❖⟡✧ 𝐑𝐎𝐌𝐀𝐍𝐎 ✧⟡❖
Mis labios se entreabren para decir lo que quiere escuchar, pero me detiene su posible reacción; la desilusión en su rostro no augura nada bueno.
—Por favor, si lo sabes, dímelo. Tengo que entenderlo, sacar este dolor que llevo dentro desde hace tanto.
Mi corazón se acelera. Quiero soltarlo, decirle la verdad. No puede ser tan difícil, es solo una explicación… pero tener a mi hija en brazos altera mis pensamientos, su desesperación anula mi valentía.
Soy padre, pero ni siquiera puedo disfrutar este momento. Me reconoció, tengo la hija que siempre quise, pero la felicidad se ahoga con su madre destrozada frente a mí, exigiendo una respuesta que no es buena.
—Tu silencio me lo dice todo… —su voz se quiebra—. Si no hablas, asumiré que eres su cómplice, que no eres diferente a él. Esto me está matando… demuéstrame que no fuiste parte de esto, que, aunque lo criaste, no tienes nada que ver. Si lo sabes, dímelo. ¿Quién es el responsable?
—Aerys…
—Por favor, solo dilo. No sabes lo que han sido estos años… fingir que no me importa. Amo a mi hija, juro que lo hago, pero…
El sonido de su teléfono nos interrumpe. Ambos miramos la pantalla, Peter.
Apenas se lo lleva al oído, se lo arrebato y cuelgo.
—No tienes que hablar con él. Te lo diré yo.
Su expresión se relaja.
—¿Quién es? —pregunta con los ojos puestos en mí.
—¿Quieres sentarte?
—No, solo dilo. Ya nada puede ser peor.
—Yo… —mi voz se apaga. Trago saliva.
—Lo sabes… —insiste—. Solo dilo, por favor. No eres como él… no lo protejas… me destrozó la vida.
—Soy yo.
Lo digo bajo, pero lo suficiente para que lo escuche.
—¿Tú qué?
Intenta tomar a Defne, pero ella se aferra a mí.
—Yo soy su padre. Estuve en tu habitación esa noche… fui yo.
No es la forma correcta de decirlo, pero no encuentro otra. No duermo con mujeres desconocidas, no bebo hasta perder el control, y mucho menos soy el cobarde que me siento ahora.
Ella niega con la cabeza. Sus ojos se abren con horror. Me mira como si esperara que lo desmintiera, pero mi silencio lo confirma. Da un paso hacia nosotros y extiende los brazos hacia Defne antes de desplomarse.
Pido ayuda. Grissom es el primero en llegar. Me ayuda con Defne mientras yo la cargo al interior.
—El botiquín de primeros auxilios —le pido a una de las empleadas.
Impregno alcohol en un algodón y lo acerco a su nariz. A mi alrededor, las voces susurran preguntas, Defne llora y Grissom intenta calmarla.
Empieza a recobrar la conciencia. Se lleva una mano al rostro, desorientada. Me ve, intenta incorporarse, pero cae de nuevo.
—¿Tú…? Dime que no es cierto.
—Tiene una explicación…
—Lárgate.
Se esfuerza por ponerse de pie.
—Vete o llamo a la policía.
—Aerys, por favor…
—¡Que te largues! —grita, y Defne se sobresalta.
—No es lo que parece…
Los empleados nos miran confundidos.
—¿Entonces qué haces aquí? Ahora lo entiendo todo… —su voz tiembla—. Solo querías aliviar tu conciencia. Todo lo de los hoteles era una mentira. Eres su cómplice. ¡Vete!
—También soy víctima de Peter…
—¡Grissom, llama a la policía!
Defne llora y me extiende los brazos. Me acerco.
—¡No! ¡No la toques!
Retrocede con ella en brazos.
—¡Te calmas! —alzo la voz—. Déjame explicarte.
—¡Lárgate!
Se aleja, protegiendo a Defne.
Intento seguirla, pero Grissom me detiene.
—Déjala calmarse. Si la presionas ahora, lo empeorarás.
—Tengo que decirle la verdad.
Me suelto y subo al segundo nivel. Al llegar a la puerta, la escucho. Está al teléfono. Dice que todo es un plan, que estoy involucrado, y que piensa enviarme a prisión.
Entro. Defne solloza en sus brazos.
—Lárgate —me señala con el teléfono.
—No hasta que me escuches. No recuerdo esa noche, igual que tú. Creo que fui drogado, como tú.
Ella se lleva el teléfono al oído otra vez. Me acerco y se lo arrebato.
—¡Demonios! —exhalo—. Sé que estás dolida, pero escúchame. Está bien, haz lo que creas justo, pero por favor, cálmate por Defne.
Ella no responde, solo abraza a la niña.
—Esa noche descubrí la verdad sobre Peter y su madre. Supe que no era mi hijo. Viajé desde Dresde para enfrentarlo. Bebí. No suelo hacerlo. No estaba en su habitación, pero había vino. Lo siguiente que recuerdo es despertar, con sábanas manchadas, la espalda arañada, con una resaca horrible. Asumí que había pasado algo. Pregunté a la recepcionista, lo negó todo.
—Qué conveniente —responde—. Te presentas fingiendo que no sabías quién era yo. Siempre lo supiste.
—No lo sabía. Me avergüenza no haberlo evitado, pero quiero ser su padre.
—Jamás. Lárgate. Tú y tu familia van a pagar por esto.
—No puedes negarme verla. Sé como suena, pero tengo derechos.
—¿Derecho? Ella no tiene padre. No volverás a acercarte. Olvídate del trato de los hoteles. Para mí, no existes.
Tenso la mandíbula. Miro a Defne. Me extiende los brazos.
—Créeme. Me gustas. No lo planeé, pero me gustas.
Ríe con desprecio.
—¿Yo te gusto? ¿Es tu excusa? Dijiste que no te interesaban las jóvenes. Querías vengarte de Peter, y me usaste para eso.
—No fue así. Jamás te habría tocado sin tu consentimiento.
—Eso está claro. Las prefieres inconscientes.
—No digas tonterías. No tengo esa necesidad.
—Vete. Un abogado te visitará. No es tu hija.
—Haz lo que creas justo. No puedo cambiar lo que pasó, pero estás siendo injusta.
Camina hacia la puerta y la abre. Me acerco a Defne y la beso. Sus pequeños brazos me buscan mientras llora.
—No llores, princesa. No soy un mal hombre —le digo. Aerys me aparta con brusquedad.
—No debiste volver.