Capítulo 2: Una vida desconocida

Capítulo 2: Una vida desconocida

Violet, o mejor dicho, Arabella, no tenía tiempo para dudas ni para temores. No era la clase de persona que se dejaba consumir por la confusión o la incertidumbre. Había algo mucho más grande que estaba por descubrir, y no iba a perder su tiempo preguntándose qué había sucedido. Su mente era tan afilada como siempre, incluso si los fragmentos de recuerdos extraños seguían invadiéndola. Ella sabía que, no importa el lugar ni la situación, siempre tenía el control.

El nombre de Arabella Smith le sonaba ajeno, pero no la afectaba. Arabella o Violet, su esencia permanecía inquebrantable. Había sido criada en una familia que nunca la aceptó completamente, la llamaban "la tonta" porque su coeficiente intelectual estaba por debajo del promedio, pero Violet nunca se sintió inferior. Su mente había sido entrenada en la resiliencia, y la opinión ajena nunca había tenido el poder de afectarla. El "problema" no era suyo, era de ellos.

La revelación de que no era la hija biológica de los Smiths le importaba lo más mínimo. La sangre que corría por sus venas no cambiaba su identidad ni su fortaleza interior. La verdad había salido a la luz después del accidente de Keith Smith, el patriarca de la familia. La transfusión de sangre fue la pieza que encajó el rompecabezas, pero Violet no estaba interesada en lo que el destino había dispuesto para ella. No pertenecía allí, y ahora lo sabía. No era su problema.

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Arabella se encontraba en su habitación, sentada con una postura perfectamente erguida, como siempre, observando el entorno con una calma que desconcertaba a quien la veía. Afuera, la fiesta continuaba, la celebración de la llegada de Liliana, su "hermana biológica", la verdadera hija de los Smith. Un detalle que, a decir verdad, no le importaba. Arabella no necesitaba la aprobación de nadie.

La puerta se abrió sin previo aviso. Una criada entró con una actitud arrogante y la mirada llena de desdén.

—Arabella —dijo, despectiva—, ya basta de quedarte aquí. Todos abajo te están esperando. ¿No vas a bajar?

Arabella levantó la mirada lentamente, con total indiferencia. Sabía que la criada esperaba una reacción, pero ella no era alguien que se dejara influenciar por las opiniones ajenas.

Con voz baja pero firme, dijo:

—Bajaré.

La criada la miró con escepticismo, como si esperara que la actitud desafiante de Arabella se desmoronara, pero no fue así. Arabella se levantó sin prisa, segura de sí misma en cada movimiento. No necesitaba justificar su presencia ante nadie.

La criada soltó una risa burlona, como si las palabras de Arabella fueran vacías.

—¿De verdad crees que eres bienvenida allí? No eres más que una sombra para ellos. Liliana es la que importa, tú solo eres una… carga.

Arabella no se inmutó. La mirada en sus ojos seguía tan fría y decidida como siempre. Dio un paso hacia la criada y, sin perder la compostura, respondió:

—No te equivoques. Mi existencia no depende de la opinión de nadie. Ni de ti, ni de ellos.

La criada la observó, claramente confundida por la actitud tan distante y segura de Arabella. Pero la joven no estaba dispuesta a perder más tiempo. Caminó hacia el vestidor, sin esperar ninguna respuesta. Sabía que no había nada que discutir.

En el vestidor, cambió con rapidez, su mente ya completamente enfocada en lo que tenía que hacer. No le importaba la fiesta, ni el reconocimiento de Liliana como "la verdadera hija". Ella estaba por encima de eso. Salió del vestidor con paso firme y seguro, sin perder la calma ni por un segundo. Abrió la puerta sin mirar atrás.

La criada la observó desde el umbral, aún incrédula ante su actitud, pero Arabella no se dejó afectar. Ignoró su presencia y comenzó a bajar las escaleras con la misma determinación que siempre la caracterizaba. No necesitaba que nadie le abriera camino, no lo había hecho nunca.

Nada, ni siquiera la hostilidad de la criada o el rechazo de la familia, iba a detenerla. Su destino, como siempre, lo definiría ella.