Un par de horas después tenía listas las pocas pertenecías que logro salvar y estaba de camino hacia la mansión junto a Max. Había llamado a su jefe en el bar, el cual al enterarse de la situación en qué estaba se mostró solidario con ella y le permitió faltar; después de todo más que su jefe, era su amigo.
Una vez se detuvieron ante la mansión, supo que una guerra terrible estaba por desatarse y aun así estaba dispuesta a pelearla hasta sus últimas consecuencias.
Una de las empleadas les permitió el paso enseguida, guiándolos hacia el comedor donde se encontraba reunida la familia cenando. Estos platicaban amenamente, cuando de pronto los vieron aparecer y eso cambio el ambiente en cuestión de segundos tan solo.
– ¿Que hace está mujer en mi casa? – cuestiono María en voz alta, a quien quiera que pudiese darle una respuesta.
– Calma, por favor – pidió Max tratando de que aquella conversación tuviera un tono lo más cordial posible, aun cuando eso parecía ser difícil.
– No me calmare hasta que está mujer se marche de aquí, no tiene nada que hacer en mi hogar – estaba cada vez más molesta por eso.
– Si me lo permiten podré explicarles lo que sucede – les pidió, esperando lo dejasen contarles lo ocurrido y quizás cuando lo escucharán entenderían su presencia.
– Está bien, habla – insto Samantha, quien dentro de esa familia parecía ser la más razonable de momento; aunque eso no era mucho decir considerando todo.
– Renée ha decidido tomar posesión de su parte de la casa desde esta noche – reveló con calma, más apenas lo hizo los ánimos volvieron a calentarse en cuestión de un par de segundos tan solo.
– No, eso no pasará – le aseguro dispuesta a todo por impedirlo.
– Claro que pasará y mientras antes lo acepten será mejor para todos – afirmo, sabiendo la razón de su parte.
Volteo entonces hacia la empleada que les había llevado hasta ahí, quién estaba un tanto nerviosa por todo lo que estaba pasando.
– Lleva a Renée a una de las habitaciones de invitados, ya mañana decidiera cuál será su cuarto y como se repartirán el uso de la casa – le pidió consciente del largo día que esta había tenido, pero sobre todo que no estaba preparada para enfrentarse a la familia.
Comenzaron entonces a alejarse siguiendo a la empleada, deteniéndose justo cuando llegaban al pie de las escaleras.
– Espera un momento, tengo algo que decirte – le pidió.
– Claro, ¿qué ocurre? – estaba un tanto preocupada por lo que tuviera para decirle.
– Ten mucho cuidado con esta familia, que estas metiéndote en la boca del lobo – le aconsejo, consciente de la clase de personas que eran; más sin entrar en detalles y es que no creía que fuese el momento adecuado.
– Soy perfectamente consciente de eso, créeme; pero ellos sí que no son conscientes de con quién se están metiendo – respondió negándose a dejarse intimidar por estos, pues ella también podía ser de cuidado cuándo se lo proponía.
– Suerte y cualquier cosa que necesite solo llámame, que estoy a tu entera disposición – le dijo esperando que tuviese la razón y en efecto lograse hacerles frente, hecho que esta apreció.
– Tu también – respondió, pues estaba bien consciente de a lo que debía hacerle frente aún.
Renée entonces continuo subiendo las escaleras, encontrándose de pronto con Derek, quién bajaba al mismo tiempo. Lo hicieron topándose justo cuando se encontraban en la mitad, más apenas se voltearon a ver un momento antes de continuar con su camino.
Derek siguió bajando hasta encontrarse con Max al pie de las escaleras.
– ¿Que hace esa mujer aquí? – interrogo volteando a verla justo cuando llegaba al segundo piso.
– Lo mejor será que vallas al comedor, ahí lo entenderás todo – le aconsejo consiente de que no valía la pena repetirlo más veces de las necesarias y es que deseaba acabar con aquello cuanto antes.
Derek fue enseguida hacia haya deseoso por entender que era lo que estaba pasando, más apenas atravesó el umbral de la puerta del comedor se topó con una pelea campal; todos gritaban furiosos y si no volaba la vajilla era porque su madre jamás lo permitiría.
– Silencio, por favor – les pidió deseando saber lo que estaba pasando y es que con todos aquellos gritos no lograba entender ni una sola palabra.
Estos en cambio no le escucharon y si lo hicieron les importo muy poco, porque continuaron adelante con su acalorada discusión.
– ¡Cállense! – exigió alzando aún más la voz.
Todos entonces se quedaron callados al mismo tiempo, volteando a verlo sorprendidos.
– ¿Que está pasando aquí? – investigó tratando de que alguien se lo explicará.
– Todo es por esa mujer que ha venido a meterse en nuestra casa – le respondió María en verdad disgustada.
– Planea quedarse y no sé con qué derecho cree que puede hacerlo – continuo visiblemente furiosa.
– Ya les expliqué que con el derecho que le da ser la dueña de la mitad de esta propiedad y la totalidad de la fortuna de Oscar, por lo cual; si desea quedarse aquí puede hacerlo tranquilamente – la verdad es que se sentía arto de explicarles lo mismo y que estos sencillamente hicieran oídos sordos a sus argumentos.
– No, eso no lo permitiremos – dijo Samantha, a quien su presencia le molestaba.
– Esto no es algo que puedan o no permitir, pasará ya sea que les gustó o no y más vale que vallan aceptándolo – les aconsejo tratando de que se dieran cuenta de que no era algo en lo que pudieran influir y es que no tenían ese poder.
– Eso jamás pasará, impugnaremos el testamento de mi padre – advirtió Derek tratando de amedrentarlo.
– Adelante, háganlo y nos veremos en los tribunales – le alentó sin dejarse asustar en absoluto por sus palabras y es que no tenían ningún peso sobre sus acciones.
– ¿Tratas de decir que estás de su parte? – inquirió María actuando como si estuviese gravemente ofendida, aun cuando eso ya se lo esperaba y es que siempre había sido incondicional de Oscar.
– Claro, porque eso significa respetar los deseos de Oscar y no dudaré ni un segundo en hacerlo – se encontraba convencido de eso y es que este le significaba demasiado.
Estaba dispuesto a llevar aquel asunto hasta los tribunales si era precisó, representar a Renée; aun cuando ni siquiera sabía lo que está quería y esa sí que era una locura.
– Entonces serás un traidor – le advirtió Samantha encasillándolo en ese papel.
– Para ustedes lo seré, pero no para Oscar y su memoria. Les aconsejo con sinceridad que no intenten nada más, que tienen todas las de perder – les apreciaba a pesar de todo y es que los conocía desde siempre, eran después de todo como parte de su familia.
Este entonces se marchó, dejándolos aún más furiosos si es que eso les era posible.
Renée por su parte fue llevada hasta una de las habitaciones en la segunda planta, la cual era de invitados según había entendido. Mas al abrir la puerta se quedó sorprendida por lo que encontró en su interior, pues estaba equipada con todo lo que pudiera necesitar, además de ser extremadamente elegante.
– Si necesita algo, solo avíseme – dijo la empleada mostrándose servicial.
– Gracias – le respondió apenas volteando a verla.
A pesar de estar asombrada con la opulencia del lugar, lo único que en esos momentos quería era recostarse a descansar después del día tan largo y difícil que había tenido. Sin embargo, antes de hacerlo se aseguró de cerrar muy bien la puerta, procurando que nadie pudiese entrar y es que no sabía lo que estos podrían llegar a ser capaces y no pensaba arriesgarse a averiguarlo.