La Herencia

Capitulo 29


Luego de hablar un poco más ambos se despidieron y salieron de la casa. 
  – Gracias por traerme aquí – hablo una vez llegaron al auto.
  – Al contrario, gracias por aceptar. Les caíste muy bien a mis amigos – le aseguro consciente de que era genuina la conversación que habían tenido.
  – ¿Hablas en serio? – cuestiono un tanto sorprendido porque hubiese sido de ese modo.
  – Claro que sí, creo que incluso te quieren más que a mi – afirmo mientras le brindaba una gran sonrisa.
Se pusieron entonces en marcha de regreso a su casa, entablando una conversación en el trayecto. 
  – ¿Como vas en tu trabajo? – le cuestiono de forma un tanto inesperada.
  – De maravilla, estoy muy contenta – aseguro y es que esa era la verdad.
Si bien no podía quejarse de todos los trabajos que había hecho en esos años, pues cada uno de estos le había dado para subsistir y grandes experiencias; ahora estaba haciendo lo que le gustaba y para lo que se había matado estudiando. 
  – Me da mucho gusto por ti, en verdad me alegra – expresó genuinamente feliz por ella.
  – ¿Y tú cómo vas? – pregunto haciendo referencia a su nuevo cargo.
  – El nombramiento se dio a conocer esta mañana, así que aun es pronto para saberlo – reconoció consciente de que los problemas aún estaban por llegar y Renée lo sabía de igual manera.
  – ¿Cómo esta lucas? Hace varios días que no lo veo por la empresa – se sentía un tanto preocupada por su ausencia, era así en especial cuando lo sabía un hombre más bien responsable. 
  – Descuida, está muy bien – le tranquilizó. 
  – Tan solo salió de la ciudad para atender algunos asuntos, por fortuna ha aceptado continuar siendo el asesor legal de la empresa y eso me tiene más tranquilo – le explico, haciéndole entender el porqué de su ausencia tan repentina. 
  – Que alivio que todo esté bien, lo cierto es que temía lo peor – reconoció dejando a la vista su lado más pesimista. 
  – ¿Puedo hacerte una pregunta? – cuestiono luego de un momento.
  – Claro, hazla – le insto con tranquilidad.
  – ¿Cómo puedes estar tan segura de que soy alguien digno de tu confianza? – pregunto deseando escuchar de su boca lo que pensaba.
  –Por tus ojos, estos no me pueden engañar – le dijo quedándosele, viendo un momento, pues, aunque su atractivo no era como el de otros hombres que había conocido, eso no quitaba el hecho de que fuese muy apuesto y con una mirada totalmente trasparente o al menos así la veía ella.
Sus facciones eran marcadas, sus labios carnosos y su raíz recta. Eso era algo que no podía dejar de notar, pues el hacerlo sería un desacierto considerable de su parte.
Luego de eso se instaló un profundo silencio entre los dos, mismo que solo se rompió cuando este comenzó a reír por lo bajo. 
  – ¿Qué sucede?, ¿acaso dije algo gracioso? – estaba extrañada por su actitud. 
  – No, en absoluto. Es solo que nunca había conocido a una mujer como tu – le confesó.  
  – ¿Y eso tiene algo de malo? – sugirió confusa por lo que quería decir.
  – Para nada, de hecho todo lo contrario – reconoció volteando a verla con una sonrisa.
Max la dejo a la puerta de la casa, despidiéndose de ella con un agradecimiento por la estupenda noche que habían compartido.
Renée entonces se dirigió a su habitación a descansar, cuando de pronto fue interceptada por Derek que recién llegaba.
  – Renée, espera – pidió desde la puerta.
Esta subía las escaleras cuando le escucho, pero no le presto la menor atención y es que había pasado una noche tan maravillosa como para ahora arruinarla compartiendo solo una palabra con él. Sabía que sería de ese modo y es que había departido lo suficiente con este como para saber que aquella conversación no terminaría nada bien. 
  – Renée, tengo que hablar contigo – insistió siendo un tanto más firme al respecto.
  – Pero yo no – únicamente eso dijo mientras seguía con su camino, este entonces corrió hasta ella dándole alcance y la sujeto por un brazo para detenerla. 
Al sentir como su mano la retenía, lo volteo a ver para darle un fuerte golpe en el rostro; sin embargo, se detuvo a tiempo. Decidió en su lugar solo voltear a verlo con tanta calma como le fue humanamente posible, mientras bajaba su mano con lentitud.
  – Primero que nada suéltame y no vuelvas a ponerme una sola mano encima, si no quieres verme realmente enojada – le advirtió con severidad.
  – De acuerdo – accedió soltándola enseguida. 
  – Anda, dime lo que quieres de una vez – le insto sabiendo que no se rendiría y quería terminar con aquello lo antes posible. 
  – ¿Que tienes que ver con Max? – le cuestiono más como un reproche que otra cosa. 
Renée apenas podía creer lo que escuchaba, no sabía si su actitud debía causarle gracia o molestarla; se trataba de una encrucijada.
  – Nada que te interese – le respondió tan solo mientras seguía con su camino, pero una vez más este le detuvo. 
  – Si me interesa, así que dímelo – le exigió sujetándola de forma instintiva con mayor fuerza.
Renée en cambio no iba a permitir que le hablase de ese modo y mucho menos que la tocase como él lo hacía.
  – Te diré esto solo una vez, así que tómalo como una cortesía ya que vivimos en la misma casa. Lo que yo haga o no y con quien lo haga es solo asunto mío, así que déjate de estas estupideces. No eres nadie para cuestionarme, tenlo presente – le advirtió antes de soltarse de su agarre de una sola vez, encarándolo con firmeza.
  – ¿Que está pasando aquí? – intervino de pronto María, desde el pie de las escaleras. 
  – Nada, solo le estoy explicando a su hijo algunas cosas y es que al parecer estaba confundido – le respondió con calma mientras seguía con su camino.
Derek estaba a punto de ir tras ella de nueva cuenta, cuando de pronto la voz de su madre le detuvo.
  – ¡Déjala! – le exigió.
  – Pero… – trato de explicarle, mas esta no se lo permitió.
  – Pero nada, anda ven aquí – le ordeno como lo aria a un niño pequeño para reprenderlo y como tal fue hasta ella.
  – ¿Qué diablos está pasando Derek? – reprocho con molestia.
  – La he seguido y una vez más se encontró con Max, tal parece que si existe algo entre ellos – le conto.
  – ¡Valla! Eso sí que no me lo esperaba. Ese muchacho siempre ha sido tan insignificante – opino con cierto desdén y hasta asco; pues si bien lo había considerado, jamás pensó que fuese lo suficientemente hombre como para hacerlo. 
  – Parece que eso a ella le gusta – le dio la razón.
  – Pues no podemos permitir que eso pase y me encargare de lograrlo – sentencio.
  – No, déjeme hacerlo a mí; que yo vere que es lo que está pasando entre ellos – le pidió deseando ocuparse por sí mismo.
  – Como quieras, que mientras más lejos este de él será mejor – opino.
  – Descuide, que mi es a quien tendrá que responder – afirmo, convencido de que lograría que hablase.
  – Dime que no te estas enamorando de ella – le pidió su madre de pronto, alarmada por esa sola posibilidad.
  – Claro que no. ¿Qué te hizo pensar semejante locura? – se sentía profundamente alarmado por esa sola posibilidad.
  – No lo sé, estas actuando demasiado extraño; de hecho igual que hace algunos años – admitió, recordándole un momento de su pasado. 
  – Mas vale que sea de ese modo hijo o me decepcionaras profundamente – le aseguro.
  – No me recuerde ese momento y descuide que nunca sería igual – le hablo muy molesto.
  – Espero que en verdad sea de ese modo, porque no permitiré que cometas el mismo error. No soy ninguna tonta y estoy al tanto de tus faenas por toda Europa, las mujeres con las que has estado son bellas, refinadas y de mundo. No entiendo porque te resulta tan difícil con ella; después de todo no te pido que te cases, solo acuéstate con ella – alegó tratando de que entendiera que era capaz si se lo proponía.
  – Es más fácil decirlo que hacerlo, pero le reitero que no participare en maquinaciones como las que tiene en mente; esto se trata tan solo de mi orgullo – argumento disgustado.
  – Emborráchala, drógala; me importa muy poco lo que hagas con tal de que la embaraces – le aclaro.
  – Puede que no me conozcas del todo, pero yo jamás aria algo semejante. Esto es por el simple gusto de conquistarla y más vale que lo entienda de una vez – le pidió por enésima vez, pues no entendía porque su madre se negaba a escuchar lo que tenía para decirle.
Se encamino entonces con premura escaleras arriba, alejándose de ella de una buena vez.
  – Para algo tan delicado como el recuperar la fortuna de Oscar no confió ni en mi propia sombra, mucho menos en ti hijo. Eres tan inútil como tu padre, por desgracia te necesito para llevar a cabo este plan; aunque eso no me impide darte una pequeña ayuda – expuso una vez a solas y sin nadie que la escuchase.




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