Renée entonces accedió a su ofrecimiento y ambos se dirigieron al auto de este para partir de ahí. Derek por su parte lo vio todo desde lo lejos; la forma en que se saludaron, la amistosa conversación que parecían haber tenido y sobre todo el que se marcharon juntos. Al ver eso ultimo subió enseguida a su automóvil, dispuesto a seguirlos a donde sea que se dirigiesen. Necesitaba saber lo que existía entre ellos y creía que aquella era la única forma de hacerlo, pues sabía que ella no diría ni una sola palabra de ser el caso y Max aunque lo conocía desde hacía muchos años siempre había sido más bien discreto en sus asuntos.
Siguió su auto por algunos minutos hasta que llegaron a un barrio de clase media y se detuvieron frente a una casa, eso solo lo dejo aún más desconcertado. Lo cierto es que había creído que irían a un bar, a casa de Max o hasta un hotel; pero aquello sí que no tenía sentido.
– Aquí estas, sana y salva – le dijo Max una vez apago el motor frente a la casa que esta le había indicado.
– Quería darte esto – le dijo entregándole un sobre, dentro del cual encontró las fotografías de las que hablaron.
– ¡Valla! Son aún mejores de lo que parecían – reconoció viéndolas con cuidado.
– Te lo agradezco, son tuyas si las quieres. Ahora te dejo para que disfrutes – le dijo disponiéndose a marchar.
Renée estaba a punto de bajar del auto, cuando de pronto le volteo a ver.
– Si quieres puedes quedarte conmigo – ofreció para su sorpresa.
– No quiero ser una molestia – le respondió y es que no quería que se sintiese obligada a invitarlo solo porque le hizo el favor de llevarla hasta ahí, después de todo esa jamás había sido su intención.
– Al contrario, sería un placer que pudieras acompañarme. Me gustaría presentarte a mis amigos y es que estoy segura de que se llevaran muy bien; además mi amiga prepara una comida tan deliciosa que tiene que probarla – ofreció con genuina amabilidad y es que así era ella.
– ¿Estas segura? – le interrogo un tanto dudoso al respecto y es que solía ser más bien discreto, era alguien solitario.
– Claro, anda – le animo con una sonrisa, bajando del auto antes de que pudiera arrepentirse.
Derek los vio bajar casi al mismo tiempo del auto, dirigiéndose hacia la casa charlando animadamente. En tanto que de esta salió a su encuentro el mismo hombre que atendía el bar al que la siguió la ocasión anterior y se encontraba seguro de eso, este los saludo y enseguida les dio el pase a la casa; lo cual solo lo dejo aún más desconcertado y es que cuando creía que había comenzado a entender lo que pasaba todo cambiaba de buenas a primeras.
Apenas atravesaron la puerta de la casa cuando se les acerco corriendo la pequeña Sara, quien era la festejada ese día y aun cuando era una pequeña de solo 6 años, era todo un torbellino de alegría y risas. Ella corrió sin demora alguna hacia Renee echándose a sus brazos, lo cual casi la tira al piso de no ser porque Max la sostuvo.
– Tía, que bueno que viniste – le dijo mientras la abrazaba con fuerza.
– Cariño pero si jamás me perdería una oportunidad como esta para verte, sabes que eres mi sobrina favorita – le respondió besando su mejilla.
– Tía, pero si soy la única – contesto con inteligencia.
– Quizás sea por eso – le dio la razón, haciéndola reír.
– Solo ve lo grande y linda que estas – le dijo separándola un poco de si para que girara.
– ¡Valla! Estas enorme, pronto serás tan alta como tu padre – aseguro.
– Bueno, basta ya de esto, que aras que se crea que ya es toda una adulta – le pidió Carlo, acercándose a su hija.
– Ella es solo mi bebé – afirmó mientras la cargaba con cariño.
– Pero no lo será por siempre – le recordó Renée con una sonrisa, mientras lo hacía sufrir en serio por eso.
Fue entonces que se les acerco Sonia, su esposa, recibiéndolos con una sonrisa.
– Qué bueno que has podido venir cariño, la cena justo está terminada – le dijo con alegría.
– Valla si soy mal educada, no he saludado a tu acompañante; por favor preséntalo – le animo consciente de que lo tenían relegado y eso no era nada educado.
– Claro y perdón por no hacerlo antes, es solo que esta belleza atrapo toda mi atención – acepto acariciando la mejilla de su sobrina.
– Él es Max, un amigo – les dijo tomándolo de la mano de donde estaba un poco alejado de los demás para acercarlo.
– Ellos son Carlo, Sonia y su hija Sara; mis más queridos amigos – los nombro.
– Un placer conocerlos – seguro Max mientras les tendía la mano.
– El placer es nuestro – respondieron estrechándosela.
– Espero no les moleste que Renée me hubiese invitado, en verdad no quiero ser una molestia – afirmo dispuesto a marcharse cuanto antes si así lo querían.
– En absoluto, que cualquier amigo de Renée es nuestro también; así que bienvenido. Anden, vamos al comedor antes de que la rica cena que he preparado se enfrié – les insto.
– Por supuesto amor – acepto Carlo hiendo tras ella.
Renee lo hizo de igual manera hasta que se dio cuenta de que Max se retrasaba un poco y decidió regresar.
– ¿Qué pasa? – le pregunto un tanto extrañada.
– No lo sé, es solo que no quiero ser una molestia – reconoció.
– No seas tonto, anda que ellos son muy buenos y créeme que te arrepentirás si no pruebas la comida de Sonia, así que andando – le animo tomándolo por el brazo para llevarlos hasta la sala.
Una vez tomaron a siento en el comedor y sirvieron los platos, la conversación dio comienzo; Max en cambio había preferido permanecer en silencio. Un poco más tarde esta se retiró a su recamara a disfrutar de sus regalos y solo quedaron los adultos en la mesa tomando una copa.
– ¿Dónde conociste a Renée? – le pregunto Carlo, incluyéndolo en la conversación la verlo tan callado.
– Yo… – comenzó a decir sin saber cómo explicarlo con exactitud y es que las circunstancias en que lo hicieron no eran nada agradables y no deseaba traerlas a colación en aquella noche.
– Él es sobrino del abogado que me está ayudando con todo el asunto de la herencia y bueno nos hemos hecho amigos – les conto.
– ¿A qué te dedicas? – pregunto Carlo luego de solo un momento.
– Soy abogado – respondió con simpleza, lo cual torno el ambiente un tanto incomodo y es que no habían tenido una experiencia del todo agradable con estos; así que Renée decidió intervenir para solucionarlo.
– Y también es un gran artista – les dijo sacando de su bolso las fotografías que este había tomado para mostrárselas.
– Son realmente buenas, incluso mejores que las de Renée – comento Carlo, haciendo que esta lo volteara a ver con falsa molestia.
– Creí que eras mi amigo – le reprocho.
– Lo soy, es solo que es verdaderamente bueno. Solo ve, en comparación tu eres más bien una aficionada – le dijo con seriedad, para luego de un momento soltar la carcajada.
– Sabes que bromeo, pero si es muy bueno – reconoció, haciendo que la expresión seria de Renée cambiase.
– Se lo agradezco – acepto Max algo apenado y eso se notaba en el rubor de sus mejillas.
– Podrías exponer de hecho, a menos claro de que ya lo hubieras hecho – opino Sonia sin saber mucho de él en realidad.
– No, la verdad es que estas imágenes son solo para mí. Únicamente fotografió lo que me importa – reconoció.
– En ese caso debemos considerarnos afortunados – sugirió Carlo.
– No tanto, que aquí esta señorita indiscreta fue quien se las mostro – le aseguro con firmeza.
– Lo siento, yo… – Renée no sabía que decir y es que era consciente de que no debió hacerlo, que eso era algo que compartió solo con ella.
– Es mentira, me alegra que les hubiese gustado – les aseguro con una sonrisa.
Todo había sido una broma para romper el hielo y funciono muy bien, pues apenas estos lo supieron comenzaron a reír todos juntos.
– Este chico valla que es bueno, bienvenido al grupo – le acepto Carlo.