La gran farsante

Capítulo 38: ¿Acaso quiere saber?

Las articulaciones de Danton sonaron con estrépito para él.

A veces se sentía viejo, que esos treinta y seis —dentro de un mes treinta y siete — que llevaba a rastras eran como una bola con cadena que pesaba su equivalente en años. Que sus huesos se vencerían, sus músculos se aflojarían sobre su piel como un amasijo y que dentro de poco comenzarían a recetarle una pastilla para todo. La simple idea de imaginarse consumiendo viagra lo hizo reír de pena y vergüenza propia.

Pero claro, era un pululante pensamiento que lo embargaba de vez en cuando, nada más.

Danton estaba óptimo, sus articulaciones crujían al estirarse desde que tenía veinte, su salud era perfecta, apenas dos arrugas le surcaban los extremos de los ojos y todos y cada uno de sus miembros funcionaba a la perfección, sin ningún tipo de ayuda.

Levantó el cuerpo perezoso de la cama y buscó su ropa, doblada sobre una silla.

La noche anterior no había dormido con Sevin, algo que resultaba extraño, pero placentero. Aquella modelo podía resultar muy cargosa cuando se lo proponía. A veces solo se encerraba en su mundo cuando ella hablaba, porque su tono de voz, que no era ni muy grave, ni muy agudo, le molestaba casi tanto como la falta de sentido común en lo que decía.

Pero eso no significaba que no la quisiera… ¿no?

Solo debía acostumbrarse.

Bajó las escaleras a trote y comenzó a oír los divertidos gritos de guerra entre Laurent y Jamie desde el patio de su casa.

Le divertía verlos, aunque sintiera un poco de celos de su unión a veces, se sentaba con Mimi bajo os rayos de sol y ambos los observaban jugar al ping-pong, cada mañana, como una rutina incansable.

Se preparó un café con la máquina que le había regalado su manager hacía solo un par de meses, y salió al patio para sentarse en la silla frente a Mimi.

—Buen día —saludó a la mujer que lo miraba con la misma expresión de niña de siempre.

—Buenas mañanas, querrás decir —lo corrigió para luego colocarse sus lentes de sol—. Laurent sigue ganando.

—Jamie, Jamie —se quejó bebiendo un sorbo del café—. Entonces… ¿crees que esta noche podamos cenar como una familia? Se me han estado escapando desde que llegaron…

—Lo siento, pequeño —se disculpó Mimi con una mueca—. Deberá ser mañana, esta noche cenamos con Emily.

El nombre de la chica le pegó como una bofetada. El efecto había empeorado después del desliz del beso en la cocina.

—¿Qué, no vino la semana pasada? —preguntó Danton haciéndose el desentendido porque sabía que ni Mimi ni Jamie se habían enterado del…pequeño altercado que había tenido con la chica una semana atrás.

—Sí, pero ahora se va, es su última noche en Los Ángeles.

—¿Se va? —preguntó Danton extrañado—. ¿A dónde?

—Vuelve a New York, creo. Pero claro, eso es algo que a ti no te interesa —dijo Mimi bebiendo un poco más de su té, más allá Jamie parecía haber anotado un punto, pero no festejó como se esperaba, sonrió fugazmente, apagado—. Sabes que no hubo dinero de por medio, ¿no?

—No sé si eso es algo bueno o malo, Mía —le respondió a la mujer con la mirada perdida en su hijo—. Ambición o morbo…

—Amor verdadero a su mejor amigo —lo corrigió acercándosele para que la mirara—. ¿Recuerdas la fiesta en casa de Johnny Depp en el dosmil dos? Estabas “enamorado” del interés casual de un tipo y la única manera en la que pudiste separarlo de ella fue pidiéndole ayuda a tu mejor amiga, ¿no? —le preguntó señalándose a sí misma con una mueca divertida.

Danton rio ante el recuerdo, Mimi aguardó.

—Esa vez estábamos muy drogados, Mimi.

—¿Qué hice por ti esa noche, Danton? Cuéntame, por favor.

—Corriste desnuda cerca del tipo —murmuró sin poder contener la carcajada ante el recuerdo, la mujer asintió.

—Fui muy corajuda, ¿y todo por qué? Porque mi mejor amigo me lo pidió —explicó—. Emily hizo lo que cualquier mejor amigo hace, Dan; sacrificarse, hacer lo que sea por costoso que parezca. Costoso y arriesgado.

—¿Que pretendes con lo que me dices? —le preguntó con una enorme sonrisa irónica—. ¿Que vaya corriendo al aeropuerto, le grite que la amo, que nos besemos bajo el detector de metales y luego la lleve a mi casa para embarazarla? Suena muy poético, pero no es eso lo que busco, querida Mía.

Mimi negó con la cabeza con los ojos en blanco.

—Acabas de hacerte una película muy equivocada de lo que hay mi cabeza.

—Sí, claro —ironizó.

—Mira, Danny —le explicó Mimi lo más paciente que pudo—. No vine aquí a unir parejas, vine a ver a mi hijo feliz. No me importa si quieres a Emily, a Sevin o a quien quieras querer, el punto es que esta muchacha es amiga de Jamie, y debes aceptarla como tal, ¿comprendes? Nada de desprecios ni malas caras, ya bastante triste está porque no van a verse más por largos tramos de tiempo.

—Bien, bien —proclamó Danton levantando los brazos en señal de que había captado a la perfección, Mimi arqueó una ceja antes de añadir;

—Y para que lo sepas, tú tampoco eres un santo.

Esta vez fue Danton puso los ojos en blanco.

Se levantó de la silla, tenía un día muy complicado por delante; una entrevista más sesión fotográfica con Peter para una importante revista.

Pasar a buscar a Sevin luego de eso, llevarla a su agencia de modelaje para hacer algo que él no entendía, llevarla a “cenar” a algún lugar en el que succionan el salario mensual de un hombre de clase media, para poner frente a sí un plato de apenas trescientas calorías que no le llenaría ni la cuarta parte del estómago y que, con seguridad, Sevin dejaría por la mitad.

Sería una larga y agotadora jornada.

Como todas.

 

…………….

 

Peter y Danton se hicieron de sus sonrisas más seductoras para la foto de portada. “Guerreros de la sensualidad” diría la misma, algo que puso ciertamente incómodos a ambos.




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