꧁✧☾ 𝙰𝙴𝚁𝚈𝚂 ☽✧꧂
Grace insiste en que le diga qué ocurre, pero solo le pido que vaya a la casa. Tendré que regresar después.
—Está bien, cariño. Te veré en casa.
Cuelgo y guardo el teléfono. Quisiera volver a escuchar la grabación, pero este no es el momento. Beso la frente de Defne, intentando anclarme a esa calma que me provoca, aunque sé que lo que viene será difícil de enfrentar.
Estoy por salir a buscar a Fair, pero él entra antes de que lo haga.
—Qué bueno que decides venir. Tengo algunos asuntos que resolver, Aerys. No puedo seguir al frente.
Suspiro. Justo iba a pedirle que se quedara un poco más.
—Vas a tener que quedarte tú. Si necesitas seguir fingiendo que eres solo una empleada, puedo decir que te dejé a cargo, pero yo necesito atender mis asuntos.
—Está bien… sí, gracias. Te agradecería que dijeras eso. Mi… madrastra y su hijo aparecieron. No estoy segura de qué tan buena idea sea verlos ahora, cuando no tengo mis ideas claras.
Se acerca y saluda a Defne con una sonrisa breve.
—Lo siento, pero no puedo quedarme más.
—Lo entiendo. Solo di eso. Te agradezco mucho.
Me pone al tanto de la situación. Peter ha pagado otro mes, lo que significa que tendré que verlos hasta que la grabación sirva para que reciban lo que merecen.
Cuando se va, llamo a Grace para cambiar el lugar del encuentro. Me siento ansiosa. Intento enfocarme en los asuntos del hotel, pero no logro concentrarme. Grace se negó a recibir de vuelta el dinero de los hoteles de Romano. Él tampoco quiso firmar la propiedad de nuevo, alegando que ahora pertenecen a mi hija. No he pisado esos hoteles desde entonces, pero imagino que ya Peter lo sabe. Son demasiadas cosas a la vez.
Me levanto. Miro a Defne. No sé cómo manejar todo esto. Peter está ahí afuera, entre mi familia, maquinando cómo usarme para terminar lo que empezaron.
Tengo que admitirlo: siento miedo. No por mí. Por ella. Por no saber si seré capaz de protegerla de alguien como Peter.
La puerta se entreabre y mi corazón se sacude al ver a Isra.
—Hola, hermana.
Me pongo de pie y alzo a Defne. La abrazo fuerte.
—Es muy hermosa. Tu jefe dijo que te dejó a cargo por unos días. Parece confiar mucho en ti. Te ves bien… se nota que la vida te ha tratado mejor. ¿Necesitas ayuda aquí?
—No, gracias. ¿Qué hacen aquí?
—Ya lo dijimos antes… estamos arrepentidos por todo lo que pasó, por lo que dijimos, por haberte dado la espalda.
—¿Y por qué ahora?
Baja la mirada. Un gesto que rara vez le he visto. Isra no es de los que reconocen errores. Pero claro, ahora cree que tiene razones para hacerlo.
—No sabíamos la verdad de lo que te había pasado. Peter es un buen hombre, nos explicó todo. Solo queremos que nos des otra oportunidad —se acerca y extiende los brazos hacia Defne, pero ella lo rechaza de inmediato—. De verdad queremos arreglar las cosas contigo, ayudarte con la niña.
—Ya veo. Supongo que gracias.
—Sí… y dime, ¿has pensado en aprovechar la situación? Peter nos lo contó todo, y creo que podrías…
—No. No he tenido tiempo de pensar en nada —respiro hondo, intentando contener las palabras que me queman la garganta.
Me esfuerzo por no gritarle lo obvio.
—Piénsalo. Podrías dejar de trabajar en dos sitios, vivir como una reina. Tener todo lo que siempre te ha faltado.
—Sí —rodeo el escritorio, pero antes de sentarme, la puerta vuelve a abrirse.
—Cariño —Grace entra fingiendo naturalidad—. Oh, Aerys, creí que Fair aún seguía aquí. Pero qué bueno que te encuentro, necesito hablar contigo. Buenos días, joven —saluda a Isra.
—Es mi jefa. Él es mi hermano.
Se presentan brevemente e Isra se aleja.
—Te esperaremos en recepción, hermana. Me gustaría que hablemos bien. Y de nuevo, lo siento.
Cuando se marcha, me acerco a la puerta para asegurarme de que realmente se haya ido.
—¿Obra de Peter? —pregunta Grace con esa calma que solo ella maneja.
—Sí. Y no es lo único que planea.
Le paso a Defne y busco la grabación. La reproduzco. La voz de ese idiota me hiela la sangre otra vez. El horror vuelve a instalarse. Me cuesta aceptar que alguna vez creí amar a ese hombre. Que se haya atrevido a tanto.
—¿Te das cuenta? Romano solo estuvo en el lugar equivocado. Sé que puede ser difícil, pero debes comprender que no fue su culpa lo que sucedió. Si no hubiera sido él, habría sido cualquier otro… incluso ese bastardo enfermo. Sus planes salieron mal, cariño, te habría usado. Sé que no es un consuelo, pero esto debería aliviarte un poco.
Miro a Defne en sus brazos.
—Me apresuré... ¿Podrás hacer algo con esto?
Reconozco mi error, aunque no sé cómo lograré aceptarlo como su padre, aun cuando también es una víctima, duele.
—Podremos. A Romano le gustará escuchar esto. Vamos a contactar a los abogados, pero me temo que vamos a necesitar que declares nuevamente. Tengo algo que hacer.
—¿Qué vas a hacer?
—A limpiar lo que el dinero ensució. Recuerda lo que siempre te he dicho, cariño: el dinero puede comprar dignidades... y por suerte tengo la capacidad. Debo irme, tengo un par que comprar.
Fuerzo una sonrisa, pero no me sale del todo.
—Está bien, preciosa. Todo va a estar bien. Tú sigue fingiendo. Vamos a sacar a Romano de forma discreta. Podrán hablar y decidir qué es lo mejor para Defne. Es en ella en quien deben pensar de ahora en adelante.
—No creo estar lista para... ¿Por qué haces esto por él?
Me besa la frente con un gesto lleno de ternura.
—Porque eres la hija que nunca tuve. En algún momento faltaré, y quiero que alguien te cuide a ti y a Defne.
—Está bien... Ojalá que todo sirva. Yo... yo seguiré el juego a Peter y a sus cómplices. Quiero ver hasta dónde llegan.
Grace sale. Yo finjo estar en control, lo cual me obliga a tomar un vaso de agua antes de dejar la oficina. Desde lejos los veo: Peter, su madre, Isra, la suya. Son demasiadas piezas moviéndose a la vez. Pero debo fingir que no sé nada. Debo escuchar sus planes, porque ahora sé quién es el responsable. Y no, no voy a permitir que todo quede así.