Había tomado la decisión de dejar su trabajo en el bar, no porque ahora supuestamente fuese rica, cosa que no terminaba de aceptar. Era más bien que quedaba demasiado lejos de donde vivía ahora, así que prefería encontrar un trabajo más cercano y de preferencia de día; además de que tenía que cumplir con lo encomendado por Oscar y es que no podía pretender cumplir con una y no con la otra.
Llamo a Lucas, esperando no ser ninguna molestia, pero es que era el único que podría ayudarla.
– Lucas siento mucho el molestarlo, pero me gustaría hablar con usted – le expreso consciente de que podía estar ocupado como para atenderla.
– ¿De qué se trata? – le cuestiono más que dispuesto a escucharla.
– De hecho me gustaría hablarlo en persona, claro si no tiene inconveniente – pidió esperando accediese.
– Claro que no, puedes venir a la oficina siempre que gustes – accedió dispuesto a escucharle si lo requería.
A media tarde decidió ir a verle, por lo cual pidió una de las camionetas de la casa para acercarse, en especial pues deseaba poder volver lo antes posible. Se disponía a abrir la puerta del conductor, cuando de pronto una mano se lo impidió, haciendo fuerza para mantenerla cerrada y al tratar de alejarse otra pareció al otro lado aprisionándola contra la camioneta.
Al voltear encaró a Derek, quién la veía con una sonrisa de lo más maliciosa y sínica en los labios.
– ¿Que estás haciendo? – le pregunto cada vez más disgustada y eso era algo que no podía ocultar.
– ¿A dónde llevas esa camioneta? – le interrogó de forma un tanto amenazante.
– A la empresa. ¿Hay algún problema? – le respondió sin prestarle la menor atención a este.
– No, ninguno. Solo que no sé qué aria una mujer como tú en un sitio como ese y es que no creo que sepas nada de negocios – hablo tratando de menospreciarla con su actitud.
– Puede que tengas la razón, pero siempre se puede aprender y yo estoy en la mejor disposición de hacerlo – le aseguro picándole un poco el orgullo y es que deseaba ver qué decía al respecto.
– ¿Tan segura estás al respecto? – sondeó encarándola.
– En efecto y es que estoy convencida de que podría hacer más por esa empresa que tú y tu hermana – le respondió aun cuando no había nada más alejado del verdadero motivo por el que se dirigía a la empresa; más no deseaba decírselo, sino que en su lugar pretendía molestarlo.
Renée entonces trato de volver a subir a la camioneta en vano y es que Derek se lo impidió una vez mas.
– Nuestra conversación aún no ha terminado – parecía no estar dispuesto a dejarla ir hasta haber ganado y es que no era la clase de personas que se rinde sin haber vencido.
– A mi si me lo párese, ahora hazte a un lado y deja que me valla – le exigió apenas siendo capaz de controlarse.
– Y si no quiero hacerlo, ¿qué harás al respecto? – Derek no dejaba de mostrarse altivo, pues a pesar de todo lo que sucedía no dejaba de verse a sí mismo con superioridad.
– Nada, porque tú mismo te quitarás antes de que me vea en la necesidad de tomar alguna acción. Después de todo no creo que seas tan estúpido como para molestarme precisamente a mi – no dijo más, ya que el significado estaba implícito y es que ahora ella tenía todo el poder para destruirlo si así lo desease.
– ¿Eso crees? – le cuestiono sin dejarse amedrentar en absoluto.
– En realidad sí; por tu bien y el de tu familia mejor manténganse lejos de mí de una buena vez – le aconsejo más por sí misma, que por el bienestar de este.
– ¿Acaso eso es una amenaza? – cuestiono mostrándose relajado y es que no parecía temerle en lo más mínimo.
– No, una advertencia en todo caso – hablo Renée con simpleza.
– ¿De qué? – continuo interrogándole, aparentemente ciego a lo que era obvio y es que ella no le quería cerca.
– De que lo mejor será que no olviden quién soy yo y la posición que ahora ocupo en esta casa, pero sobre todo su situación. Deberían hacerlo si pretenden llevar la fiesta en paz – le aconsejo dejando a un lado todo rodeo.
– Así que se te están subiendo los humos a la cabeza, creyendo que en verdad todo es tuyo.
En ese momento acercó su rostro aún más al suyo, hasta quedar a escasos centímetros uno del otro.
– Solo en tus sueños permitiremos que eso ocurra, pues esa fortuna nos corresponde por derecho y así será siempre – le aseguró dejando de lado sus advertencias y es que le daban lo mismo.
– Pues eso no es lo que opinaba tu padre, ahora hazte a un lado o tendré que quitarte yo misma – advirtió cansada de aquel estúpido juego, mientras mantenía la vista fija en él sin amedrentarse.
Derek entonces dio unos pasos atrás, permitiendo que subiera a la camioneta y se marchara de una buena vez.
María lo había visto todo desde una de las ventanas de la casa, así que cuando su hijo regreso al interior se apresuró a interrogarlo.
– ¿Qué crees que estabas haciendo? – le cuestiono con firmeza apenas le interceptó.
– Buenos días, madre, ¿cómo se encuentra? – respondió de forma sarcástica, resaltando el hecho de que ni siquiera se molestó en saludarlo.
– Déjate ya de juegos y responde a mi pregunta – insistió con severidad.
– Lo aria con gusto, solo que no se a lo que se refiere – le aseguro.
– Derek, por favor no me hagas perder la paciencia y dime de una vez lo que estabas haciendo con esa tipa ahí afuera – le hablo siendo finalmente clara.
– Nada, no estaba haciendo nada – le aseguro.
– Pues a mí no me lo pareció desde aquí, ¿acaso te gusta? – fue muy directa como siempre solía ser.
– Por favor, madre, ¿acaso es que no la ha visto? Ella no es la clase de mujeres que me suele atraer – señaló sin temor alguno a equivocarse.
– ¿Entonces que pretendías hacer? – pregunto sin dejar el tema por la paz.
– Descuide, solo quería molestarla – aseguro con algo de desgana.
– Pues más te vale que tengas mucho cuidado con eso – le aconsejo conociendo mejor que nadie lo complicado que se podían volver las cosas.
– ¿A qué se refiere? – le cuestiono un tanto confuso por el significado de sus palabras.
– Aunque me duela mucho admitirlo, debo reconocer que ella es la heredera de tu padre y con el poder que de momento tiene, bien podía dejarnos a todos en la calle si es que se lo propusiera. Puede destruirnos si eso es lo que quiere y si la provocamos lo suficiente lo ara – cada una de aquellas palabras le eran una tortura y aun así sabía que debía pronunciarlas.
– No creo que sea tan inteligente como para hacer algo así – descarto tajantemente Derek, creer eso no era más que una locura.
– No sabemos nada de ella, de quién es o de donde viene; así que hasta estar seguros de sus alcances más nos vale andarnos con pies de plomo o al menos hasta tener un plan trazado para recuperar lo que nos pertenece. Hacer lo opuesto no solo sería irresponsable de nuestra parte, sino que rayaría en lo estúpido tenlo por seguro.
– Madre pareciese que le tienes miedo – sugirió con algo de malicia, lo cual no agrado en absoluto a María.
En cambio debía reconocer que ya había sido testigo de que el actuar de forma precipitada podía empeorar las cosas y es que lo había hecho, llevándole a lamentar las consecuencias.