La Herencia

Capitulo 2

En ese momento Renée se acercó Maximilien.
  – Creo que no ha sido buena idea el venir aquí, lo mejor será que me marche – le expreso consciente de que había comentado un muy grave error, uno que planeaba corregir antes de que pudiese pasar alguna otra cosa desagradable y es que no tenía necesidad alguna de eso.
  – No. Por favor, no se valla; deme un momento y le prometo que valdrá la pena – le pidió, pues estaba consciente de lo importante que era detenerla.
Renée en cambio seguía deseando marcharse cuanto antes de aquella casa y estaba por hacérselo saber, cuándo este la interrumpió.
  – Solo quédese un par de minutos más y si lo que tienen para decirle no le interesa, le prometo que yo mismo la llevare a donde necesite – le aseguro.
Lo cierto es que no fue eso lo que la convenció para acceder, sino más bien su preocupación y es que le parecía un buen joven; mismo al que no le costaría nada hacerle un favor. Algo en su actitud le decía que solo se trataba de un empleado, quien seguía ordenes; ella sabía bien lo que era eso, por lo cual deseo ayudarlo y es que no deseaba que fuera reprendido por su causa. 
  – De acuerdo – accedió.

Derek entro a la biblioteca, encontrándose con su madre y hermana; al parecer solo esperando su llegada.
  – ¡Pero miren!, qué casualidad que están todos aquí reunidos – expreso este con el desesperante tono sarcasmo que solía usar siempre. 
  – Claro y supongo que el que tú también estés aquí no tiene nada que ver con lo que nuestro padre tiene por decir – respondió Samantha dejando salir esa afilada lengua que poseía.
  – ¿Que estás insinuando? – le cuestiono poniéndose enseguida a la defensiva.
  – Lo que escuchaste. Tenías años sin pararte por aquí, sin hablar con nuestro padre y ahora después de lo ocurrido te encuentras aquí puntual. ¿No te parece demasiada casualidad? – no estaba dispuesta a detenerse a medir sus palabras; después de todo eso no era necesario entre ellos, no cuando siempre habían sido brutalmente honestos entre ellos, al grado de llegar a lastimarse. 
  – De hecho no y es que no nos engañemos, todos estamos aquí justo por el mismo motivo – le aseguró retando a que alguien se atreviese a decir lo contrario.
  – Si, nuestro amor por papá – respondió Samantha mostrándose afectada.
  – No me hagas reír, que estás tan ansiosa como nosotros por saberlo – le mencionó sin estar dispuesto andarse con caretas, no en esos momentos.
Estaba a punto de desatarse una pelea entre los miembros de la familia, cuando de pronto se abrió la puerta y apareció Lucas, el abogado de Oscar.
  – Buenos días – les saludo con su habitual tono correcto.
  – Buenos días, Lucas, ¿podemos iniciar con esto? – le cuestiono María ansiosa por acabar con eso de una buena vez.
  – Claro, en cuanto estén todos presentes – accedió sentándose al escritorio de su viejo amigo. 
  – Pero es que ya lo estamos – aclaro sintiéndose confundida por lo que este decía, después de todo ellos eran su única familia.
  – No según mis notas, aún falta una persona – le aclaró abriendo su portafolio para echar un vistazo a unos papeles.
  – Si, aún falta alguien – reiteró aún más seguro que antes.
Estos entonces se voltearon a ver entre sí, confusos por lo que estaba pasando y sobre todo por la posible identidad de aquella persona. Se debatían entre alguno de sus empleados más leales o quizás algún representante de una asociación de caridad, más ninguno de los casos les agradaba en lo absoluto. No pretendían compartir lo que les pertenecía por derecho con alguien salido de la misma nada y aun así eran conscientes de que no podían hacer nada, al menos no hasta saber la identidad de aquella persona.

En ese justo momento apareció Max en la puerta de la biblioteca, escoltando a Renée.
  – Tío, ya estamos aquí – se hizo oír Max, llamando la atención de todos los presentes.
Estos dirigieron la vista a la par hacia la puerta, justo por donde arribaba en ese instante Renée. Aun cuando pareciese imposibles, esta se encontraba aún más confusa que el resto por lo que estaba pasando y es que todos ahí le voltearon a ver de forma severa.
  – ¿Es usted Renée O´Brien? – indago el abogado, haciendo referencia a ella.
  – Así es – acepto, aun cuando estaba cada vez más intranquila con toda aquella situación.
  – ¿Trae consigo algún documento que lo abale? – le cuestiono mostrándose precavido y es que en un asunto como ese nunca se estaba de más el andarse con pies de plomo.
  – Si – contesto abriendo su bolsa para entregarle su carnet de conducir.
Una vez el abogado constató que era de ese modo se dirigió a todos.
  – Ahora sí estamos todos presentes y podemos comenzar – anuncio tomando de su portafolio un sobre sellado. 
  – No lo aremos hasta saber quién es está mujer – aseguro Samantha tornándose a la defensiva. 
  – Ahora mismo lo entenderán todo, solo mantengan la calma – estaba seguro de que sería de ese modo, por lo cual no le presto mucha atención a sus quejas.
La conocía desde que nació y no le impresionaban en lo más mínimo sus rabietas, es más estaba acostumbrado a ellas.
  – No me voy a calmar, quiero saber qué hace está mujer aquí – volvió a exigir, más esta vez poniéndose en pie para reiterar su opinión al respecto.
  – Si me permiten, a mí también me gustaría saber lo que está pasando aquí – expresó Renée, haciéndose oír por todos.
  – Me dijeron que el señor Oscar Greyson quería verme y por eso estoy aquí – les indicó tratando de poner las piezas de lo que pasaba en su lugar, dado que aquello le parecía una sencilla locura.
Al escucharla todos se le quedaron viendo, pues apenas podían creer que fuese en serio lo que decía.
  – ¿Acaso no lo sabes? – Samantha se mostraba extremadamente incrédula de que fuese de ese modo.
  – ¿Saber qué? – le cuestiono de regreso, harta de todas las interrogantes que le asaltaban sin cesar.
  – El señor Oscar murió hace casi una semana – le revelo Lucas de pronto y eso dejo totalmente desconcertada a Renée.
  – Lo siento mucho, pero entonces no sé qué hago yo aquí. Apenas y le conocía – se sentía más segura que nunca de que había sido un error el acceder a ir ahí, después de todo solo lo había visto una vez.




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