La gran farsante

Capítulo 29: Arena húmeda

Emily contabilizó sus cosas aun cuando ya estaban sobre la camioneta rumbo a Big Sur.

Su padre había hecho magia con un simple llamado a su jefa y apenas si dos días después ya habían emprendido viaje.

El gato.

La comida especial para el gato.

Trajes de baño impuestos por Harlem.

El jarabe para el gato.

Las piedras para el gato.

Miró a los asientos traseros observando las escasas cosas que llevaba, puntualizándolas y repasándolas.

—¿Trajiste el documento? —le cuestionó Danton.

—Sí, lo tengo aquí —murmuró palmeando la mochila que descansaba en su regazo.

—Eso es lo único que importa —sonrió—. No nos vamos a la jungla, Emily, podemos comprar lo que sea que hayamos olvidado.

—Tú porque eres millonario —atacó, recordando que de hecho ella no tenía mucho dinero y que debía andarse con cuidado sobre los gastos.

—Tú porque eres mi invitada —contraatacó él—. Oh, pero en el caso de que hayas olvidado el traje de baño, lo siento, ese tipo de cosas yo no compro, deberás nadar desnuda.

Emily lanzó una carcajada, ignorando por completo su satirismo para pasar a elegir la música que oirían todo el camino. Estiró un poco el cinturón de seguridad y se aproximó hasta el estéreo para elegir de la lista que la pequeña pantallita le ofrecía.

—¿Radiohead? —cuestionó Emily, pasando el dedo sobre el índice táctil.

—¿Qué más podría ser si no? —marcó como obviedad, sacando una mano del volante y colocándola sobre el cabello de la chica, para corrérselo a un costado en un gesto tierno.

Tocó su cuello con las yemas de los dedos y lo acarició lentamente mientras una canción comenzaba.

Emily se hizo para atrás otra vez y apoyó su cabeza sobre el hombro de Danton, entregada a las caricias.

—¿Cuál es ésta? —cuestionó observando que el monitor no le mostraba ningún título salvo el número de pista y el nombre del interprete.

—Esta es The Tourist —respondió el hombre.

La carretera delante de ellos se veía desolada, puesto que no había muchos que tomaran dirección a la costa a mediados de octubre.

El clima era lindo, pero no para tanto, y el trabajo aumentaba en los tres últimos meses del año, haciendo que sea casi imposible vacacionar en esas épocas.

Muy pocos iban a Big Sur en octubre, y eso era perfecto.

 

………

 

La cabaña de Danton era hermosa, pequeña al lado de lo que era su casa; diminuta, de hecho, y eso la hacía acogedora. Era de un solo piso y consistía en tres habitaciones, un baño, una cocina, un comedor y una hermosa sala que, al igual que la habitación principal, poseían vista al mar que se encontraba varios metros por debajo de donde estaban ellos.

Poseía una pequeña piscina de tres por cuatro en un pequeño patio cercado por lo que parecía una pared de bambú. Había dos sillas de playa plegadas a su lado, como si hubiesen estado esperándolos.

La piscina, a pesar de pequeña, parecía profunda.

—Es tan rústica —suspiró Emily, pensando que podría vivir en un lugar así el resto de su vida. Rodeada de vegetación como si fuera un bosque y, que al tan solo mirar por el ventanal delantero, se encontrara con el mar.

Movió la cabeza y observó tras ella como Danton se arrojaba sobre la alfombra india de la sala, agotado por todo lo que tuvo que trabajar antes del viaje para que su manager lo dejara ir sin inconvenientes.

Ese paisaje también es lindo de admirar durante toda la vida, pensó al verlo así, tirado en el suelo, jugando con la cola del gato.

Caminó hacia él, arrodillándose sobre la alfombra para luego poder recostarse a su lado, pegando sus cuerpos y pasando el brazo sobre su pecho.

—¿Qué planes tienes? —le preguntó, acomodando la cabeza entre el cuello y el hombro de Danton.

—Pues, te llevaré de excursión, por aquí no estamos tan lejos de las cascadas de McWay —explicó acariciándole el cabello con la punta de los dedos, dado que ella le tenía el brazo aprisionado bajo su cabeza—. Luego iremos a la playa hasta el atardecer, es hermoso ver el atardecer allí —prosiguió—. Luego pasaremos a comprar comida, comeremos aquí —sonrió y le besó la frente—. Te llevaré a la habitación de último, ya ahí no necesitas que te cuente los planes ni los procedimientos, ¿no?

Emily rio, con las mejillas completamente rojas.

—Quizá debas indicarme un par de cositas —bromeó, regalándole un par de caricias a su ligera barba dorada de una semana.

—Lo dudo —canturreó él—. ¿Ahora, siesta en la alfombra? —le preguntó entrecerrando los ojos.

Ella hizo lo mismo. Cerró los ojos, se acomodó mejor sobre su pecho y respondió en una voz nimia y suave antes de caer profundamente dormida junto a él;

—Ahora siesta en la alfombra.

 

……..

 

El terreno era algo difícil de atravesar, dada su extraña convergencia rocosa y vegetal, todo era resbaloso y duro al mismo tiempo y nada parecía tener mucho sentido cuando a eso se le agregaba la arena de la playa.

Danton la había sostenido del brazo para evitar accidentes. Él parecía conocer bastante bien la superficie, y al momento de comenzar a bajar hacia la playa —donde él decía que estaba la más hermosa de las cascadas— ya la tenía agarrada de la cintura como si ella se hubiese doblado un pie.

Llegaron a un hermoso puente de madera —llamado Bridgescape— y desde ahí ya visualizaron el increíble lugar.

El agua era turquesa y verde claro, tenía una gama de colores perfectos, coronados por una espuma que parecía más de cerveza que de mar.

La playa estaba rodeada por dos formaciones rocosas que la mantenían encerrada en forma de C, la mantenían privada y oculta, como si la naturaleza supiese que era perfecta y que debía refugiarla del ojo humano. Y justo frente a ella, como guardando más celos por el paisaje, unas cumbres rocosas terminaban de cercarla.




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