Una vez la fiesta termino y todo el mundo se marchó, María se acercó a Derek. Este tomaba con tranquilidad una copa en la biblioteca.
– Hijo – lo llamo.
– Madre, pensé que ya te habías retirado a descansar – volteo a verla extrañado y es que pasaba de medianoche.
– No podía, no hasta decirte algo – reconoció mientras se sentaba frente a él.
– ¿De qué se trata? – indago intrigado por la actitud que había adoptado.
– He estado pensando en lo que dijiste y creo que tienes razón – dijo de forma nada clara.
– ¿En qué parte? – la verdad es que no acertaba a saber de lo que se trataba.
– Bueno, en que si ella tuviera un hijo este sería quién gozará de la fortuna – le indicó.
– ¿Y que con eso? – lo cierto es que no sabía a donde quería llegar, después de todo no había nada que pudieran hacer para evitarlo; la repartición de la herencia era irrevocable y era momento en que comenzaran a aceptarlo.
– Creo que he encontrado un modo de hacer que todo vuelva a nuestras manos – le revelo emocionada por eso.
– ¿Como exactamente? – indagó sin llegar a acertar en lo que estaba pensando.
– Con tu ayuda – reconoció.
– ¿De qué habla? – lo cierto es que continuaba sin comprender a donde quería llegar con todo eso.
– Necesito que la seduzcas y la embaraces – explicó al fin.
Al escucharla este no pudo evitar estallar en risas.
– Muy buena broma madre – le aseguro mientras dejaba su copa a un lado para que el líquido no se derramara.
– Hablo en serio – afirmo.
– Entonces debes estar ebria o sufres una aneurisma, porque no puede ser verdad lo que estoy escuchando – alegó.
– Claro que lo es, después de todo esa sería la solución a nuestros problemas – indicó con aparente conciencia de lo que su petición implicaba y aun así no le importaba.
– Pero el inicio de los míos – argumento alterado por esa sola idea.
– No tendría por qué ser así. No te digo que te enamores y pases el resto de tu vida a su lado, solo acuéstate con ella y embarázala; eso es todo – afirmo con frialdad.
– ¿Estás hablando en serio? – le cuestionó, pues aún le parecía una mala broma la que le estaba jugando.
– Muy en serio, eso tenlo por seguro – reconoció.
– Estás loca si crees que aria algo semejante – se negó de forma rotunda.
– Seamos claros Derek; has dicho que la tipa te parece bonita, que es atractiva y tú eres hombre. Tampoco te pido un sacrificio, solo llévatela a la cama un par de veces y no te cuides – le dijo siendo extremadamente cruel en sus pretensiones, aun para ella.
Derek sabía que era de ese modo y aun así debía reconocer que tenía la razón, que si querían garantizar sus futuros ese parecía ser el único modo.
Unos pocos días después en el día libre de Renée, estaba pasando algún rato pintando en el jardín. Estaba tan concentrada como siempre en su labor que no noto la presencia de Derek hasta que fue demasiado tarde y este veía la pintura sobre su hombro.
Si bien su aparición a su lado la tomo por sorpresa y su cercanía le incomodaba no se lo hizo ver. En su lugar solo continuo con lo que estaba haciendo como si nada.
– ¿En qué puedo ayudarte Derek? – le cuestiono con voz un tanto fría.
– Me estaba preguntando si ya que estas en casa quizás te apetecería salir a pasear – ofreció aun sobre su hombro, lo cual causaba que su aliento chocara con la piel expuesta de su cuello y eso ocasionaba que esta se pusiera sensible; aun así procuro que no se notara.
– ¿Estas tratando de invitarme a salir? – indago deseando asegurarse de que estaba entendiéndolo bien.
– Así es, ¿saldrías conmigo? – le propuso abiertamente.
Había decidido que antes de tomar en serio las palabras de su madre, primero debía constatar que tanta atracción existía entre ambos.
En ese momento Renée dejo a un lado el pincel que tenía en la mano y le volteo a ver.
–¿Qué pretendes? – averiguó sin poder quitarse de donde estaba, ni este lo hacía; lo cual causaba que sus rostros quedaban muy cerca el uno del otro.
Al escucharla este temió que sospechase algo, que quizás ya supiese lo que su madre pretendía.
– ¿De que estas hablando? – trato de constatar a lo que se refería antes de arriesgarse a decir algo de lo que podría arrepentirse.
– Por favor, no nos hagamos los tontos. Sabes muy bien a lo que me refiero – le increpo alejándose de una vez de él.
– No, no lo sé – argumento.
– Tú y tu familia han hecho hasta lo imposible para hacerme saber que no me quieren en esta casa y he recibido más insultos en estos días que en toda mi vida – le aseguro, pues sabía demasiado bien cuanto la odiaban como para dejarse engatusar por este de buenas a primeras.
– Tienes toda la razón, es solo que me he dado cuenta de que nada de lo que hagamos cambiara la decisión de mi padre y lo mejor que podemos hacer es tratar de llevarnos lo más cordialmente posible – afirmo con tal seguridad que la hizo dudar.
– Estas en lo cierto en cuanto a que nada pueden hacer para cambiar la decisión de Oscar, pero eso no significa que tengas que hacer nada de esto; mientras ustedes no se metan conmigo, yo no lo are con ustedes – afirmó creyendo deseaba amistarse con ella y a decir verdad no le gustaba la idea.
– En verdad quiero tratar de llevar una relación lo más cordial posible contigo; por favor, déjame invitarte a comer – le pidió tratando de conservarse tranquilo, aun a pesar de sus rechazos.
– Esta bien – accedió al final, aunque un tanto reticente.
– Prepárate, te llevare a un lugar que seguro te encantara; es un restaurante exclusivo – trato de impresionarla.
Un par de horas después Derek la esperaba a la puerta de la casa para partir, fue así cuando de pronto la puerta principal se abrió y apareció Renée. Para su desconcierto se dio cuenta de que no vestía acorde al lugar al que la llevaría y es que usaba pantalones de mezclilla desgastados, una blusa ancha y chamarra de pana; en definitiva, nada adecuado. Sin embargo, era consciente de que no podía decir nada al respecto y es que eso la ofendería, que era lo que menos deseaba en aquellos momentos. En su lugar decidió callar y aguantar las burlas que seguro despertarían en el restaurant.
– ¡Valla! – solo eso acertó a decir.
– ¿Qué pasa? – le cuestiono Renée poniéndolo en un grave aprieto.
– Nada.
– Es por lo que visto, ¿no es cierto? – indagó de forma clara y sin rodeo alguno.
– No, es solo… – trato de justificarse, pero ella no se lo permitió.
– Descuida, no tienes nada que decir. Se que no visto acorde al sitio al que seguro querías llevarme, pero es que tengo que ir a otro lugar – aviso con toda tranquilidad.
– ¿Estas cancelándome? – hablo un tanto indignado.
– Me temo que sí, pero es que se trata de algo importante.
Eso molesto en verdad a Derek, pero aun así tuvo que controlarse y tratar de adaptarse.
– No tenemos por qué cancelar los planes, si no te molesta puedo acompañarte a donde sea que vallas – ofreció tratando de parecer accesible, aun cuando nunca lo había sido.
– No estoy segura de si el sitio al que voy será de tu agrado y es que no es el tipo de lugares a los que estas acostumbrado – le explico, creyendo no era tan buena idea.
– No me conoces mucho, de hecho podría sorprenderte – señaló aparentemente convencido de que sería de ese modo.
– De acuerdo, será como quieras – accedió más bien intrigada por el cómo se comportaría.
Derek abría la puerta del auto, cuando de pronto vio como Renée pasaba de largo hasta su motocicleta.
– Podríamos ir en la motocicleta – le sugirió.
– ¿Estas segura? – analizó confuso.
– Completamente – acepto.
Derek accedió y subió a la motocicleta poniéndose el casco para luego pasarle el otro a esta.
– Póntelo – se lo tendió.
Renée entonces subió de igual manera, sentándose tras él.
– Tienes que sostenerte fuerte – le aconsejó.
– A menos claro de que te de miedo abrazarme – sugirió con gracia, lo cual hizo que esta comenzase a reír sin que pudiera ocultarlo.
– Arranca de una vez y no te preocupes por nada – pidió sintiendo que estaba de más mencionar nimiedades como esas.
– Como quieras – accedió y enseguida arranco la motocicleta.