La Herencia

Capitulo 18


Renée entonces regreso ante Derek.
  – Sígueme – le pidió guiándolo hacia una de las mesas del fondo, donde el barman les entrego dos botellas de vodka y vasos.
Más no lo hizo solo, sino que varios de los presentes se acercaron para presenciar lo que sabían estaba a punto de suceder.
  – El trato es este. Te demostraré que no te necesito y tu no volverás a seguirme, ni a cuestionar a dónde voy o lo que hago – le ofreció.
  – ¿Y lo harás bebiendo? – casi no podía dar crédito a lo que está pretendía.
  – Claro, ¿por qué no? – Renée en cambio no le veía el problema en que fuese de ese modo.
  – De acuerdo, pero te advierto que tengo una gran tolerancia – trato de hacerla desistir, aún antes de comenzar.
  – Ten por seguro que no más que la mía – contrataco está sin duda alguna.
  – Hagámoslo entonces, pero pongámosle un poco más de sabor a esto – sugirió él, tomando la botella de su lado de la mesa para servir el primer trago
  – ¿Qué tienes en mente? – pregunto colocando sus brazos sobre la mesa para acercarse a él.
  – ¿Qué te parece una pequeña apuesta? Si yo aguanto más que tú, entonces podré hacerte una pregunta a la cual tu responderás con toda sinceridad – ofreció Derek creyéndose ganador de antemano.
  – De acuerdo, pero tú aras lo propio – accedió está, sabiéndose de hecho vencedora.
  – En ese caso, trato hecho – accedió este, tendiéndole la mano para estrechársela.
  – Trato hecho – respondió tomándole la mano que le ofrecía para sellar el acuerdo.

Un par de horas y muchas copas después, al fin se dio con el ganador. Derek estaba prácticamente tirado sobre la mesa del bar, perdido de borracho, no podía ni levantar el rostro de lo ebrio que estaba. En tanto que Renée se encontraba en su silla tan tranquila y ecuánime como siempre.
  – Derek, lo mejor será que nos vallamos – le indicó consciente de que su victoria era más que arrolladora.
  – No, aún no sabemos quién ganó – se negó apenas pudiendo formular palabra alguna de lo intoxicado que se encontraba.
  – A mí me parece que sí, anda – le ánimo poniéndose en pie para acercarse a él.
  – No – se negó este tratando de alejársele, pero lo único que logró fue casi caer de la silla en qué estaba sentado.
  – Si, ya es hora – trato de convencerlo.
Derek entonces volteo a su alrededor, viendo el lugar casi vacío y es que ya era muy tarde.
  – Bien – aceptó, sacando de su chamarra las llaves de su auto.
  – ¿Qué crees que haces? – suponía de lo que se trataba, pero aun así quería escucharlo de su propia voz y es que no creía que existiese alguien tan estúpido.
  – Regresar a casa – respondió echando por tierra cualquier esperanza de que no fuese así.
  – Jamás permitiría que manejaras en ese estado, tenlo por seguro – señaló tratando de quitarle las llaves de las manos, por desgracia no pudo.
  – Estoy bien, no pasa nada – le aseguro poniéndose en pie con dificultad, pero le fue aún más complicado mantenerse estable y es que estaba muy borracho.
  – A mí no me lo parece, ve apenas y puedes mantenerte en pie – le dijo haciendo referencia a lo tambaleante que se encontraba.
  – Eso no es cierto; además tú estás igual de tomada que yo – aun cuando estaba ebrio, no por eso era estúpido.
  – No lo creo, anda dámelas – pidió de buena manera distrayéndolo para aprovechar su descuidó y arrebatárselas.
Entonces con ayuda de algunos hombres del bar lo llevaron al auto, metiéndolo en el asiento trasero, donde se quedó dormido enseguida.
Una vez arribaron a casa, tuvo que llamar aun con pena por la hora a algunos de los empleados para que lo llevasen a su habitación. Ella por su parte solo les siguió de cerca hasta que lo hubieron dejado sobre su cama, donde despertó.
  – ¿Quién ha ganado? – pregunto manoteando como si buscase una copa más.
Renée en cambio poca atención le puso a sus desvaríos y volteo a ver a sus empleados.
  – Gracias, pueden regresar a sus habitaciones y les pido que sean muy discretos con esto – les dijo consciente de que nadie tenía porque saber lo ocurrido.
  – Descuide señorita, así será – le aseguraron retirándose de ahí.
  – ¡Hey Renée!, ¿quién ganó? – la llamo con voz confusa.
  – ¿Tu qué crees? – averiguó, volteando a verlo tendido en la cama por completo.
  – No sé... yo – aseveró riendo.
  – Si, ya lo creo – hablo con claro sarcasmo, mismo que a pesar de lo tomado que estaba no le pasó por alto.
  – Bueno, entonces hazme la pregunta – la animo tratando de incorporarse, pero le fue imposible.
  – Mejor lo dejaremos para después cuando estés sobrio – prefirió y es que el asunto de la apuesta era más idea de él y poco le importaba en esos momentos.

A la mañana siguiente Derek despertó con un terrible dolor de cabeza, náuseas y sensibilidad a la luz; tenía una resaca en toda regla. Entonces de pronto la puerta se abrió y por está apareció María.
  – ¿Dónde estabas anoche? – le cuestiono con firmeza y sin antes desearle siquiera un buen día.
  – He salido – respondió con simpleza y es que no tenía deseo alguno de hablar o necesidad de explicarse.
  – Al parecer tomaste mucho – sus palabras no fueron una pregunta, sino más bien algo obvio por verlo acostado sobre las sábanas con la ropa puesta y el terrible aroma a alcohol que lo envolvía todo. 
  – Así es, ahora por favor déjeme solo, que me explota la cabeza – reconoció más que nada para evitar escucharla y es que cada una de sus palabras taladraban su cabeza, así que coloco una almohada sobre esta para amortiguar el sonido.
  – Bien, que te lo mereces por tomar tanto, ahora anda y dime lo que pasó – insistió con ahínco.
  – No lo sé – aceptó rindiéndose ante está.
  – ¿Qué quieres decir con eso? – apenas era capaz de controlarse para lo gritar, más sabía que eso llamaría la atención y era lo que menos deseaba.
  – Bueno, es que tome demasiado y no recuerdo absolutamente nada – le confesó con total honestidad, pues verdaderamente tenía una laguna mental de ese momento. 
Derek estaba muy confundido, no tenía idea de lo que había pasado y eso le tenía un tanto inquieto. Era consciente de que solo había una manera de resolver esa incógnita, así que se dirigió a la habitación de Renée creyendo ella le podría decir todo lo que necesitaba; después de todo hasta donde recordaba estuvieron juntos.
Al llegar ante la habitación de Renée tocó a la puerta un par de veces sin respuesta alguna del interior, más sabía estaba en casa y es que los empleados así se lo habían asegurado. Decidió entonces insistir un par más de veces sin resultado; fue así hasta que probó a abrir la puerta, esperando encontrarla cerrada como siempre, más no fue de ese modo. 
Esta cedió bajo su intento, así que decidió entrar a buscarla el mismo.
Todo estaba en completo silenció mientras subía las escaleras y al llegar arriba se sorprendió por lo que vio ante sí. En una esquina estaba una cama perfectamente arreglada, todo sobre la cual estaba en orden y muy limpio; además de que había un dosel sobre está con cortinas de velo y encaje. A su lado un sencillo buró con lámpara de cristal, un ropero y un tocador sencillos. Por su parte en el centro del lugar había una pequeña sala de televisión, de apariencia cómoda y en la otra orilla un estudio de arte. En este había muchos cuadros acabados y de una cualidad impresionante cabía aclararse, además de varios lienzos en blanco. 
Viendo con cuidado a su alrededor, se dio cuenta de que algunas partes de las paredes habían sido pintadas también con excelentes diseños de paisajes. Derek era ahora consciente de la maravillosa artista que era y no era una exageración. 
Renée tenía los audífonos puestos, en los que escuchaba música a todo volumen, por lo cual no le había escuchado y por ende no era consciente de su presencia. Vestía aparentemente solo una playera ancha y larga, la cual le cubría tan solo un poco de las piernas; dejando en consecuencia una gran porción de piel a la vista. Está se encontraba manchada de pintura y eso indicaba que solía usarla cuando trabajaba; además de que tenía el cabello recogido en un moño desalineado, el cual sujetaba con un pincel y no usaba zapatos. Aquella era una apariencia totalmente diferente en ella y a decir verdad le gustaba más. 
 




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