La gran farsante

Capítulo 32: Jamie

El hombre sonrió y apretó los ojos cuando el flash de la polaroid lo cegó por la cercanía.

—¿Era necesario sacarme una foto recién despierto? —rio tomándola de la cintura para besarle el vientre mientras la chica, montada sobre sus caderas, reía y agitaba la foto que la cámara había despedido por la ranura.

—Sí, lo era —afirmó haciéndolo reír otra vez.

Se aproximó a besarle la frente y dejó que el hombre disfrutara de la vista que le dejaba tal posición. Emily se había colocado la camisa de él por simple fetiche y él sabía por donde mirar para encontrar lo que buscaba.

Sonrió con malicia y se deslizó fuera de él antes de que lograra su objetivo de desnudarla otra vez.

Terminó de recolectar sus pertenecías; una cámara por ahí, un cuaderno por allá, fotos por todos lados y más ropa interior desperdigada que en una tienda de Victoria’s Secret.

Lo guardó todo dentro de su mochila mientras Danton bajaba a desayunar.

Volvió a ducharse, dejando que el agua escurriera su maquillaje y los besos de Dan, que barriera sus preocupaciones también.

Para no ponerse la ropa que había estado usando los últimos dos días, se dejó el vestido de Harlem con los stilettos que Jamie había comprado. Llevaría su ropa a la lavandería de abajo para un rápido lavado, así tenía con qué irse en la bicicleta que no fuera un vestido que se veía, olía y sentía más costoso que su departamento.

Bajó las escaleras y se unió al peculiar desayuno de cereales en la sala junto a Danton.

—¿Qué vemos? —le preguntó quitándole el pote y la cuchara de la mano para comer un poco.

—Friends —respondió él sin despegar la vista del televisor—. Y lo estamos disfrutando.

—Me parece bien —asintió Emily sonriendo.

Danton la observó y algo pareció no encajar para él en la mirada que ella le estaba ofreciendo. Negó con la cabeza y la subió a su falda.

—La estamos pasando bien ¿no? —le preguntó antes de comenzar a besarle el cuello con dulzura.

Ya no dejaba marcas allí.

—Muy bien —alcanzó a expresar, ya no pudiendo simular la mueca de falsa felicidad siquiera—. Lástima que…que ya se acabó —agregó alicaída, sintiendo como el hombre detenía su descenso por el cuello casi de manera brusca.

La tomó por el rostro y la obligó a mirarlo;

—Si no terminé con Sevin hasta ahora es porque es mi prometida —le aclaró, decepcionándola solo por cinco segundos que le parecieron eternos—. No puedo romper con ella por mensaje o llamada, no después de un compromiso; apenas llegue, la dejo —afirmó muy serio, haciendo que la chica abriera los ojos desmesuradamente, intentando procesar lo que acababa de decirle—. Apenas regrese, apenas baje de ese avión, termino con ella.

Emily no pudo evitar el escalofrío que le recorrió la espalda como una pequeña descarga eléctrica. Luchó por no hiperventilar, por no ceder a un ataque de ansiedad y comérselo a besos.

—¿Qué le dirás? —preguntó aun sorprendida.

Danton sonrió y se la pensó por un rato.

—Que las fotógrafas están de moda —bromeó.

—¿Por mí? —farfulló ella aun sin creérselo.

No podía creérselo.

—No veo a ninguna otra fotógrafa por aquí… ¿y tú? —murmuró antes de ser interceptado por un beso; uno de esos encendidos y sin fin que los hacían jadear y cerrar los ojos por completo, perdidos en el momento. Esa clase de besos que solo podían acabar si se estaba sobre la cama.

Danton comenzó a bajar por su barbilla entre besos y mordiscos, haciéndola tomarlo por el cuello y asirse con fuerza a su cabello dorado.

Podría haber sido el momento perfecto; no solo la estaba besando como solo él sabía hacerlo. Danton dejaría a Sevin, por ella. Abandonaría a la modelo por la chica común.

Sí, podría haber sido perfecto, si no hubiese durado tan poco.

La mano escurridiza de Danton se había metido bajo el vestido de Emily, haciéndola abrir los ojos de par el par al sentir el frío contacto de sus dedos subiendo por su muslo derecho.

Y recién ahí fue cuando lo vio, allí, parado detrás del sofá, mirándolos desencajado.

Jamie.

—¡Jamie! —exclamó separándose de manera brusca de Danton que estuvo a punto de caer del sillón.

El hombre la ayudó a incorporarse, parándose rápido. Ambos miraron al recién llegado, expectantes.

El mismo parecía no dar señales de nada al principio, solo entrecerraba los ojos un poco más y contenía la respiración que quería escapar agitada de sus pulmones.

Emily rogó que el chico estuviese recapacitando, pensando o al menos controlándose.

Pero no, eso era solo una “tibia” calma, un corte, una tregua. No, no era nada de eso.

Era solo la calma antes de la tormenta.

—Hijos de puta —masculló anonadado a tal punto que su voz había salido suave, como un susurró. Pasó la mirada de su padre a Emily, reaccionando con ira—. Qué carajo… ¡Confié en ti!

—Jamie, espera… —susurró Emily intentando que sus piernas se movieran por si solas hasta donde estaba su amigo.

—Confié en que no lo harías ¿Desde cuándo te lo tiras? ¿Desde la after party? ¿Desde ahí? ¡Rompiste las malditas reglas! ¿Cómo pudiste hacerme esto?

Emily lo miró aterrorizada, sin saber que decir;

—Perdóname…

—¿Qué te perdone? —rio sarcástico—. ¡Eres igual a todas, eres una vividora más!

Las palabras golpearon a Emily y se hizo unos pasos atrás.

¿Vividora?

—¡Jamie, es suficiente! —le gritó Danton yendo hasta él para intentar tomarlo por el hombro. El chico se zafó antes de que lo alcanzara.

—¿Suficiente? —cuestionó mirándolo con odio, con repulsión total—. ¿Quieres saber algo de nuestra querida Emily, papá?

—No lo hagas —sollozó la chica ante el enrarecido rostro de Danton.

—¡Es una farsa! —le gritó a su padre mientras la señalaba—. ¡Es mentira, nada fue real! ¡La contraté para que te separara de Sevin! ¡Y me traicionó! ¡Me clavó el cuchillo por la espalda! ¡Ella me…




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