A media tarde iba pasando por el pasillo de las habitaciones, cuando por accidente escucho una conversación entre María y Samantha; se trataba de mero azar y uno que le fue muy afortunado.
– Cuéntamelo todo, ¿cómo estuvieron las cosas? – cuestiono Samanta con cierta gracia.
– Así como lo escuchas, el otro día estaban las chicas aquí y vieron a Renée – dijo llamando verdaderamente la atención de esta desde el pasillo.
– Ya me imagino lo que pensarían al respecto – sugirió con una risa burlona.
– No, ni te lo imaginas. Creyeron que podía ser la novia de Derek, solo imagina tremenda estupidez – aseguro con indignación.
– Por supuesto me encargue de negar esa idea y es que mi hijo nunca ha tenido tan malos gustos como esos, es más metería mis manos al fuego para asegurar que jamás será de ese modo – pronuncio con toda seguridad, aun cuando sabía que se trataba de una mentira.
– Entonces saben la verdad – sugirió Samantha con horror.
– Claro que no, jamás lo permitiría bajo ningún concepto. Les aseguro que por mi boca jamás lo sabrán y es que solo imagínate el escándalo que eso provocaría – negó alarmada por esa sola idea.
– ¿Entonces que fue lo que les dijiste? – no pudo evitar sentirse intrigada y eso despertó el interés de Renée.
– Bueno, pues que se trataba de la niñera de Lorna – respondió con naturalidad, tal como si eso fuese lo más lógico.
– ¿Y creyeron algo semejante? Después de todo me extraña que fuese de ese modo, porque yo jamás le daría trabajo ni de sirvienta y mucho menos le dejaría cuidar de mi hija – argumento Samantha indignada.
– Pues lo hicieron – le aseguro.
– Cambiando de tema, no nos hemos puesto a pensar en algo importante. ¿Dónde estará ahora? – le cuestiono de pronto.
– Supongo que encerrada en su cuarto, alejada de todos nosotros como siempre y es que ahí es donde pertenece. Su lugar está lejos de nosotros y los nuestros – le respondió María con aires de superioridad.
– ¿Y qué pasará si decide bajar durante la fiesta? – sugirió.
– Más nos vale que no sea así, solo imagínate la vergüenza que pasaríamos si lo hiciese. Ella no pertenece aquí, solo lo arruinaría todo – le aseguro aterrada por la sola idea.
– Entonces hay que hacer algo para evitarlo – afirmo Samantha con severidad.
– No creo que sea necesario, no dejará su cuarto y es que nunca lo hace – pronunció María convencida de que todo estaría bien.
– Eso sería lo mejor, porque la verdad no puede salir a la luz bajo ningún motivo y estoy dispuesta a hacer lo necesario para evitarlo. La encerrare en el ático de ser necesario – afirmo con dureza.
De lo cual María estaba de acuerdo y es que la presencia de esta en la fiesta no aria más que complicarlo todo.
Renée escucho todo lo que decían y aunque sus palabras y opiniones nunca le importaron mucho le dolía la forma en que se refería a ella. Su malestar no radicaba en la forma en que hablaban de ella, pues al final no eran más que opiniones equivocadas; sino que algo en sus comentarios había tocado una fibra muy sensible en su ser.
La trataban como un ser indeseable, como un error que debiese ser ocultada bajo la alfombra y ella jamás seria eso. Aun cuando era fuerte y estaba decidida a que sus palabras no le afectasen, que sus acciones no le dolieran; la parte más sensible de ella había sido tocada y eso sería lo peor para estas.
Regreso enseguida a su habitación, procurando no se diesen cuenta de que había escuchado su conversación y es que lo mejor sería que continuaran en la ignorancia.
– Que no pertenezco aquí, que soy una vergüenza; así que guardan en secreto su verdadera situación por cobardía. En ese caso creo que ha llegado la hora de que todos conozcan lo que pasa en esta casa – hablo en voz alta.
Se dirigió entonces a su armario buscando algo apropiado para la ocasión, pues si quería avergonzarlas y hacerles pasar un mal rato; entonces tenía que demostrarle que estaban equivocadas en cuanto a lo que creían.
Por desgracia no encontró nada adecuado entre su ropa y es que difícilmente compraba algo elegante para vestir; no solo se debía a que no solía usar esa clase de ropa, sino también pues prefería gastar su dinero en cosas más importantes. Fue entonces que recordó que unos pocos días atrás y mientras revisaba el ártico había encontrado algunas cajas, mismas en las que vio algunos viejos vestidos, todos guardados en sus fundas en perfecto estado y aún con sus etiquetas puestas, lo cual quería decir que nadie los uso y quizás podría encontrar entre estos uno perfecto para ella. Así que subió a buscarlo, encontrando entre estos el perfecto para lo ocasión; así que solo resto pedirle a una de las empleadas que le ayudase a lavarlo y plancharlo.
Un rato después la fiesta que estaba llevándose a cabo en el primer piso se encontraba en su punto máximo, todos disfrutaban mucho de la fiesta. María era el centro de atención no solo por la ocasión, sino también porque Oscar había muerto hacía poco y muchos no habían tenido la oportunidad de presentarle sus respetos a la familia.
Varios grupos platicaban animados en el salón, mientras que la música comenzaba a sonar ambientando perfectamente la ocasión.
En ese momento desde la parte superior de las escaleras comenzó a bajar Renée, atrayendo la atención de todo el mundo. Usaba un sencillo, pero hermoso vestido en color rosa muy pálido. El cual le llegaba un poco arriba de la rodilla y se ajustaba a su figura perfectamente; este no tenía escote alguno en el frente, sino que estaba en la espalda hasta los omóplatos. Sus mangas eran de velo abiertas por la mitad y solo sujetas a las muñecas. Su cabello estaba recogido en un moño descuidado, pero que lucía perfecto en conjunto con su maquillaje discreto y no usaba joya alguna; mientras que en los pies usaba botines negros, lo cual rompía un poco con la estética del atuendo, pero que aun así le hacía lucir muy bien.
Todos los presentes estaban muy intrigados por su presencia ahí, pero sobre todo por su identidad.
Una vez llego al pie de las escaleras, un par de personas se le acerco para hablar con ella y entablar conversación; en tanto que Samantha se le acerco sin demora y sobre todo sin ningún reparo a María.
– ¿Ha visto quien decidió acudir? – hizo notar, haciendo que voltease hacia las escaleras donde esta se encontraba.
– Al parecer nos equivocamos en nuestra suposición de que querría permanecer en su habitación – asevero lo que era de lo más obvio.
– Eso es claro – reconoció visiblemente disgustada porque fuese así.
– Debimos haberla encerrado mientras aun podíamos – señaló Samantha muy disgustada, era así en especial pues ella había propuesto eso y se negaron por resultar demasiado drástico; más ahora valla que eso habría resultado lo más acertado.
– Ya no hay nada que podamos hacer al respecto, nada más que tratar de minimizar los daños – reconoció María adoptando una actitud un tanto más conciliadora, porque sabía que si entablaban una pelea contra Renée, las cosas podían salirse de control con facilidad.
– Esa no será en definitiva una tarea sencilla – reconoció Samantha volteando a ver a Renée con desagrado.
– Claro que no, después de todo es ella; pero al menos luce medianamente presentable – acepto María, quien al menos no tenía que justificar su extraña apariencia.
– En efecto, ¿de dónde sacaría ese vestido? – cuestiono, pues la verdad es que le había gustado el vestido que portaba, además de que el resto del conjunto era en verdad acertado.
– Era mío y me va a escuchar – aseguro.
– Madre, por favor ten cuidado. No queremos llamar la atención – le recordó, dándose cuenta de que las cosas fácilmente se podían salir de control y de ser el caso la verdad podría ser descubierta.
– Descuida, solo hablaremos – le afirmo mientras ponía su mejor cara para atravesar el salón hasta esta.
Trataron de guardar las apariencias por el bien de todos; hecho que no pasó desapercibido para Derek, quién acababa de llegar y al verlas actuar de ese modo decidió seguirlas y averiguar de qué se trataba. Fue así hasta que de pronto vio a Renée, quien lucía verdaderamente hermosa; eso sí que le causó una gran y agradable sorpresa, pues debía reconocer que se veía realmente atractiva.
Una vez llegaron a ella se encontraron con que hablaba con la presidenta del club al que pertenecían y la mayor chismosa de la ciudad. Si es que ella llegase a saber la verdad, era seguro que antes de que acabará la noche todo el mundo lo haría de igual manera y debían hacer lo necesario para evitarlo.
– María me tenías un tanto abandonada, por fortuna está bella jovencita ha estado haciéndome compañía – le dijo encantada con Renée.
– Que gusto me da que sea así – mintió abiertamente y sin reparo alguno.
– Estoy encantada con ella, es un una chica muy interesante – le aseguro genuinamente impresionada con Renée, lo cual no era fácil de lograr.
– Dime cariño, ¿cómo conoces a la familia de María? – cuestiono comenzando a buscar información, que era lo que mejor sabía hacer y eso valla que las preocupo.
– Ella es... – comenzó a decir Samantha tratando de inventarse una buena historia sobre su identidad, pero fue interrumpida antes de poder hacerlo.
– Creo que yo podría responder a eso... – intervino Renée.
– Soy... – comenzó a decir quedándose callada de pronto y de forma deliberada para causar aún más temor en María y Samantha.
– Una amiga de la familia, una muy cercana amiga – le respondió para la fortuna de estas.
– ¿Y cómo es que se conocieron? – continuo interrogándole.
– Digamos que el destino nos unió – respondió con simpleza.
– ¡Valla!, pues que fortuna – le aseguro encantada con ella.