Al día siguiente, Renée decidió aprovechar su descanso para ir a hablar con Max sobre el problema de Dalia. Había imprimido los documentos que le envió por la noche, así que deseaba mostrárselos; más al llegar al despacho, con quien se encontró fue con Lucas.
– Buenos días querida, ¿en qué te puedo ayudar? – le pregunto al verla parada justo en el umbral de la puerta.
– Me alegra mucho que este de regreso Lucas, pero la verdad es que buscaba a Max. Espere encontrarlo aquí – reconoció.
– Este es mi despacho – le recordó y es que ahora el lugar de Max estaba en la presidencia.
– En ese caso, ¿me puede indicar donde es que esta el suyo? Aun soy algo nueva en la empresa y no he logrado ubicarme – acepto aun a riesgo de parecer un tanto distraída.
– De hecho y aunque ha hecho una excelente labor como presidente, suele estar fuera de la oficina en los juzgados o recorriendo otras de las oficinas. Aunque si te urge verlo, seguro podrás encontrarlo en su despacho independiente.
– ¿Dónde es eso con exactitud? – indago.
– Te daré la dirección enseguida – dijo entregándole una de las tarjetas de Max, en la cual se leía la dirección de su despacho.
Decidió entonces salir del edificio tomando un taxi hasta la dirección indicada por Lucas, no fue hasta que entro en una zona de clase media baja que se extrañó y es que había dado por sentado que su oficina se encontraría en uno de los mejore rascacielos de la ciudad. Creía que sería una de esas firmas que solo pueden pagar los más ricos, en cambio cuando comenzó a subir por el edificio indicado hasta el tercer piso se dio cuenta de que eso no era verdad.
Mientras andaba por todo el pasillo se dio cuenta de que en todas las puertas a su paso tenían escritos los nombres de diferentes abogados, así que fue revisándolos con cuidado hasta dar con el que necesitaba.
Justo hasta el fondo se encontró con un letrero, en el cual se leía “Lic. Maximilien Sanz, abogado penalista” Hasta ese momento creyó que se trataba de una confusión, más entonces se dio cuenta de que no era de ese modo, sino que en efecto estaba en el lugar correcto.
Se encontraba a punto de tocar a la puerta, cuando de pronto esta se abrió y apareció una mujer acompañada de un pequeño. Apenas se dirigieron una corta mirada antes de continuar con su camino, fue entonces que decidió adentrarse a la oficina viendo a una mujer mayor sentada tras un escritorio.
– Buenas tardes querida, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte? – le cuestiono de forma amable.
– ¿Se encuentra el licenciado Maximilien? – pregunto esperando en verdad que fuese de ese modo.
– Así es, pero me temo que no podrá atenderla – reconoció.
– Dígale que Renée O’Brien lo busca, que necesito hablar un momento con él – pidió siendo consciente de que si la sabia hay seguro la recibiría.
En ese momento la secretaria se comunicó con él por teléfono, haciendo que le permitiese el paso enseguida tal como lo esperaba.
– Pase, el abogado la espera – le pidió apenas colgó.
Una vez entro a el despacho se dio cuenta de que este no tenía nada que ver con el que usaba en la empresa y eso era más que obvio. De igual forma lo era su forma de vestir y la expresión de tranquilidad y alegría que había en su rostro en todo momento, tal como si el estar ahí fuese lo que en verdad deseaba hacer.
– Bienvenida Renée, que sorpresa verte aquí – la recibió con algo de sorpresa.
Se puso entonces de pie y se le acerco, al tiempo que ella lo hacía de igual modo; saludándose con un abrazo.
– ¿Qué te trae por aquí?, ¿cómo has sabido de este sitio? – le cuestiono pues no era sabido por muchos que realizaba aquel trabajo y él lo prefería de ese modo.
– Tu tío me lo ha dicho – respondió haciéndolo entender muy bien.
– No es que no me guste tu presencia aquí, pero ¿en qué puedo ayudarte? Porque sabes que podías llamarme y yo habría ido a donde me pidieras – indago en verdad confuso por su arribo.
– Lo sé, pero no me costaba nada ser yo quien te buscara a ti esta vez – le explico sin evitar voltear a su alrededor.
Todo se encontraba en perfecto orden y arreglado, tenía un aire de tranquilidad casi palpable.
– Supongo que no es como lo esperabas – comento Max, haciendo una clara referencia al lugar y a la expresión de sorpresa que tenía en el rosto.
– De hecho no, pero no lo mal entiendas; que el lugar me gusta mucho. Es solo que no espere encontrarte en un sitio como este – reconoció viéndolo como un chico rico más, un privilegiado.
– Lo entiendo muy bien, pues no me conoces; pero este es el sitio al que en verdad pertenezco – afirmo dejándola aún más extrañada al respecto.
– ¿Qué quieres decir con eso? – trato de averiguar.
– Ya lo entenderás muy pronto, solo que este no es el momento – indico consciente de que no se encontraba listo para contarle su historia.
– De acuerdo, solo dime una cosa. ¿Qué haces aquí con exactitud? – trato de entender.
– Anda, siéntate y te lo explico – le insto tomando asiento ambos en las sillas frente al escritorio, pues así estarían más cerca el uno del otro.
– Ten por seguro que tomo la responsabilidad que tengo en la empresa muy en serio y es que no pienso defraudar la confianza que me has otorgado; estoy comprometido con mi trabajo y así ha sido desde que me recibí; pero también lo hago aquí en mis ratos libres. Suelo ocuparme de algunos de los casos que llegan a estos despachos, mismos que atiendo junto a un grupo de abogados que trabajamos pro-bono o hasta gratis para personas que no pueden permitirse el pagar los altos honorarios de otros abogados. Aunque somos solo un pequeño grupo, muchos solo haciendo sus prácticas, tomamos tantos casos como nos es posible; por desgracia nunca son suficientes – le conto.
– Lo que haces es sin duda valioso y maravilloso, no te preocupes que no me inquieta el que lo hagas, pues sé que sabrás equilibrarlo con tu nuevo puesto en la empresa. De hecho es justo por eso que he venido aquí el día de hoy – admitió aun a riesgo de sonar interesada solo en que la ayudase.
– Te escucho, dime de lo que se trata – le insto intrigado por lo que pudiera ser.
– Me da algo de pena molestarte por esto, pero tengo una compañera en el bar que tiene un problema con la herencia de una casa y me atreví a decirle que tal vez tu podrías ayudarle. Espero que no te sea un problema – deseo en verdad que su petición no fuese a mal, ya que esa jamás había sido su intención; en especial consciente de que estaba tan ocupado.
– En lo más mínimo, anda dime exactamente lo que pasa – le ánimo.
– De hecho tengo algo aún mejor – le dijo entregándole los papeles que Dalia le había enviado.
– En ese caso los revisare, pero temo que no podre hacerlo ahora mismo. Tengo que salir a hacer algunos trámites importantes, pero mientras espero los revisare con calma – accedió.
– Te estaría muy agradecida y si puedo me gustaría pedirte otro favor – dijo aun a riesgo de sobrepasarse.
– ¿De qué se trata? – pregunto un tanto extrañado.
– Si llega a surgir algún gasto, por favor hazlo y dímelo, que yo correré con ellos con gusto – ofreció, aun cuando no estaba del todo segura de donde es que salió esa generosidad.
– Déjame ver de qué se trata esto con exactitud y veremos. Si te parece, por la noche tendré una respuesta – propuso, creyendo para entonces tener una visión mucho más general del asunto.
– Podemos reunirnos en mi casa – sugirió Renée en respuesta.
– Si te parece mejor veámonos en el bar en que trabajabas – le pidió Max para su desconcierto.
– ¿Seguro que quieres ir ahí? – se atrevió a cuestionarlo, causando que este la viese de lo más extrañado por su cuestionamiento.
– Es que no es la clase de lugares que sueles frecuentar – se justificó, recordando bien como es que había reaccionado Derek la primera vez que estuvo ahí.
– Descuida, que como vez no soy del tipo que desprecia los lugares por su fachada; además como ya te he dicho no sabes mucho de mi – le tranquilizo.
– Pero me gustaría hacerlo – se aventuró a decir, aunque se arrepintió en el mismo instante en que las palabras abandonaron su boca y es que era consciente de que actuó de forma un tanto precipitada.
– Ya te contare mi historia, lo prometo; pero será en otro momento – respondió Max para su tranquilidad y anhelo, pues esperaba ese momento con ansias.