Emily tenía las piernas apoyadas en el respaldo del sofá. Los pies le sobresalían sin gracia alguna y pendían cual dos perchas, ayudándola a mantenerse así por más tiempo. Tenía la espalda adosada al asiento, y la cabeza colgando del mismo mientras —Dios sabrá cómo— comía cucharadas de helado de chocolate sin que se le cayera un poco.
La noche del martes —y madrugada del miércoles— habían sido tan perfectas que había dudado de su veracidad mientras se lo contaba al gato.
Todo había sido perfecto luego, el despertar, el poner Dave Matthews Band en la laptop y prepararse un delicioso café para empezar bien el día.
Los recuerdos se agolpaban en su cabeza generándole una emoción casi adolescente; ¡la había tomado de la mano casi todo el concierto! ¡La había invitado a un restaurant! ¡Le había contado un secreto suyo, muy doloroso! ¡Y casi la había besado!
Desvarió en cada uno de esos recuerdos mientras decodificaba cada canción de Dave Matthews. Había comprendido el asunto del gusto por sus medias —o al menos había llegado a la conclusión— de que eran un fetiche, se veían sexys según los hombres, entre más altas y más coloridas, mejor.
"De echo lo que me gusta es verlas en tus pies" había dicho.
Emily se sonrojó ante el recuerdo y todo lo que esas palabras podían llegar a significar si no las estaba mal interpretando.
Pensó en todas las posibilidades con una gran sonrisa mientras jugueteaba con el iPhone. Encontrarse a sí misma observando las fotos que tenían juntos ya no era cosa rara, mucho menos ahora que se lo había auto confesado.
Las miraba porque le gustaba lo que veía.
Recordó que la otra foto que tenían justos seguía en Twitter, cosechando preguntas y teorías. Había desactivado las notificaciones porque la estaban volviendo loca con menciones a causa de la misma.
Su nombre había explotado, aunque con la suerte de que eso sólo pasaba en las redes sociales y no salía de allí.
Decidió entrar para ver que tal, si alguno de sus amigos le había escrito algo en esas ajetreadas semanas en las que escasamente había tenido tiempo para dormir.
Ahí fue donde comenzó el drama.
Emily comprobó su icono de “conecta” y miró todas las interacciones; tenía cerca de cien retwits de un par de cosas que había subido, cincuenta favoritos más de la vieja foto que se habían sacado ella y Danton —no se cansaba de verla— y alrededor de diez nuevos seguidores, de los cuales solo uno llamó su atención.
Sevin Cinnie @SCLeilani
¿Sevin Cinnie? ¿Qué hacía siguiéndola?
Se mordió el labio y sin meditarlo mucho le dio follow back.
Grave error. La lluvia de twitts que destrozaron su felicidad no tenían piedad y caían uno atrás del otro como un inestable diluvio.
“No se hacen la idea de todo lo que extraño a mi @DantonLane” “Pronto con mi amor” “Lo mejor de volver es definitivamente esto” “280 caracteres no me son suficientes para expresar lo que siento cuando lo veo esperándome #afortunada”
El último twitt iba insertado con una foto de la modelo besando de lleno al hombre. Besándolo como ella no había podido hacerlo la noche anterior.
“Me despido de ustedes, voy a pasar una increíble tarde con mi novio”
Suspiró con miedo, pero se decidió por buscar alguna señal de Danton —¿Con la foto del beso no le bastaba?— negativa o positiva.
Abrió una ventanita aparte y cargó su último twitt, corto, pero conciso;
“Supermodelo arribando”
La había estado esperando.
Su corazón se comprimió en pena, en una vergüenza propia muy grande; lo había malinterpretado todo.
En ese momento se dio cuenta de una cosa —aparte de que Cinnie era su segundo nombre, no su apellido— comprendió que Sevin estaba enamorada de Dan, y que seguro el sentimiento era recíproco.
Emily pensó que quizás ella solo había sido una distracción, alguien con quien pasar el rato y no extrañar tanto a Sevin, convirtiendo todos los buenos momentos en simples impulsos.
Claro que ella en su posición de farsante no se podía quejar; también lo había engañado de cierta manera. Aun así no podía dejar de sentir una extraña opresión en el pecho que la llevó a estar en aquella posición en el sofá, a cambiar el café por el helado y a Dave Matthews Band por los Ramones.
En pocas palabras; Emily estaba angustiada, se sentía socavada aunque intentaba no estarlo. Intentaba convencerse que Danton había sido no más que una ilusión pasajera, que en cualquier momento lo olvidaba todo, como le había sucedido con el idiota de Stuart.
Pero no tuvo tanta suerte. Esa misma angustia le duró hasta la noche del sábado, momento en el que desgraciadamente se acentuó con fuerza y precisión.
Había pasado mal sus días, Norma Jean había insultado a todos los hombres de la tierra por el estado en el que se la veía a su única empleada, aún sin saber que tenía razón.
Pero no eran todos los hombres, era sólo uno.
Ese tortuoso sábado Jamie otra vez la había invitado a una cena en su casa, con Murdock, Wes, Fawn, Peter, Aurora, Danton, y por consiguiente; Sevin.
Emily intentó negarse de muchas maneras, pero no consiguió disuadirlo. Eso no solo sería incómodo para ella, también lo sería para Danton, a quien se le mezclarían con temor su novia y la chica con la cual salió a "escondidas" y a la que intentó besar.
Una chica que, dicho sea de paso, quería ser besada.
Desesperadamente.
—¿Para qué prepararme? —le preguntó, sin poder disimular el abatimiento a Harlem y Cranberry cuando, el sábado a las ocho de la noche, los dos adictos a la moda golpearon a su puerta—. Si llegó Sevin…
Ambos, diseñador y estilista, se miraron un segundo en silencio y luego, como si estuviesen sincronizados, tomaron a Emily por los hombros y entraron al departamento como halos para sentarla en una silla de la cocina comedor.