❖⟡✧ 𝐑𝐎𝐌𝐀𝐍𝐎 ✧⟡❖
Llevo cuatro días en este calabozo, y sinceramente… nada de lo que he vivido antes se compara con esto. No es por estar encerrado, tengo el temple para aguantarlo. Lo que me quiebra es saber que tengo una hija y no voy a poder verla. Las pruebas que presentó ese desgraciado, el que se hizo llamar mi hijo, fueron suficientes para que el juez me condenara a veinticinco años, sin derecho a libertad condicional, sin un solo beneficio.
Golpeo otra vez la pared con los puños, como he hecho cada día desde que estoy aquí. Sé que no sirve de nada, pero de alguna forma logra mitigar el dolor que llevo en el pecho. El dolor de la traición. De mi propia estupidez. Haber confiado ciegamente en Katheryn fue un error, uno más entre tantos. Y como si fuera poco, me gusta, de forma insana, la mujer que ayudó a meterme aquí. Aunque claro… no la culpo.
Me alivia que Grace haya venido a verme estos días. Gracias a ella, sé que están bien, aunque no dice mucho más. Le pregunto por Aerys, por nuestra hija… Quiero saber si el hecho de verme preso le ha servido de algo, si al menos eso le trajo un poco de paz. Pero Grace solo responde lo justo: que Defne está bien. No hace falta que diga más. Sé que fue Aerys quien le pidió que no me contara nada. Debe odiarme, y esa idea hace que duela aún más estar aquí, encerrado, acusado de algo tan miserable.
No lo comprendo, pero lo acepto. Grace quiere ayudarme, demostrar que soy inocente. No tiene por qué hacerlo… y aun así lo hace. Y eso lo valoro.
—Si sigues así, no va a quedarte nada cuando logres probar tu inocencia —dice al entrar, justo cuando me ve dándole otro puñetazo a la pared.
Me sobo los nudillos y sonrío, resignado.
—Con algo tengo que descargar mi rabia, mujer. Si no logro demostrar pronto que no hice nada, me van a trasladar a una prisión de máxima seguridad, donde están los verdaderos criminales. Y créeme… he escuchado lo que les hacen a los hombres acusados de lo que me han acusado a mí. No me va a ir bien. Creí que ya había tenido suficiente en la vida.
Me detengo en esas palabras. Me dediqué a Katheryn, a su hijo, a los negocios… Me mantuve en forma, sí, pero no hice mucho más por mi vida. Ahora me arrepiento. Aunque, ¿de qué sirve ya?
Grace se acerca y extiende las manos. En ellas, una pequeña caja. No tengo idea de cómo logró pasarla. Klaus ni siquiera ha podido traerme lo más básico de lo que le pedí.
—Son fotos de Defne —dice, y sonrío. Me alegra más de lo que esperaba.
Las abro con ansiedad. Mis ojos se clavan en ellas.
—Ha sido hermosa desde que nació —susurro con una sonrisa orgullosa, pasando los dedos sobre la imagen, como si eso pudiera acercarme a ella—. Gracias. ¿Te permitió traerlas su madre?
—No. Y recuerda mi condición para ayudarte: no hables de Aerys, solo de Defne, cuando sea necesario.
—Claro… Gracias por todo, Grace. Haces más que ese idiota del abogado. Me alegra que hayas decidido representarme. Espero que esto no te traiga problemas con Aerys.
—No te preocupes por mi relación con ella. ¿No tenías a Peter en tu testamento?
—Claro que sí. Creí que era mi hijo legítimo. Por suerte, mis padres evitaron que se saliera con la suya. Nunca modifiqué nada de lo que dejaron. Como es un patrimonio heredado, no entra en los bienes matrimoniales.
—Pero… ¿cómo lo excluye eso a él?
—Como te digo, no alteré ni un ápice lo que mis padres establecieron. Seguí uno de sus ejemplos: una de las cláusulas exigía ser hijo legítimo para heredar. La copié tal cual. Irónicamente, eso fue lo que lo dejó fuera. Resultó no ser mi hijo, así que queda automáticamente excluido.
Sigo explicándole todo mientras ella me escucha con atención. Aún quedan muchos temas pendientes, y le agradezco profundamente que haya decidido representarme. Empiezo a creer que mi abogado fue comprado por Peter y su familia… aunque no tengan ni en qué caerse muertos.
La visita termina. Me dejo caer en la cama con las fotos de mi hija en las manos.
Nació delgada, pequeña, con la piel rosada. Me habría gustado estar ahí. Más aún ahora que sé con certeza que soy su padre. Lo confirma la prueba.
Sé que la forma en que fue concebida no fue la mejor, pero no puedo cambiar eso, por más que lo desee.
Guardo una de las fotos junto al pecho. Cierro los ojos. Tal vez habría sido padre mucho antes… si no hubiera confiado en Katheryn.
—Vaya, vaya —lo oigo decir. Sonríe mientras me incorporo. Se divierte al verme así. No tiene el más mínimo respeto por la figura paterna que fui para él—. Te lo dije, Romano. Te dije que no podrías hacer nada.
Me pongo de pie. Contengo el impulso. Sé que no puedo hacer nada detrás de estas rejas. He sentido dolor antes, pero lo suyo… su traición, su desprecio, es algo que jamás voy a perdonarle. He sido paciente solo por el cariño que hasta hace poco aún le tenía.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, manteniéndome sereno.
—Quería verlo con mis propios ojos. Quería decírtelo —se ríe y da un paso más cerca, mirando alrededor—. Te esforzaste tanto por negarnos tus bienes que… —suelta una carcajada—. Voy a quedarme con todo lo que nos negaste. Tenías tanto, y a mi madre y a mí nos diste migajas. ¿Pero sabes qué? Tengo un plan.
Aprieto la mandíbula mientras lo veo reírse otra vez.
—Voy a hacer que confíe en mí. Voy a volver a enamorarla. La convenceré de que eres un cobarde, y haré que haga valer los derechos de tu bastarda…
Estiro los brazos por entre las rejas y lo agarro del cuello, atrayéndolo con fuerza.
—Toca a mi hija y te juro por el cariño que alguna vez te tuve… que voy a darte la lección que no te di antes —lo aprieto más fuerte—. Atrévete, Peter… y vas a conocerme.
Le sostengo el cuello con la misma rabia con que aprieto los dientes. Solo lo suelto cuando lo veo quedarse sin aire. Lo empujo con violencia.
Se recupera, jadea… y vuelve a reírse.