La heredera del ceo

4

✧☾ 𝙰𝙴𝚁𝚈𝚂 ☽✧

—No estoy casada —confieso, sin saber bien por qué.

—¿Pero…?

—Fair es… una historia larga, pero no estoy con él. Tampoco es el padre de Defne.

Su celular suena. Mira la pantalla y cuelga de inmediato. Se frota la barbilla, pensativo. Antes de que pueda decir algo, reviso que Defne siga tranquila.

—¿Se encuentra bien? —le pregunto al notarlo tan tenso.

—Lo estoy. Intento vender los hoteles, pero la familia de mi ex dejó muchos problemas. No tengo intención de quedarme en esta ciudad, pero tampoco voy a dejarles lo que no les corresponde. Pensé que podría resolverlo con ayuda del abogado. No está resultando.

—¿Qué clase de problemas tienen los hoteles? —pregunto, sin ocultar mi interés.

—Desde administración hasta demandas laborales. Aerys… ¿Puedo tutearte?

Asiento, algo desconcertada aún por el giro de la conversación.

—Gracias, y perdón por los momentos incómodos. Me retiro. Cuida mucho de tu hija.

No sé qué decir hasta que está por cruzar la puerta.

—Puedo ayudarte —me atrevo a decir.

Se detiene.

—¿Cómo?

—Conozco el funcionamiento de los hoteles. Mi formación me da herramientas útiles para evaluar y mejorar su estado.

Me mira fijamente.

—¿Quién eres? Y por favor, no me mientas.

—Yo… trabajé en el hotel de la familia Abramovich. Por eso conozco a Peter y a Yery… Peter es…

—No quiero que me hables de ese idiota. No necesito más detalles para saber por dónde va todo. A veces no entiendo cómo fui parte de su formación.

Hace una pausa. Su tono cambia.

—¿Puedo sentarme? Me interesa tu propuesta, sobre todo si eso acelera mi salida de esta ciudad.

Asiento, agradecida de que no insista en saber más sobre mi relación con su hijo. Comienzo a explicarle mi enfoque, pero su manera de escuchar me desestabiliza. Es directo, atento, su mirada analítica me pone nerviosa. Intento concentrarme en lo que hablamos, pero no puedo evitar pensar en lo extraño que es todo.

Me interrumpe y detalla el estado de los hoteles con más precisión. Me doy cuenta de que le urge deshacerse de ellos.

—Si todo sale bien, podría comprarlos —digo, tanteando la idea que empieza a tomar forma en mi cabeza.

—Tienes visión. Me equivoqué contigo. Pero conociendo a Grace, no sorprende que sepas moverte en negocios.

Me sonríe levemente. Mantiene la mirada un segundo más de lo necesario. La baja, luego vuelve a subirme con los ojos como si evaluara algo que aún no termina de entender. Por un momento, su expresión se endurece, pero sus cejas se arquean con interés.

—Te haré una propuesta —dice—. Me quedaré un mes. Trabajaremos juntos. Si lo logramos, me haces una oferta. Si cuadra, los hoteles serán tuyos. ¿Qué dices?

Me extiende la mano. La decisión en sus ojos me da seguridad. Hay urgencia en él, pero no desesperación.

—No hay por qué esperar tanto —respondo, sin mostrar la ansiedad que me despierta la idea—. Hacemos un presupuesto, planeamos los arreglos y trabajamos en eso. Tengo a quién recurrir si necesito apoyo financiero. Así que sí, me interesa. ¿Tenemos trato?

Extiendo mi mano. La observa unos segundos antes de estrecharla.

—Tenemos un trato, Aerys.

Su piel es firme, cálida. Sin querer, muerdo mi labio. Él lo nota. Se tensa y suelta mi mano al instante.

—Si estoy malinterpretando esto, discúlpame —dice con seriedad—. Pero soy un hombre de cuarenta años que conoce sus límites. No me interesan mujeres jóvenes. Me gusta la honestidad, y prefiero ser claro.

—No… no es lo que piensas —respondo rápido.

La emoción no fue por él, sino por lo que esto representa. Aunque, claro, sería mentira decir que su apariencia no me ha afectado. Pero también sé quién es. Sé que no debo verlo más allá de este trato.

—En ese caso, discúlpame —repite, y aunque su tono es firme, hay una chispa casi imperceptible de humor en su expresión—. ¿Puedes ir mañana al hotel principal?

—Sí, claro. Pero… ¿tu exfamilia no lo sabrá?

Se ríe por primera vez. Seca, pero sincera. Y esos hoyuelos… no deberían gustarme tanto.

—No me preocupa. Lo sabrán eventualmente. Están acostumbrados a quedarse con todo. Es difícil aceptar que planearon a un hijo solo para asegurar una herencia. Nolan no tiene la culpa, pero… es difícil olvidarlo. No debería estar diciéndote esto. ¿8 a. m. está bien?

—A las 8 a. m. —confirmo.

Volvemos a estrechar las manos. Esta vez, siento algo distinto. Una tensión ligera. Él también lo nota, porque sus pupilas se dilatan apenas. Retiro la mano antes de que dure más de lo debido. Me mira con curiosidad, pero no comenta nada.

—Nos vemos mañana, Aerys.

Asiento. Lo observo alejarse. Apenas cruza la puerta, me doy cuenta de que nunca pedimos el taxi.

Me apoyo en la pared. Respiro hondo. Todavía no es un hecho, pero lo será. Llamo a Grace. En cuanto responde, me quedo en blanco.

—¿Qué pasa? —pregunta con tono alerta.

Voy directo al grano.

—Te haré un cheque mañana, cariño —responde con tranquilidad—. Hablaremos también de por qué omití decirte que lo conocía. No iré temprano a casa. ¿Estarán bien?

—Lo estaremos. ¿Y tú?

—También. Hasta pronto.

Cuando cuelgo, me aseguro de que Defne esté tranquila antes de ir a ver cómo sigue Grissom. Me dice que le duele un poco, pero que está bien. Le agradezco de nuevo por todo lo que hizo. Regreso con mi hija, la levanto en brazos y subo a la habitación.

Enciendo la laptop. Reviso el estado de los hoteles, anoto problemas, posibles reformas, estrategias para optimizar ingresos. Intento buscar también más información sobre la familia Abramovich, pero no hay nada. Las noticias sobre su declive parecen cuidadosamente borradas.

Una foto de Romano aparece en la pantalla. Me detengo. Sus ojos azules destacan. Es muy atractivo. Me recuerda que no todos los hombres de su edad cargan el aire arrastrado del poder mal usado. Él parece entero, seguro. Fuerte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.