manos aferradas, como si fueran lo más importante en ese teatro, en esa ciudad. Como si, de forma momentánea, el sol orbitara alrededor de ellas.

Esa simple mano, grande y fuerte, se sentía como un chispazo de luz en la espesa oscuridad de Emily, y aunque no creía que él lo sintiera de aquella manera, estaba contenta de que le correspondiera el afecto.

A esas alturas, con las pocas pero intensas cosas que había vivido y sentido con él, ya no podía seguir negándose a sí misma que Danton le gustaba.

Le gustaba más que tomarse una cerveza luego de volver cansada del trabajo. Le gustaba más que los domingos por la mañana, remolonear en la cama y levantarse a la hora que se le plazca. Le gustaba mucho, aún más que su canción favorita.

La banda despidiéndose fue lo único que pudo separar sus manos para poder ofrecer un aplauso; firme por parte de Danton, distraído y tembloroso por parte de Emily.

Salieron a paso de caracol del teatro, Fawn tuvo que contenerse de seguir gritando como las demás fans y Emily intentó recuperar su poder de concentración, casi que en vano, por suerte podía hacerlo pasar por el aturdimiento que queda luego de un concierto.

—¿En que se van? —preguntó Danton, aprovechando que las masas excitadas de gente fluían sin notarlos para refugiarse desapercibido bajo el gorro y los lentes.

—Acabo de llamar a Aurora —le respondió Wesley—. En cinco minutos estará aquí, puedes irte si estás apurado.

Emily tomó el celular mientras los hombres hablaban y leyó un mensaje que le había llegado hacía aproximadamente una hora y que por lógicas cuestiones no había leído.

Despréndete la camisa, muestra el escote

Cranberry.

Emily miró a su alrededor, intentando ver si la encontraba por alguna casualidad en aquella marea de personas. Pero era algo imposible, no logró dar con ella.

¿Qué?” le respondió.

—…y es que a las ocho de la mañana pasaré a recoger a Sevin por el aeropuerto —Emily captó parte de la conversación y se congeló ante el nombramiento de la chica en los labios de Danton. La sangre se le calentó en las mejillas y todo rastro de felicidad se vio algo empañado.

Al día siguiente llegaría su novia, su muy querida y hermosa modelo.

La odiaba.

¿La odiaba?

No la conocía…

La odiaba igual.

Un mensaje de texto nuevo le entró y lo leyó con rapidez.

Vi fotos de Sevin Cinnie, muy bonita, pero en sector senos, tú saliste altamente más favorecida

La chica pasó del rojo celos al rojo vergüenza en un santiamén. Levantó su mirada hasta Danton y vio como este hablaba muy concentrado con Wes y Fawn.

Claro, muchas gracias por la ayuda y el consejo, Cranberry” escribió segura de que la mujer no volvería a contestarle.

El auto de los Torton llegó en cuestión de diez minutos. Luego de despedirse de la pareja, Emily y Danton se dirigieron al solitario aparcamiento, entrando con sigilo hasta ubicar la camioneta. Él le hablaba de un par de cosas, pero la chica estaba en una nube de distracción. Entre la odisea de sus manos entrelazadas hasta la noticia de la inmediata llegada de Sevin, todo lo que oía eran murmullos de su bonita voz.

En aquella obra de teatro ella solo era una interina. Esa que, de conseguir separar a la pareja, debería renunciar a Danton sin ningún tipo de rodeos.

La idea sola le provocaba dolor de cabeza.

Antes de subirse a la todoterreno, Emily reunió valor e hizo lo que Cranberry le había aconsejado; se desprendió los dos primeros botones de la camisa, dejando a la vista la delicada musculosa blanca coronada con un sutil escote.

El hombre sacó las trabas y entró con un ágil movimiento, mientras Emily hacía lo mismo, con un poco más de torpeza, del lado del copiloto.

—¿Planeabas…? —comentó Dan, sacándose los lentes oscuros antes de poner la llave en el contacto. La mano le falló y golpeó apenas unos milímetros por fuera de la ranura; se la había quedado mirando por un rato, pestañeando lento, y no supo el por qué hasta que su memoria de mosca le recordó lo del escote.

Sus mejillas se pusieron rojas y peleó con la idea de taparse de nuevo como una cobarde, no tenía la más mínima idea de que algo así funcionara con él.

Danton desvió la mirada al salpicadero antes de proseguir;

—¿…mañana debes levantarte temprano o algo así?

—No —pronunció Emily dubitativa mientras imaginaba con temor a Danton pidiéndole que lo acompañara a recibir a Sevin. O a comprarle un peluche, o peor, una sortija…

—¿Te gustaría ir a comer algo? —le cuestionó mirándola directo a los ojos—. Así le damos tiempo a la calle para despejarse, que si no, no salimos en dos horas.

La chica titubeó un poco;

—No tengo dinero, aún debo pagarte la entrada...

Que por ser VIP seguro me sale ambos ojos de la cara pensó recordando que se había secado un poco comprando ropa cara con Cranberry.

—Primero; la entrada fue un regalo. Segundo; si no tienes dinero para comer conmigo, entonces tampoco tienes dinero para un taxi —Danton sonrió, ostentando naturalmente la perfecta redondez de sus dientes en un gesto vencedor—. Baja del auto, esta vez invito yo, la próxima tú, ¿está bien?

La próxima, repitió la mente de Emily cerca de cincuenta veces antes de asentir boquiabierta como una autómata. Podría haber una próxima…




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