La Herencia

Capitulo 27


  – ¡Pero si serás estúpido! Pareciese que no fueras mi hijo, la tenías sola a la mitad de la nada y sin forma de regresar; entonces ¿porque diablos no lo aprovechaste? Seguro estaba asustada, pudiste ofrecerte a consolarla – le reprendió sin poder creer lo que escuchaba y es que había tenido la oportunidad perfecta para acercársele y no la había aprovechado, lo cual no entendía.
  – Se nota que no la conoces madre, yo estaba más asustado que ella. Nunca había conocido a una mujer como esa; es demasiado independiente e impetuosa, no se parece en nada a la clase de mujeres con las que estoy acostumbrado a salir – confeso. 
  – Claro que no, ella no es como nosotros. No sé lo que esperabas y es que si pensaste que sería tan fácil eres todo un estúpido – estaba decepcionada y molesta con él.
  – No tienes por qué estar tan preocupada, te lo aseguro madre y es que sé que lo lograre, solo necesito tiempo – afirmo con total convicción al respecto.
 – Pensé que no accederías a nuestros planes.
 – Y no lo hago, es solo que se ha vuelto un verdadero reto para mi – revelo complaciendo a su madre, pues eso significaba que aria justo lo que necesitaba.
  – Pues tienes que ser mucho más agresivo al respecto si deseas lograrlo – le hablo siendo severa y es que necesitaba serlo si quería que el plan que había creado llegará a buen puerto.
  – No sé a qué viene todo esto ahora – alego confuso por su actitud. 
  – A que otro podría ser más listo que tú y atraparla primero, como por ejemplo Max; después de todo regreso con él esta noche y parecían hablar muy animadamente – estaba siendo en extremo insinuante al pronunciar las últimas palabras.
  – Más vale que tomes esto más en serio, porque de ello depende tu futuro – le advirtió antes de salir de ahí muy molesta.
  – Tengo mis propios planes madre, se lo aseguro – dijo aun cuando era consciente de que ya no le escuchaba y es que necesitaba hacerlo.


Al día siguiente muy temprano por la mañana, de hecho mucho antes de la hora en que usualmente despertaba; Derek se encontraba listo fuera de la casa en espera de Renée. 
Si algo había aprendido de lo sucedido el día anterior es que no la conocía para nada y si pretendía conquistarla, entonces debía saber más de ella. Obviamente no podía preguntárselo, ni tampoco sabía de alguien que la conociera y pudiese contárselo; por ende su única opción era seguirla y averiguarlo por sí mismo.
Luego de unos pocos minutos la vio salir de la casa algo apurada y decidió ir tras ella para saber a dónde iba todos los días, pues ese sería el primer paso para comenzar a conocerla. Se dio cuenta entonces de que usaba ropa un tanto más formal a lo que estaba acostumbrado a verla. 
Anduvo así un par de calles hasta una parada de autobús, al cual subió con rumbo al centro de la ciudad. Para hacerlo decidió usar el auto de su madre y es que dudaba lo reconociese en dado caso de que se percatara de que la seguía. Fue así hasta que bajo en una parada y camino un par más de calles hasta la empresa de la familia. A decir verdad de todos los lugares a los que supuso iba, ese no estaba entre estos.
Una vez la vio entrar y estuvo seguro de que no lo vería decidió bajar del auto para averiguar lo que hacía ahí con exactitud, pues hasta donde tenía entendido el presidente de la compañía seguía siendo Lucas. A menos claro de que nadie se hubiese dignado a informarles lo contrario. Cuando vio a uno de los guardias decidió acercarse a este para recabar un poco de información y es que este era el mejor para dársela. 
  – Buenos días – lo saludo.
  – Buenos días, señor Derek – le respondió un tanto extrañado por su presencia ahí, pues aunque lo conocían como el hijo del señor Oscar rara vez se pasaba por ahí y mucho menos a esas horas.
  – ¿Puedo hacerte una pregunta? – le pidió consciente de que solo si se ganaba su buena voluntad podría obtener lo que quería.
  – Claro, dígame – le insto dispuesto a decirle lo que sea que quisiese.
  – ¿Sabe quién es esa mujer que acaba de entrar? 
  – Claro, ella trabaja en el área de recursos humanos. Su nombre es Renée, es muy buena muchacha – aseguro el hombre, quien había tenido la oportunidad de hablar con ella en más de una ocasión y le parecía una buena persona.
  – Así que es la nueva jefa de esa área – sugirió más para sí mismo, pero aquel hombre se adelantó a responder.
  – No señor, ella es solo una empleada de esa área – aclaró pensando que seguía hablando con él.
Sus palabras lo dejaron desconcertado y es que eso no podía ser verdad, no cuando ella era prácticamente la dueña de toda la empresa. 
  – ¿Está seguro de que hablamos de la misma persona? – le pregunto creyendo se podía tratar tan solo de un error.
  – Claro señor Derek, entro a trabajar aquí hace poco – estaba convencido de que estaba en lo correcto y eso no hizo más que desconcertar a Derek en verdad.
  – Gracias – aprecio la información.

Mientras regresaba a su auto, no dejaba de pensar en lo dicho por el guardia. No alcanzaba a comprender porque Renée estaría haciendo algo semejante; primero que nada no tenía necesidad alguna de trabajar, ni entonces y probablemente no por el resto de su vida. Mas en dado caso de que lo desease su lugar estaría en la presidencia y no en un puesto tan bajo como en el que seguro estaría. En cualquier caso no alcanzaba a entender su actitud y es que eso solo la volvía un misterio aún más grande para él. 
Derek paso el resto del día apostado fuera de la empresa vigilando por si salía y a donde iba; para su desgracia no fue de ese modo, lo cual volvió aquel día uno de los más largos de toda su vida. No fue sino hasta que el sol estaba cayendo, que al fin la vio aparecer; así que salió enseguida del auto para interceptarla.
Con todo el tiempo qué tuvo para pensar había logrado trazar un plan, le diría que estaba ahí por casualidad y se ofrecería a llevarla a casa. Con ese pretexto, no solo pensaba quedar bien con ella, sino que también podría pasar algo de tiempo a su lado y quizás incluso lograr arreglar las cosas.
Para su desgracia, cuando se le acercaba vio como alguien más se le adelanto. Se trataba de Max, quien salía de igual forma de la empresa cuando se la topo.
  – Renée, que gusto me da verte – expreso al encontrarse con ella.
  – Lo mismo digo Max, trabajamos en la misma empresa y no habíamos tenido oportunidad de vernos – expresó genuinamente apenada porque fuese de ese modo y es que desde que toda aquella locura comenzó eran escasas las cosas buenas que le habían pasado, pero estaba segura de que entre ellas se encontraba el haberlo conocido.
Por lo que había podido tratarlo, se había dado cuenta de la excelente persona que era. No tenía nada que ver con los hijos de Oscar, aun cuando parecían haber crecido en el mismo circulo y eso era muy valioso; además de que en las ocasiones en que pudo hablarle se sentía muy cómoda al hacerlo, tal como si fuesen dos viejos amigos.
  – ¿Vas de regreso a tu casa? – le interrogó sacándola de sus pensamientos.
  – En realidad no, un amigo me invito a la fiesta de cumpleaños de su hija y aunque es algo tarde pensé en pasar por ahí un momento y felicitarla – le conto con entusiasmo.
  – En ese caso te acompaño a tu auto, que tengo algo que darte – le insto.
  – No tengo auto, pensaba tomar un taxi – respondió volteando a la calle para ver si acaso alguno se acercaba.
  – Pero si Oscar prácticamente te dejo una flotilla de autos, ¿por qué no usas uno de estos? – le cuestiono un tanto confuso por su actitud. 
  – Puede que te parezca extraño, pero no me siento bien usándolos. La verdad es que prefiero continuar con la vida tranquila y sencilla que he llevado hasta este momento – le conto esperando le entendiese, aun cuando probablemente no compartiera su opinión.
  – Sera como quieras, pero al menos déjame llevarte a dónde vas – ofreció amablemente.
  – No tienes por qué molestarte, yo puedo ir sola – aseguro sin deseo alguno de causarle ninguna dificultad.
  – En verdad no es ninguna molestia, por favor déjame hacerlo – le pidió.




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