La heredera del ceo

11

✧☾ 𝙰𝙴𝚁𝚈𝚂 ☽✧

Llevo varios segundos aquí, de pie, mirándolo. Él también me observa. Hay algo extraño en la forma en que nuestras miradas se cruzan, una sensación que no logro definir.

Se ve distinto. Aunque el uniforme le queda bien, su aspecto no es el mismo. No está descuidado, pero hay señales claras de desgaste, de estar en un lugar que no permite el mínimo cuidado personal.

Me costó mucho venir. Aún no estoy segura de lo que quiero hacer, pero el amor por mi hija me empujó a estar aquí. También lo hicieron las incoherencias en la historia que Peter me ha contado una y otra vez. He estado fingiendo que le creo, que estoy dispuesta a perdonarlo, y aunque me complace que Yery se moleste con mi presencia y que él crea que estoy alimentando su esperanza, lo cierto es que me ha ayudado a atar cabos. Hay dudas que necesito aclarar. Y quizás él tenga algunas respuestas.

—¿Defne está bien? —pregunta con preocupación.

Asiento con la cabeza y me acerco.

—Tengo algunas preguntas que quiero que respondas.

No dice nada, pero su silencio lo interpreto como un “sí”. Apoya una mano en los barrotes, y entonces noto lo maltratadas que están. Los nudillos enrojecidos, la piel rota. Aprieto los labios.

—Yo… leí tu declaración. Grace la consiguió para mí. Pero la recepcionista que declaró no estaba esa noche.

Saco una fotografía del bolsillo y se la muestro.

—No. Esa no era la mujer en recepción esa noche.

—¿Podrías describirla?

—Leíste la declaración. Todo lo que necesitas está ahí. Aerys, ¿qué estás buscando? ¿Pruebas para que aumenten mi condena?

—No. Estoy buscando claridad. Hay cosas que no encajan. Ni en tu versión, ni en la de ellos.

—¿Todavía lo amas? —su voz cambia. Hay reproche—. Tanto que prefieres creer en sus mentiras.

No le respondo. No siento nada por Peter. Pero sé fingir que sí. Él no lo entiende, y prefiero no explicarlo.

—Peter no es quien crees. Si le das una oportunidad, va a usarte.

—Lo sé perfectamente. Pero necesito saber por qué lo hiciste. ¿Por qué te entregaste sin luchar? ¿Por qué no hablaste antes?

—Porque no recuerdo todo. Y porque creí que era lo correcto. Tal vez no lo fue.

Nos quedamos en silencio. Él me observa sin apartar la mirada.

—Tienes que cuidar de ti. Y de Defne. No dejes que se le acerque.

—Mi hija está bien protegida.

—Aun así, no confíes en él. Si lo haces, que sea porque tienes certezas, no por creer lo que te dice.

Lo escucho. En parte porque necesito hacerlo. No me gusta cómo se muestra vulnerable, pero tampoco se ve falso.

—Aerys, nunca me preocupé en buscarte, porque nada de esto fue claro. Cuando desperté esa mañana, no entendí lo que había pasado. Había vino. Había evidencias, pero no conciencia.

Sus palabras no me sorprenden. Solo reafirman lo que he sentido. Me gustaría gritarle, echarle en cara todo. Pero no puedo. Porque si no fue él quien planeó todo, entonces estoy cometiendo un error.

—¿Por qué decirlo ahora?

—Porque vi la marca de Defne.

Trago saliva.

—Estoy aquí por lo que hice. Por lo que no hice. Solo quiero que estés alerta. Que no repitas el error de confiar en quienes no debes.

Quiero creer que está siendo sincero. Pero no tengo pruebas.

—¿Puedes decirme cómo está ella?

Cierro los ojos. Suspiro.

—Está bien.

Empiezo a caminar. Grissom me sonríe, apenas me ve. Subo al auto, donde Defne duerme en su sillita. Beso su cabecita.

—Al hotel, por favor.

—Por supuesto, señorita.

No dejo de pensar en lo que dijo Romano. En sus nudillos ensangrentados. En cómo me miró. En lo que podría pasar si lo trasladan, como dijo Grace. Todo eso gira en mi cabeza mientras acaricio la espalda de Defne, que duerme sobre mí sin saber nada.

Le agradezco a Grissom al bajarme del auto. Entro… y me detengo. Están ahí.

Camely y su hijo.

Abrazo a Defne con más fuerza en cuanto Camely se gira.

—Oh, cariño… Rys, mi cielo.
Aprieto los dientes. Se acercan. Retrocedo en cuanto intenta abrazarme.

—¿Ella es tu bebé? ¿Es mi nieta?

—¿Qué hacen aquí?

—Hola, hermana —dice Isra—. Peter nos buscó. Nos explicó todo. Rys, lamento no haberte escuchado. Lamento cómo te traté.

—Mamá y yo estamos preocupados por ti.

No puedo ocultar mi incredulidad. Mi estómago se revuelve. Peter se acerca con esa falsa expresión arrepentida que tanto domina.

—Tenía que arreglarlo, Aerys. Le pedí el divorcio a Yery. Le conté todo a tu familia. Solo quiero enmendar lo que hice mal… porque te amo.

—Sabemos que estás trabajando en el hotel. Cuidando a una señora mayor… Queremos ayudarte con…

—Defne —interrumpe él, sonriendo como si fuera algo entrañable—. La princesa se llama Defne.

Cree que acercarse a mi hija garantiza su éxito. Casi siento pena por su idiotez.

Camely se agacha e intenta pellizcarle la mejilla a Defne.

—No tengo nada que decirles —respondo, dando un paso atrás—. No me interesa fingir una reconciliación.

Me alejo. Peter me sigue con pasos rápidos.

—¿Hice mal? Solo quería ayudarte.

—Lo sé. Pero no debiste buscarlos. No tenías que compensar nada. No fue tu culpa.

—Aun así me siento culpable. Fui un cobarde.

No lo corrijo. Porque es justo lo que es.

—¡Maldita perra! —se escucha desde atrás—. Sabía que te le meterías por los ojos. ¿No tienes dignidad?

—No pienso hacer esto frente a mi hija.

—Claro que no, porque tú…

Peter la agarra del brazo y la lleva hacia el balcón. Me detengo. Quiero seguir, alejarme, pero algo me dice que no puedo perderme esto.

Camino con paso natural hasta una columna cercana. Me oculto parcialmente tras una planta. La conversación me llega entrecortada, pero clara.

—Eres un maldito, Peter. Me dejas después de todo lo que hice por ti.
—No seas ridícula. Te metiste por tu cuenta. No hiciste gran cosa.




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