Una vez a solas en casa, María se dirigió enseguida a su habitación.
– No pienso quedarme de brazos cruzados mientras esa mujer disfruta de todo lo que me pertenece – aseguró para si misma, aún furiosa por lo que había pasado en el restaurante y dudaba que dejara de ser así pronto.
– Nadie se atreverá a pasar sobre mí, antes la mato – afirmo.
Andaba por la habitación tratando de calmarse y pensar en algo para evitar que Renée tomara posesión de la herencia, estuvo de ese modo por algunos minutos hasta que al fin encontró lo que aria. Se dirigió enseguida al buro rebuscando entre algunos papeles antiguos hasta encontrar lo que estaba buscando, se trataba de un pequeño pedazo de papel en el que se encontraba escrito tan solo un número de teléfono.
Comenzó a teclearlo en su teléfono enseguida, para después de un par de intentos al fin escuchar como alguien contestaba al otro lado.
– Tengo un trabajo para ti y sabes que yo pago muy bien – le hablo con una mirada tan sombría que era claro que no pretendía nada bueno, al igual que no era la primera vez que recurría a algo así.
Un par de días después Renée llegaba de madrugada a su casa, después de un largo y pesado turno en el bar. Solo ansiaba llegar a su hogar y meterse en la cama, olvidándose así del exterior; más cuando bajaba del autobús se quedó sorprendida por lo que vio y es que había un par de patrullas frente a su edificio.
La presencia de la policía nunca significaba nada bueno sin duda y aun así nunca creyó que tuviera algo que ver con ella; eso jamás se le pasó por la cabeza. En cambio al entrar al edificio e ir encontrándose a sus vecinos fuera de sus apartamento y aun vistiendo sus pijama, supo que había sido algo grave, eso podía verlo en sus rostros.
En estos veía reflejada angustia y hasta pena, lo cual le inquieto; más decidió no cuestionarles nada.
Fue así hasta que llego al piso donde se encontraba su apartamento, viendo la puerta de su hogar abierta y la policía ante está. Esa imagen le heló la sangre hasta un punto casi doloroso y aun así comenzó a caminar casi por inercia, viéndose detenida de pronto por uno de los agentes.
– Lo siento, no puede pasar – le advirtió parándose ante ella para impedirle el pasó.
– Este es mi apartamento, ¿qué ha sucedido? – su voz sonada en verdad aguda y es que estaba muy asustada.
– Lo ciento, pero usted ha sufrido un robo – le informo consciente del estado en que los ladrones lo habían dejado todo.
El agente entonces le permitió el paso, ante lo cual esta se dirigió con prontitud hasta la puerta, quedando sumamente aterrada por lo que vio ante sí y es que todo el lugar se encontraba destrozado por completo. Los muebles habían sido hechos pedazos, los utensilios de la cocina y el resto de sus pertenencias habían sido rotas; y por lo que podía ver por la puerta de la habitación, esta no se encontraba en mejor estado. No entendía que fue lo que ocurrió, más entonces se dio cuenta de algo mucho más grave que toda aquella destrucción.
Corrió directo hacia la habitación y hasta una esquina de esta, justo donde había una rejilla de ventilación. Ahí era donde solía guardar sus ahorros y es que si bien sabía que una mejor y más lógica opción era los bancos, siempre había solido guardarlos de ese modo. Por desgracia ante si estaba aquel conducto abierto y completamente vacío.
Aquel espacio donde había logrado depositar sus esperanzas ahora estaba desierto. Todo el dinero que logro ahorrar con sacrificios, privaciones y esfuerzo; además de incansable trabajo durante años, ahora se veía desaparecido. Ante si había una gran desolación, pues más que dinero veía perdido su futuro.
Unas horas después, a media tarde Max llego al edificio en el que vivía Renée. Este se había ofrecido para hablar con Renée y hacerla entrar en razón, convencerla de que aceptará lo dispuesto por Oscar; más al llegar al apartamento se encontró con que la puerta estaba abierta de par en par y en el pasillo había varias bolsas negras de basura. Todo eso era un tanto extraño, sobre todo cuando se topó con Renée; quien apareció en la puerta vestida con ropa holgada, el cabello en un moño desecho y un par más de bolsas llenas de basura.
Al toparse con él se detuvo de pronto, un tanto sorprendida por su presencia.
– Buenos días – le saludo con amabilidad, reconociéndolo enseguida y es que no había forma de olvidar a un hombre tan apuesto como Max.
– Buenos días, señorita Marshall – le respondió este con cortesía.
– Por favor, llámame Renée – le pidió sintiéndose incomoda por su trato tan formal.
– Max – respondió este, haciendo que sonriera un poco para acceder.
– ¿Limpieza de primavera? – inquirió Max tornándose mucho más amable.
– Ya me gustaría – le respondió manteniéndose tan optimista con le era humanamente posible, aun cuando por dentro se sentía destrozada.
– ¿Acaso paso algo malo? – sondeó notando que bajo ese semblante tranquilo había algo más.
– Temo que así es y es que destrozaron todo el lugar – revelo consciente de que no tenía caso ocultárselo, no cuando estaba prácticamente ante la puerta.
Lo hizo regresando al interior del apartamento, siendo seguida de cerca por Max; quien quedo sorprendido por lo que se encontró, pues todo estaba destruido y es que no se había salvado nada.
Si bien Renée había intentado limpiar un poco, de nada había servido y es que todo aún era un completo desastre.
– ¿Que ha ocurrido aquí? – pregunto preocupado por el estado en que todo se encontraba.
– Ayer por la noche, mientras estaba en el trabajo alguien entro a robar, supongo que sabían que no estaba en casa – le dijo haciendo una vaga referencia a la explicación que la policía le dio en un intento por hacerle ver qué todo lo robado estaba perdido ya.
Sin embargo, por lo que Max veían, aquello no parecía en absoluto un robo; sino más bien un destrozó e incluso vandalismo. Parecieron ensañarse con el lugar, tal como si hubiese un motivo en concreto para hacerlo.
– Esto no... – comenzó a decirle con cuidado de no asustarla, sobre todo con algo que bien podría ser un error de interpretación.
– Lo sé, pero así lo califico la policía; un robo – expreso con cierta gracias porque este notará en pocos minutos lo que la policía se negaba a ver de forma reiterada.
Mientras veía todo a su alrededor asombrado, ella continuaba con su diligente limpieza hasta que de pronto se detuvo soltando la bolsa que tenía en la manos.
– Lo perdí todo, destruyeron en una noche lo que me llevo años de esfuerzo y privaciones construir. Eso no es justo; se llevaron todo lo de valor que poseía, mis ahorros y el resto lo destruyeron. No me dejaron absolutamente nada – reconoció tratando de mantenerse en calma y es que se había cansado ya de llorar, tomando así la decisión de actuar y no lamentarse más por algo que de cualquier modo no podía hacer nada para cambiar.
– Lo cierto mucho – le expreso Max, consciente de lo doloroso que debió ser eso para ella y es que él también inicio desde abajo, trabajando con mucho esfuerzo y sabía lo que significara que le arrebataran todo de buenas a primeras.
– Gracias – le respondió aun cuando eso de poco le serviría.
– ¿Que aras ahora? – indago y es que si bien su misión en un principio había sido otra, después de ver todo eso solo deseaba tratar de apoyarla en lo que sea que necesitase.
– Lo mismo de siempre, trabajar muy duro para salir adelante y volver a construirlo todo desde cero – le respondió con total resolución al respecto.
Se agacho entonces para tomar unos jirones de papel, mismos que pertenecían a sus libros; los cuales le costó mucho poder tener y eso le hizo no poder más. Comenzó a llorar desconsolada, pues por un momento incluso sintió que no podría salir adelante y aun así sabía que tenía que hacerlo, pues nadie lucharía por ella.
Max entonces se acercó para brindarle su hombro, mismo que está acepto abrazándose a él para ahogar en su pecho sus sollozos. Más solo lo hizo por un momento, porque enseguida se alejó limpiándose el rostro y recuperando la compostura lo mejor que pudo; pues ese momento de debilidad era todo lo que se podía permitir.