La gran farsante

Capítulo 28: Papá no sermonea

—¡Emily! —susurró Danton zarandeándola un poco—. ¡Emily despierta!

No quiero, estoy soñando contigo.

—¡Emily!

La chica entreabrió los ojos aun algo dormida y sintió como el hombre la despojaba de las sábanas y comenzaba a levantarla por los brazos. Parándola sobre la alfombra de felpa con suma facilidad.

—Hey —se quejó intentando despertarse del todo. Dan le levantó una pierna y ella tuvo que agarrarse de sus hombros para no caer—. ¿Qué haces? —le preguntó cuándo, luego de bajar la primera pierna, levantó la otra. Sorprendida al sentir como la tela de sus boxers la rozaba en ascensión, generándole escalofríos y cosquilleos.

Danton la estaba vistiendo.

—¡Lo olvide! —gritó al terminar de subirle el bóxer—, olvidé por completo que en quince minutos llega Rosita… ¡Emily, despierta!

Emily, de hecho, ya estaba bien despierta, solo que impactada ante la imagen del hombre a semi vestir que la estaba vistiendo a ella con tanto cuidado.

Se despabiló lo más rápido que pudo y continuó ella con la labor. Sería un enorme problema que Rosita los encontrara así. Para la mujer, Emily era tan niña como Jamie, y Jamie era más niño de lo que era en realidad.

Ambos terminaron de vestirse e intentaron arreglarse lo mejor que pudieron —Emily se cepillaba los dientes mientras Danton orinaba y Emily orinaba mientras Danton se cepillaba los dientes, como una vieja pareja con años de casados, riendo con gracia y diversión— bajaron las escaleras a trote, esperanzados de poder escapar antes de que la mujer llegara.

Pero no lo lograron.

Apenas Emily salió al patio delantero, Rosita ya iba cruzando los jardines, percatándose de su presencia y saludándola confundida.

—Niña mía, Jamie no está en el país —murmuró mientras veía a Danton aparecer tras Emily.

—Si —tartamudeó ella, acomodándose nerviosa un cabello tras la oreja—. Lo olvidé…y llegué temprano…muy temprano…

—Yo la llevaré a su casa —interrumpió Danton con las llaves de la camioneta girando entre sus dedos—. Así no tiene que pagar otro coche…juventud despistada.

Rosita asintió y volvió a saludar contenta para luego perderse en el interior de la casa. Ambos subieron a la camioneta y apenas salió de la residencia, pudieron suspirar con alivio y de paso, comenzar a reír con ganas.

—¿Qué hora es? —preguntó Emily apenas llegaron frente al edificio.

Debía ser muy temprano porque tenía sueño, mucho sueño. Su cuerpo estaba agotado y los músculos le dolían un poco.

¿Y cómo no le iban a doler todos y cada uno de ellos?

Se sonrojó.

—Son las ocho de la mañana —respondió Danton fijándose en su celular—. ¿Esta noche vuelves? —cuestionó con interés, observándola de forma penetrante.

—¿Quieres que vuelva?

—Si no quisiera, no te lo habría preguntado —sonrió él—. ¿Tú quieres volver?

—Sip —asintió para luego aproximarse a besarlo con cierta urgencia; no habían tenido su momento de paz romántica por la mañana.

—Pasaré a buscarte a las diez treinta —le comunicó antes de que Emily se bajara.

Lo primero que vio al entrar en su departamento fue la redonda cara de su gato con el gesto de ofensa más grande que le había dedicado en sus seis años de vida. Al parecer el modisto había llegado más temprano y lo había dejado allí dentro, con la esperanza de que Emily volviese a tiempo.

¿Cómo no estar enojado? Lo había abandonado con Harlem el sábado por la noche y todo el domingo, el animal no estaba acostumbrado a que su dueña lo dejara con otras personas y, claramente, no le gustaba para nada.

Emily lo alzó entre disculpa y beso y lo abrazó con calidez.

—¡No te haces una idea de lo que me sucedió! —le dijo emocionada mientras Norberto trataba de zafarse—. Fue tan increíble, Norbie, él…

Antes de poder continuar, su iPhone sonó. La chica soltó al gato y tomó el aparato que tenía guardado en el bolsillo trasero de sus pantalones, viendo que se trataba de Maggie.

—¡Maggie! —saludó efusiva en un tono más agudo de lo normal.

¿Emily? —saludó la aludida en un tono extrañado, haciendo una pausa para después agregar—. Me tienes que contar algo. ¿No?

Mujer perceptiva si lo había.

—Pues…

¿Es Danton? —la interrumpió en un tono alarmado. Emily titubeó, haciendo exclamar a su amiga—. ¡Es Danton! ¿Qué sucedió? ¿Se besaron?

—Si… —susurró con cierto miedo, cosa que Maggie captó en el aire.

¿Emily?

—¿Si?

¿Hicieron algo más que besarse? —preguntó y Emily guardó silencio, algo nerviosa—. Dímelo, no te juzgaré.

—Si —respondió finalmente—. Hicimos mucho más que besarnos…

No hubo tiempo para silencios de meditación del otro lado de la línea;

¿¡Cómo pudiste!? —Chilló Maggie—. ¡Dios, Emily! ¡Es el padre de Jamie! ¡Está comprometido con otra mujer! ¡Es mayor que tú! ¡Es famoso! ¿Te engatusó? ¿Te obligó a hacer cosas? ¡Dime! ¡Lo denunciaré!

—¡Maggie, no! —la detuvo escandalizada. ¿No se suponía que no la iba a juzgar?—. Danny no me obliga a nada que no quiera.

¡Emily, por favor, creí que reaccionarías! ¡Creí que esto era un mal juego para ti!

—Las cosas cambiaron, Danton…yo lo…

¿Jamie te obliga a hacer estas cosas? —continuó.

— ¡No…! Jamie no sabe nada…

¡Emily! —la regañó enojada—. ¡Te lleva veinte años!

—No, diecisiete —murmuró ella como si tres años marcaran diez menos de diferencia.

Maggie suspiró frustrada para intentar calmarse, sabía que gritando no invertiría la situación ni haría que Emily “entrara en razón” con respecto al tema.

Dime… ¿al menos se cuidó?

—Sí, Margaret.

¿Estás segura?

—Lo tuve encima de mío —le respondió entre dientes, bastante harta del negativo cuestionario—, estoy bastante segura.




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