La gran farsante

Capítulo 33: Llamadas perdidas

—¿Quién empieza? —preguntó Cranberry en cuanto le devolvió el manubrio. Emily hizo una seña con la cabeza, dándole el pie para que ella empezara—. Bien —comentó—. Lo mío es bastante obvio, no tengo veintiséis, tengo dieciséis.

Y Emily se lo había creído, con el maquillaje, la altura y el porte, Cranberry pasaba tranquilamente como una mujer madura.

—¿Por qué mientes con tu edad?

—En este ámbito se escala mediante mentiras —le respondió—. Si uno no es lo suficiente grande y fuerte, no sirve, aunque no lo creas, la antipatía me ha abierto más puertas de las que me las abrió mi talento. Y la edad…se creen que porque tienes dieciséis te pueden pisar como a una hormiga.

—Por eso siempre debías irte temprano —finalmente contestó Emily, hilvanando otras situaciones vividas —. No era porque estabas aburrida…era que tenías horarios.

Ella asintió, encogiéndose de hombros.

—A papá no le gusta que salga tanto con un entorno que no sea colegial, menos de noche —explicó sin ahondar mucho.

—Comprendo…

—En fin… —comentó suspirando—. Eso es todo.

—Al parecer todos somos farsantes —agregó Emily mirando las calles transitadas por toda clase de personas—. ¿No? Vivir de las apariencias…

—¿Me dirás lo que sucedió? —le cuestionó Cranberry tan directa como siempre—. Aunque ya me estoy haciendo una idea…

—Jamie nos descubrió, llegó antes de tiempo… —le soltó conteniendo las lágrimas al recordar el horroroso momento que habían pasado—. Y le dijo todo a Dan, le dijo que yo no sentía nada por él, pero es mentira, yo si siento…y él…él me odia. Los dos me odian.

Tan solo al recordar las miradas de ambos, un escalofrío la recorrió por completo. Ninguno de los dos jamás le habían ofrecido tal odio.

—En cuanto vea a Jamie le daré una bofetada —masculló Cranberry apretando los dientes—. ¡Niño estúpido!

—No es su culpa, es entendible —susurró secándose las lágrimas—. Cualquiera habría reaccionado así…de haber visto a mi padre con mi mejor amiga…yo los hubiese matado.

—¿Qué te dijo? —le cuestionó casi en tono demandante. Más allá su edificio se elevaba para darle la bienvenida a la realidad nuevamente.

—Que era una vividora —murmuró pasando hacia el estacionamiento.

—¿Vividora tú? ¡Definitivamente lo voy a golpear! —afirmó Cranberry mientras Emily encadenaba la bicicleta en el estacionamiento de su edificio.

Una ligera sonrisa escapó de sus labios. No sabía que Crannie la tuviera en estima a tal punto.

O quizá solo quería golpear a alguien.

—Gracias, Cranberry —murmuró Emily—. Me encantaría ir contigo —agregó con tanta sinceridad que se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas—. Pero debo ponerme al tanto con los trabajos para Norma y…

—Esta noche te pasaré a buscar entonces —le dijo ella muy segura—, te quedas a dormir en mi casa.

Emily se sorprendió aún más ante aquellas palabras.

Descartó la idea de los golpes, quizá la tenía en estima.

—¿De verdad? ¿No molestaré?

—No —negó con la cabeza—. Mis padres adoran que tenga amigos…y como no los tengo, ni tú los pareces tener, en tal cantidad…

Emily rio ante la cruel torpeza de la chica, pero le dio la razón, Emily tenía amigos con los que no podía hacerse un pijama party, o compartir momentos de normalidad femenina, por lo menos.

—Entonces estaré allí —asintió agradecida Emily.

—Nos veremos esta noche.

—Nos veremos, Cranberry.

La chica se alejó a paso refinado, a pesar de no tener sus infaltables tacones, la observó hasta que se perdió en la esquina de la cuadra y luego subió con rapidez hasta su departamento.

Lo primero que hizo al entrar fue tomar a Norberto y fundirse a él en un abrazo desesperado, conteniendo las lágrimas. Sentía que ya había llorado demasiado, que ya se había auto histeriqueado lo suficiente.

Suspiró e intentó calmarse, de camino a casa había pensado muy aceleradamente en acciones sin prever las consecuencias; principalmente no podía irse de la ciudad sin presentar una renuncia con Norma y Pursuit. Norma no la soltaría con tanta facilidad y con Pursuit necesitaba una antigüedad de seis meses más para retirarse con el efectivo necesario para sobrevivir sola (o con su padre) a donde fuera que le deparara el siguiente movimiento.

Había otra cosa, la más importante y de la que más se había quejado en ese pequeño ataque de ira.

¿Qué habría sido de ella sin ese contrato? ¿Qué vacío existencial le habría ocasionado no haber vivido esas preciosas semanas con Danton? ¿Ese emocionante mes?

El contrato, eso era algo de lo que no se arrepentiría.

Aun así no podía evitar sentir aquel dolor que la carcomía. Culpa y dolor mezclados; se le arremolinaban en el pecho y la hacían sentir pesada y fuera de sí, la hacían sentir que todo estaba perdido y que no podía dejar las cosas así como estaban. Era una dualidad arrolladora.

¿Qué podía hacer?

Por ahora, nada. Debía dejar que pasaran al menos unas horas, aunque la desesperase el hecho de aguardar, debía esperar a que las aguas se aquietaran un poco.

Se obligó a si misma a concentrarse en el trabajo que Norma le había mandado el día anterior. Aunque le resultaba casi imposible usar su mente para cualquier otra cosa que no fuera auto-castigarse, ese trabajo era lo único que la salvaría de pensar.

Ilusa.

 

…………..

 

Las horas con Norma se le hicieron infinitas, y, apenas llegada a su casa, lo primero que hizo —cual adicto que hacía tiempo no tocaba las drogas— fue sacar el celular y llamar a Danton con el corazón desbocado dentro de su pecho.

Tenía miedo de que contestara, y miedo que no lo hiciera también.

Y no lo hizo.

Probó otras dos veces más, pero él no respondía, seguía sonando, con crueldad, y no respondía.

Lo intentó con Jamie, pero fue lo mismo. Ambos estaban ofendidos, enojados y heridos, y no obtendría su perdón tan fácilmente.




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